lunes, 8 de mayo de 2023

Crítica: EL DIABLO, UN CUENTO DE SUSPENSO DE LEÓN TOLSTÓI


¿Qué pasa si negamos nuestros deseos?

Para el filósofo Arthur Schopenhauer, el mundo es un lugar doloroso y desagradable en donde vivimos en una constante lucha por la supervivencia y el éxito, haciendo que la vida humana esté marcada por la frustración y la insatisfacción. Por ello, la única vía de escapar de este ciclo de sufrimiento es mediante la negación de nuestros deseos y necesidades. Aquí puede radicar la fuente de nuestra infelicidad: solo renunciando a nuestros deseos podemos alcanzar la paz y la serenidad.

Precisamente, en este mundo doloroso y desagradable arrastrado por el deseo, transita el protagonista de esta puesta en escena, Yevgueni Irténiev, quien no puede resistirse a la tentación de una joven campesina, con quien acuerda tener encuentros sexuales clandestinos y con la que se irá involucrando más allá de lo que él pretendía. Este vínculo para él no trae nada bueno por la vida que se plantea, ya que acaba de llegar a una hacienda, herencia de su padre, con el objeto de producirla y así pagar las deudas también heredadas, así como de contraer nupcias con su prometida.

La obra nos presenta clara y progresivamente, bajo la dirección de Mateo Chiarella y Lucho Tuesta, cómo este personaje va encerrándose en sus propios deseos, en sus propios pensamientos, porque quizá no haya nada más fuerte que ser preso de nuestras propias reflexiones e impulsos, todo rodeado de una atmósfera de misterio a la vez que bucólica.

Uno de los personajes elabora jaulas para las aves que viven en libertad en el bosque, aduciendo que estarán más seguras con él; acaso una metáfora acerca de cómo estar sometidos a nuestros deseos, encerrando aquello que vive libre en nosotros, que es nuestra capacidad de elegir. Por su parte, la esposa de Yevgueni expresa que la causa de su felicidad es la felicidad de su esposo, asimismo vemos a cada personaje intentando controlar algo, sin saber que aquello que es control desde su deseo, finalmente los terminará controlando a ellos mismos.

El escenario de un teatro circular como el de la sala Ricardo Blume de Aranwa da la sensación de estar en el mismo bosque, una enredadera de ramas arriba del escenario parece ser el inicio de una gran jaula mental o algo aún por definirse; así como los elementos del escenario, como sillas y mesas armadas con diferentes partes de otros muebles que se transforman en otras cosas, como quizá le ocurre al protagonista por dentro, asediado por sus propias pasiones e impulsos que lo llevan a cada vez deformarse más.

Por último, el cuestionamiento sobre dónde está el Diablo. Y es que está presente en cada detalle, cada vez que nuestros deseos nos gobiernan, que cedemos a la tentación, que tenemos la ilusión que lo de afuera tiene control de nosotros. Pero somos nosotros que, llevados por nuestras propias creencias, juicios y culpas, experimentamos que cielo e infierno están dentro de nosotros.

Muy buen trabajo del elenco, conformado por Sebastián Stimman, Andrea Luna, Milena Alva, Lilian Nieto, Ricardo Velásquez y Valentina Saba; todos muy parejos, conectando bien entre ellos y sus respectivos tiempos.

Yevgueni llegó a ese lugar con una misión clara, a cambiar su mundo, pero como bien dice el buen Tolstoi: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”

Manuel Trujillo

8 de mayo de 2023

No hay comentarios: