lunes, 14 de febrero de 2022

Crítica: DEL AMOR Y OTRAS CUESTIONES


Amor de viernes

“Yo no te raptaré por nada del mundo. Te necesito para ir a tu lado deseando raptarte. ¡Ay del que realiza su sueño!”

La casa de cartón, Martín Adán.

RAGAR PRODUCCIONES S.A.C., casa productora fundada recientemente por el prolífico actor, docente y director Ramón García, lleva a las tablas Del amor y otras cuestiones, su primer espectáculo presencial, en una corta temporada de cuatro funciones durante el mes de febrero en el Teatro Barranco. Esta temporada se ofrece como la primera de “Los viernes de Ramón”, evento que ofrecerá todos los viernes del año espectáculos teatrales variados en distintos formatos. En este caso, Del amor y otras cuestiones nos trae cuatro microobras en una sola función, tres de autoría del dramaturgo iraní Farhad Lak y una del peruano Sebastián Salazar Bondy. Todas ellas dirigidas por el mismo García e interpretadas por Nicolás Fantinato, Karin Morris, Johan Escalante, Alejandra Chávez, Raffaella Anselmi y Luis Enrique Guerrero.

Las cuatro historias que componen el espectáculo giran en torno al inacabable tema del amor, tanto en clave de drama como de comedia. Sin más recursos que un escenario pequeño, con el mobiliario indispensable y un videowall que cambia según la obra, la propuesta de García gira en torno a un intenso trabajo actoral y a su capacidad para contarnos estas historias en el lapso de una hora. En general, el espectáculo cumple con el objetivo de entretener a su público, aunque, como se explica más adelante, el resultado es irregular.

Todavía queda mucho de Farhad Lak

Con las actuaciones de Johan Escalante y Alejandra Chávez, esta obra abre el espectáculo con muy buen pie, aprovechando la expectativa inicial del público. Escalante y Chávez interpretan con convicción una discusión por celos que escala en intensidad a través de un diálogo que no da respiro. La diferencia de estados emocionales de sus personajes encuentra explicación en sus propios temperamentos, sin ir en desmedro de su involucramiento en la historia. El sorpresivo final, aunque cumple cabalmente con el objetivo de impactar al espectador, no es precisamente el que escribió el dramaturgo. Al parecer, la dirección ha preferido realzar (con todo éxito) el efecto final de la obra omitiendo una parte del texto que, valgan verdades, expone con algo más de detalle la peligrosa realidad de los celos patológicos. Por supuesto, esto no le resta méritos al trabajo actoral o al de dirección.

La intrusa de Farhad Lak

Actúan en esta comedia Nicolás Fantinato y Raffaella Anselmi. Buena elección la de darle un respiro al espectador, continuando el espectáculo con una pieza cómica y aparentemente absurda que vira casi hacia el final con un giro sorpresivo y hasta interesante. Fantinato, no podía ser de otra forma, hace derroche de oficio y se mueve en escena como pez en el agua. Anselmi demuestra solvencia en su trabajo y está a la altura de su compañero de escena, aunque exagera en prolongar el temblor en las manos de su personaje por los nervios de la situación. Sobre todo, porque parece que reanuda este movimiento cada vez que se acuerda de él. Lamentablemente, eso nos distrae de su acción. El texto ha sido salpimentado con algunas improvisaciones del momento y algunos parlamentos añadidos exprofeso, quizás para complacer al respetable, ávido de reírse sin pensárselo mucho. De gustos y colores…

Un cierto tic tac de Sebastián Salazar Bondy

El celebérrimo juguete cómico del dramaturgo peruano es interpretado por Johan Escalante y Alejandra Chávez. En código de farsa y apelando al gag cómico, la versión que el dúo actoral y el director nos proponen es la más sencilla e inmediata que se puede desprender del texto. Es como si Salazar Bondy no diera para más. Desde estas líneas, discrepamos respetuosamente. Sobre esta propuesta en sí, está claro que el actor y la actriz se manejan con soltura en este código y se divierten mientras trabajan desarrollando la historia. Siempre se agradece ver a un actor siendo feliz en escena. Nos confunde un poco, sí, que el “tic tac” haya pasado de ser un sonido que la mujer percibe de forma auditiva, a un movimiento que tiene su origen en algún punto entre el abdomen, la zona lumbar y la cadera. Pero no importa: esta versión se olvida del peculiar sonido (o movimiento) desde la mitad de la obra, y lo recuerda hacia el final. Quizás ese sea el punto que busca resaltar esta propuesta: el “tic tac” no es ni sonido ni movimiento. Es un pretexto.

Al cruzar la calle de Farhad Lak

El espectáculo termina con esta obra interpretada por Nicolás Fantinato, Karin Morris y Luis Enrique Guerrero. El principal mérito del texto es discurrir poéticamente sobre la percepción de amor y el enamoramiento, y la difusa línea que los separa de la ilusión vana. Es evidente la analogía entre el personaje de Fantinato y la expresión “el amor el ciego” (aunque Eduardo Samacua decía que el amor no era ciego, sino présbita). Por lo demás, se trata de un señor dramón con el que se cierra este espectáculo. Sin embargo, la propuesta actoral en esta pieza es valiosa. Una vez más, Fantinato demuestra con creces las horas de vuelo que lleva en este negocio, interpretando a un invidente que persiste en el amor. Karin Morris es una de esas actrices que deberíamos ver con mucha más frecuencia en los escenarios. Con menos parlamento que Fantinato, complementa muy bien la escena a través de su capacidad de escucha y su reacción fresca y llena de realidad. Guerrero tiene la ingrata tarea de abrir la obra tocando la guitarra con maestría, quedarse en medio del pequeño escenario, detrás de Morris y Fantinato, siendo un espectador más, y cerrar la historia con un texto cortavenas, quizás sin contar con la solvencia y oficio actoral que sí tienen sus compañeros de escena. Nos preguntamos por qué no se optó por incluir a Guerrero desde el comienzo del espectáculo, ubicándolo a un costado del escenario y permitiéndole tocar la guitarra a manera de música de transición entre escenas. En esta posición también podría cerrar la historia sin problema, generando sorpresa en el espectador al incluirlo como un personaje más. Por el contrario, la propuesta actual desperdicia su evidente talento musical y, más bien, distrae al espectador que, a fuerza, lo ve en medio del escenario haciendo nada.

Del amor y otras cuestiones es un espectáculo que sabe cumplir con las expectativas de su público y que tiene plena capacidad de seguir creciendo. Como en el amor o en la perfección, la búsqueda incesante es la fuerza vital a la que debe avocarse para ser plenamente lo que debe llegar a ser.

David Huamán

14 de febrero de 2022 

No hay comentarios: