miércoles, 17 de julio de 2024

Crítica: SERÍA UNA PENA QUE SE MARCHITARAN LAS PLANTAS


¿Qué hay después del amor?

Seguro queda mucho por escribir acerca del amor, un tema universal que nos une y, valgan verdades, también puede separarnos, tal como plantea la dramaturgia del escritor croata Ivor Martinic, titulada Sería una pena que se marchitaran las plantas, bajo la dirección de Jennifer Aguirre Woytkowski, con las actuaciones de Lita Baluarte y Alfonso Dibos.

El siempre acogedor Teatro de Lucía es el escenario que alberga esta novedosa propuesta de formato libre y abierto, es decir, que se va construyendo mientras sucede, con la presencia de un invitado que funge como director. Asumió dicho rol la actriz Magali Bolivar, en la función del sábado 13 de julio. Por otro lado, debido a la naturaleza de la obra, cada presentación es distinta y única, lo cual es un interesante reto para los actores, que interpretan desde una perspectiva naturalista y cercana a esta pareja que pronto ya no lo será, acompañados por la sencilla escenografía donde las plantas cobran vida, como símbolo y metáfora de lo no dicho, del deterioro de un vínculo que no puede disolverse tan fácilmente. En este punto, son pieza clave la complicidad y escucha del elenco, que descubre los recuerdos, los miedos, las frustraciones, los anhelos y el enojo acumulado de los personajes, tal vez, con la esperanza de recuperar lo que han perdido en el camino.     

Sería una pena que se marchitaran las plantas aborda la transición dolorosa e incómoda de una ruptura, desde una perspectiva tan sutil como realista, proponiendo una estructura poco convencional, en la cual radica el éxito de la narrativa, que elije transitar este proceso mediante la vulnerabilidad y profunda honestidad de las interpretaciones, invitando al espectador a cuestionarse: ¿Qué habrá después del amor?

Maria Cristina Mory Cárdenas

17 de julio de 2024

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