jueves, 25 de mayo de 2023

Crítica: LA VACA QUE BAILA TAP


¡Hasta que se rompa el piso!

Encontrar una pasión, un camino o un sentido vital para nuestra vida puede resultar una de las tareas más complicadas de realizar. No solo por el proceso de búsqueda, sino por las dificultades que juegan en nuestra contra. Entonces nos valemos de la resiliencia para nunca retroceder en la consagración de los sueños. Valiosa lección que la obra La vaca que baila tap de la mexicana Jimena Eme Vázquez toma como temática principal. Y que la directora Paola Eirene desarrolla muy bien escénicamente, en la que sería su ópera prima en el teatro profesional.

Aquí vemos la historia de Bonita, una vaca particular que nació con seis patas: las traseras (Melina Hernández), las delanteras (Andrea Brissolese) y las de arriba (Verony Centeno). Las tres nos narran cómo es que las patas de arriba, después de vivir creyendo que son inservibles, descubren que su sueño es bailar tap. Luego surgirá una valiosa oportunidad para demostrar su talento, pero primera tendrán que enfrentar la incomprensión antes de lograr el éxito.

Para empezar, el elenco consigue definir correctamente a cada personaje, incluyendo a los que tienen apariciones breves. Además, hacen buen uso de los elementos que construyen la convención, como son las máscaras de los animales y el vestuario. Esto sumado a un manejo eficaz del cuerpo y la voz. Cabe resaltar que Centeno se luce como protagonista, desde sus números de baile hasta las escenas más sensibles para el espectador. No obstante, sus compañeras también tienen destreza en la comedia y en llamar la atención del público infantil.

Acertadamente el estilo minimalista y la manipulación de objetos resultan precisos, porque nos invitan a usar la imaginación. Así le podemos dar continuidad a los sucesos de una forma dinámica sin necesidad de cambios de luz o algún otro recurso ya demasiado gastado. Por ejemplo, cuando un camión de juguete retrata el viaje largo de Bonita de ciudad en ciudad y, a la vez, funciona como transición de una escena a otra (mismo paralelismo de un montaje cinematográfico). O cuando la frase de un enorme libro plantea el mensaje y postura de la obra. Adicional a ello, la música y la iluminación terminan de acondicionar la visión tierna y dulce de la directora Eirene.

Siempre lo ideal en una propuesta de teatro para la familia es que sea entretenido tanto para los niños como para los padres o espectadores en general. Este caso se aplica en La vaca que baila tap, ya que no subestima a su público con respecto a temas serios, ni tampoco se olvida de brindar goce estético en la interpretación y en el arte de su espacio. Por lo tanto, no hay manera de poner en duda de que el teatro para niños tiene mucho rigor al igual que el teatro para adultos. 

Christopher Cruzado

25 de mayo de 2023

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