jueves, 29 de abril de 2021

Crítica: ENTRE DOS LUCES


Escarbando en la herida

En estas épocas de incertidumbre política, el arte se hace cada vez más necesario para reflexionar sobre nuestra coyuntura actual. Es por ello que resulta muy oportuna la reposición de ciertas piezas dramáticas, escritas en contextos muy particulares, para ejercitar aquella capacidad no muy arraigada en nuestra sociedad: la memoria. Entre dos luces (1996), texto escrito por César Bravo, escarba en el resentimiento, en nuestras heridas aún no cicatrizadas, en el sinsentido de la violencia y en la profunda brecha social que nos divide como nación. A la actriz Andrea Luna, en su primer trabajo como directora dentro del colectivo Contrateatro, solo le basta ofrecernos de manera virtual y en vivo la primera escena de la obra de Bravo, con algunos cambios en las formas, para demostrar la total pertinencia de una historia que nos toca muy de cerca como peruanos.

Entre dos luces, así como La eternidad en sus ojos (2013) de Eduardo Adrianzén o La cautiva (2014) de Luis Alberto León, nos devuelve a los terribles años en los que todo el país fuera azotado por el terrorismo, a través del velado encuentro entre dos jóvenes estudiantes: una, Martha (Beatriz Quintana), es militante de la izquierda radical; y la otra, Elizabeth (Natalia Bonifaz), de la más progresista y moderada. Las diferencias en sus discursos y pensamientos, que ambas sacan a relucir tras la muerte de otro estudiante, evidencian las profundas desigualdades existentes entre compatriotas, aquellas que generan violencia, pobreza y atraso. Mientras que no aprendamos todos a respetar nuestras ideas y las ajenas, mediante el diálogo y el consenso, los tiempos electorales, por ejemplo, solo servirán para polarizar cada vez más al país con futuros resultados nefastos.

En cuanto a las formas, Luna consigue hacer creíble la convención de estar las dos mujeres una frente a la otra en una misma habitación, solo en la ficción. La oscuridad que rodea al personaje de Martha también le permite crear una atmósfera de suspenso durante el diálogo, muy bien manejado por ambas actrices. La elección del cambio de género del estudiante subversivo del original enriquece la relación que entablan las mujeres hasta el final, en el que las luces aparecen y se revela otra cruda realidad. Entre dos luces es un auspicioso debut en la dirección para Luna y un oportuno reestreno de una muy interesante pieza dramática, que nos ayuda a devolvernos, en mayor o menor medida, la tan necesaria memoria requerida para votar a conciencia a las inminentes contiendas electorales dentro de unas semanas.

Sergio Velarde

29 de abril de 2021

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