Los recuerdos en la piel
Cuando se acude al teatro, algunos
espectadores buscan entretenerse, otros escapar de la rutina, muy pocos parten
de la decisión de comprar una entrada para ir a reflexionar sobre la vida. Pero
qué grato es encontrar espectáculos que además de entretener, contengan en su
propuesta aristas que aborden a fin de cuentas estas, que son unas necesidades.
Entretener, reflexionar y detenernos a mirar. Porque finalmente el teatro es un
espacio de entrega donde cuerpo y mente de actores y espectadores conviven en una
historia, independientemente del código con el que sea abordada esta; siempre y
cuando se encuentre establecida, verosímil y continua, se puede disfrutar al
máximo.
Siendo este espectáculo un ejemplo claro. Gina
y Harold son una pareja con diez años de haberse casado. La acción inicia con
una no tan agradable sorpresa para Gina: su marido se ha enterado sobre su
embarazo y esta aún no sabe qué decisión tomar al respecto. Hasta ahí la
historia es prometedora, hay un conflicto claro. Harold casi presiona a Gina
para ser padres y esta huye ante tal situación que aparentemente se está
escapando de sus manos. El drama llega a continuación. Gina sufre un accidente
y cual tragedia de novela, pierde la memoria. Y del embarazo no se sabe más.
¿Lo tendrá, lo perdió? Cae un poco la acción.
No obstante, la magia aparece desde el ojo
de la dirección escénica. Pues un texto que podría ser lúdico, pero caer en la
inacción, coge ritmo, fuerza y presenta gracias a ambos actores que están
metidos de tal manera en la situación que el pequeño espacio del Teatro Esencia
se convierte en una pantalla gigante de cine cerca al público y la historia
corre de maravilla. Entre recuerdos, el presente, bromas absurdas, juegos sexuales,
canto y baile que juegan con gran desenvolvimiento los actuantes, se logra respirar
la esencia particular de la pareja haciéndole honor al teatro en sí mismo.
Tal espectáculo viene acompañado de un par
de monólogos, momentos oníricos logrados también por el manejo de la
iluminación y sonido que permiten poetizar la dimensión y tiempo en cada una de
las escenas, creando la atmosfera de ya sea tensión, diversión, ocurrencias
altivas o la decepción y tristeza. Por otro lado, la pequeña coreografía entre
actriz y actor, bien interpretada y sostenida, correlacionándose con los
muebles y el espacio nos transportan no solo a lo real de la historia, sino a
ver más allá de esta. Lo que cada objeto representa, lo que cada movimiento
poetiza. Por ejemplo, lo deteriorada que puede estar una relación que ha pasado
tanto durante diez años, independientemente de la existencia de una pérdida de
la memoria y no únicamente eso, sino que nosotras y nosotros mismos concluimos
en que nunca terminamos de conocernos. Pero, aun así, existe otro que, a través
de su tacto, mirada, abrazo, besos o recuerdos, permite que la vida sea más
agradable de vivirla. Sea por complementación, contradicción, deseo, admiración
o simplemente entrega, con la esperanza de que sea recíproca y responsablemente
afectiva.
Conny
Betzabé
16 de mayo de 2023
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