jueves, 11 de julio de 2024

Crítica: MICRO TEATRO II


DosMujeres
 DosHombres

Esta vez tocó ver a Trazos producciones en Micro Teatro II, una recopilación de dos microobras distintas. Durante la acción de la primera, La mujer que llegaba a las seis de Gabriel García Márquez, dirigida por Veriuska Samanamud y adaptada por Juan Robles, observamos un espacio que parece ser un restaurante. Un joven carismático (Carlos Jiménez) hace su aparición, parece ser un cocinero, realiza algunas acciones mientras aguarda algo. Al instante, ingresa una joven (Dayana Espinoza), tiene un aspecto cansado y hay algo que la atormenta, empieza a desarrollarse una conversación entre ambos; a partir de un plato de comida se va construyendo una interacción emotiva y física entre los personajes. José ama a Reina, pero no la puede tener, simplemente llegan a un coqueteo psicológico, que se observa coherente en el ritmo de las palabras y la interrelación de los personajes. Él no se niega a sus peticiones y le da dinero y comida, parece estar a su merced, ella con un hondo pesar juega contándole sobre algo que ambos saben, el hecho de que a Reina le gusta estar con otros hombres y nunca ha cedido en carne ante José, aunque emotivamente pueda ser la única persona a la que quiera de verdad. José se ve tentado a apasionarse, desbordarse en sus emociones, al ser consultado sobre lo que es capaz de hacer por amor, mientras Reina incentiva su sentir. La conducción del estado del personaje, la transición desde el inicio aun cauteloso hasta un momento donde la razón cede a la pasión, es un proceso que a veces aparece sin una consecuencia de acciones. 

La actriz, por momentos, es un poco forzada dentro de la emoción, por lo visto es una carga grande la que tiene y dificultosa para poder expresarla con solvencia; sin embargo, su compañero la conduce por la acción escénica inconscientemente. El dueño del restaurante está más presente en el sentido que realiza acciones físicas mientras dice su parlamento, esta situación lo vuelve un poco más creíble y atento ante lo que sucede; la actriz está en otro plano, parece que su emotividad la obnubila y la conduce hacia un lugar distante, donde no puede conectar con exactitud con su compañero. Empero la presencia del cuerpo se torna llamativa, hay una respuesta ante la emotividad de la joven, un intercambio un sufrimiento, el conflicto se desarrolló adecuadamente, quizá aun falte afinar algunos detalles en cuanto a interpretación. Por lo demás, siempre hay cosas que rescatar, hay una gran fuerza en las circunstancias dadas de cada uno de ellos, una relación que tiene atisbos de materializarse, un ajuste desde la dirección podría hacer que encajen de mejor manera.

La segunda obra, Te la dedico, escrita y dirigida por Juan Robles es algo similar: el joven (Josué Atapoma) está más presente que la madre (Paola Stagnaro), que parece por momentos desbordarse en emotividad, situación que no estaría mal, pero da la sensación de que están en códigos distintos. El muchacho aparece bien plantado y tiene una mirada que logra convencer y atrapar al que observa, cuando su acompañante interactúa con él falta algo para afinar la relación. Son un hijo y una madre que mantienen una relación distante y quebrada, pero permanecen unidos por lazos de amor profundos, hay un ir y venir de emociones que es manejado adecuadamente por el actor. La actriz consigue mimetizarse en unos momentos con más claridad que en otros. A pesar de ello, consiguen desarrollar el conflicto de mejor manera, la interrelación se va volviendo más interesante a medida que la historia trascurre en el escenario. Hay una carga fuerte, se presencia una energía conmovedora, una promesa, un recuerdo, una dedicación a alguien, como dice el mismo nombre de la puesta. La relación de esta madre y su hijo es frágil, pero consiguen rescatarla a través de la superación de adversidades; al final, el hijo muere de forma inesperada y se consolida un buen momento, la energía de ambos logra explotar y conectar concretamente. En este sentido es propicio rescatar la atmósfera que se logró concretar, una alusión a este recuerdo o a esta promesa, hay algo que conmueve, un corazón que late incansable y que lucha, esta situación conmueve la piel de los que observamos y nos convence de que algo está sucediendo dentro de la ficción, algo que trasciende a ella, y se vuelve eterna en la mente de quién sabe por qué lo hace y de quien apenas intuye lo que está sucediendo.

Al final de la puesta nos damos con la sorpresa de que la segunda historia está basada en la vida real, quizá es por ello que se sintió tan cargada en el trascurso de las acciones. No obstante, también valoro la interpretación del joven que hacía de hijo, porque estuvo presente desde el inicio y sus cambios fueros reales, el desarrollo de su personaje fue adecuado y el trabajo de la mirada y la energía va por buen camino. En el caso de la primera obra me agradó más José, porque era real su palabra, sus acciones y su corporalidad; aunque en momentos forzaba sus reacciones, creo que el trabajo estuvo bueno. En cuanto a la actriz de la primera puesta es interesante su presencia y el manejo de energía, por el otro lado en la segunda historia la presencia de la actriz se vuelve de peso, da un reconocimiento absoluto de lo que sucede y la conmoción de su sentir llega a palpar nuestra expectación.

Moisés Aurazo

11 de julio de 2024

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