Cuatro instantes
Visitar Piso 1 fue una experiencia
entretenida. Mientras vas transitando de sala en sala, los pasillos están
repletos de gente que espera ver alguna microobra o está sentada disfrutando de
alguna bebida con una conversación y sonrisas. La primera puesta que observé, El Chico L, se desarrollaba en un
espacio pequeño; era la primera vez que acudía a ese lugar, es por ello que me
llamaba la atención la magnitud de sus dimensiones. Todo era íntimo, había una
cercanía entre el espectador y los actores, la historia empezaba desde que
ingresabas, un actor permanecía atento al inicio del drama, una vez todos
adentro la voz invadió el aire, espontáneo y simpático funcionaba como preludio;
después aparece otro personaje, lo interesante hasta este momento es la
naturalidad y frescura de los intérpretes, parecía como si nos hubiésemos
colado dentro de sus paredes y estuviéramos husmeando su intimidad.
En un momento aparece un tercer actor: la
historia era muy divertida, dos chicos que esperaban encontrar el amor, cada
uno a su manera, uno más impaciente que el otro, pero al final ambos estaban
dentro del mismo juego, el uso de apps para encontrar citas. Los dos chicos
eran gays y cuando ingresa el tercer actor creían que él también lo era, pero
sin embargo se dan con la sorpresa de que no. El ritmo era muy bueno, el hecho
de que durase poco permite que no vaciles en ningún momento, constantemente
estás atento a la dinámica del trabajo, empatizas con lo que observas y
disfrutas de los pormenores. Salí de la primera sala contento, motivado a
seguir explorando las siguientes salas, la calidad interpretativa ameritaba una
noche de sábado, la situación fue simple, pero las interpretaciones son
diversas; el amor, la búsqueda ansiada del amor, muchas veces nos lleva a mirar
hacia lugares muy lejanos, cuando simplemente es necesario observar lo que
tenemos más cerca, aunque parece sencillo, en la vida real y también en la
ficción resulta muy complicado.
La segunda sala fue un contraste total con
la primera, para empezar, no había tantas personas como en la anterior y la
historia, titulada La espera, ya no
era tan ocurrente y divertida, ahora había otra atmósfera. Una joven aguardaba
en un lugar, después aparecía un joven que resultaba ser su ex y para colmo se
encontraban dentro de una sala de espera de un psiquiatra que ahora era la
nueva pareja de la joven.
Las interpretaciones fueron excelentes, una
capacidad sorprendente de mantener la energía y de entrar en una situación complicada
como una separación emocional y el reencuentro del ser alguna vez querido. Me
gustaría rescatar la mirada de los intérpretes, estaba muy cargada de
emociones, se podía dar lectura a todo lo que sucedía solo con la mirada, con
el brillo, con la forma, con la intensidad; las palabras complementaban
perfectamente este gran suceso ocasionado por los ojos y el cuerpo era un
resultado por gravedad. Fueron quince minutos de intensidad enfrascada en
simples gestos, estábamos dentro de una telenovela o de una serie, la energía
de los artistas acompañaba muy bien la situación, fue refrescante cambiar de
sensación de un momento a otro, al salir de la sala, la expectación sobre lo
que se podría observar en las siguientes salas había incrementado, la variedad de
propuestas hace muy llamativa esta experiencia y la categoría de los actores y
actrices es de primera.
La tercera sala fue un golpe más duro,
desde la imagen que presentaba la propuesta se presentía que se avecinaba otra
situación, algo crudo, cruel, y así fue. Cuando ingresamos al espacio de Reconstrucción todo estaba a oscuras y solo
había una actriz esperándonos, y cuando todo empezó a suceder, hubo un juego
muy interesante con las luces; simples, muy sencillas, de casa de un espacio
habitual, pero que fueron utilizadas creativamente. La actriz comienza su
cometido y nos hace naufragar junto a ella en una historia violenta, una
violación consumada por varios individuos narrada en primera persona y
prácticamente increpada ante nuestra mirada inesperada. Desde el inicio hay una
tensión, la actriz supo llevarnos en su viaje de recuerdos y la gravedad de los
hechos dejaba la piel erizada, me parecía muy interesante cómo ella nos miraba
fijamente y hacía sentir algo muy profundo, más que una reflexión, una culpa destellaba
entre las comisuras de mi pecho, era extraño, muy fuerte, pero dinámico, porque
las emociones eran un ir y venir, una eterna transformación.
El hecho de que sea corto y fuerte caló
hondo en mí, salí impactado de la puesta y la música que se utilizó pese a ser
muy agradable terminó convirtiéndose en una película sonora de horror; ahora
solo aguardaba el final, que podía haber después de experimentar tanta
diversidad en instantes que ya se estaban agrupando y hacían un largo tramo.
La última puesta, Proyecto Secreto, fue como un relajo, una lectura dramatizada de una
obra escogida al azar por el público, fue necesario para refrescar todo lo
vivido hasta ese momento, una historia de amor entre dos chicos que no supieron
sobrepasar las adversidades que el amor entre dos hombres significa, pero al
final de cuenta se encontró un alivio, pese al pasar de los años. Los actores
se mimetizaban rápidamente con los parlamentos, aunque decían que no sabían ni
conocían que texto les iba a tocar interpretar, daba la sensación de que ya lo
habían estudiado y que todo era parte de un show, pero todo fue divertido. Es
ahí donde me di cuenta que yo había visto las obras por un orden numérico, pero
la propuesta es que tú puedes elegir a cuál obra ingresas, entonces no hay un
orden, no hay un esquema, la situación se vuelve juguetona, dinámica; es ahí
que muchas cosas interesantes suceden, cuando no nos acogemos a lo establecido
sino buscamos nuevas formas de ver el sol.
Moisés
Aurazo
1º de julio de 2024
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