lunes, 29 de mayo de 2023

Crítica: HAMLET Y HAMLET. SER O NO SER… HIJO


Hijo

El escenario está bien construido, la estética del color y la distribución de los objetos genera una atmósfera interesante, incluso antes de empezar la obra. El color resalta constantemente en la composición y hace percibir el espacio como si se tratara de un pintor.

Cuando inicia la obra, aparecen proyecciones de video en el fondo del escenario que invaden todo el lugar y recarga de energía la creación, el humo envuelve el ambiente y las luces van construyendo un espacio de trance, donde aparece Salvini, el intérprete de Hamlet.

El actor tiene un micrófono de vincha que sirve para amplificar su voz: hay algo raro desde que comienza a hablar, su presencia no genera mucho, la composición escénica y artística va decayendo lentamente. Toda la atmósfera espectacular se queda en el vacío, Hamlet no me llegó a la conciencia, no supo calar dentro de mi entendimiento, ni de mi subjetividad. Los textos están entendidos superficialmente y el actor parece aletargado y su energía no explota, no consigue penetrar la piel.

Odar propone una estética interesante, pero Salvini no consigue magnificar lo que ya se ha logrado con la presentación de lo material. Es cierto que el teatro es un juego subjetivo, quizá no alcanzo a entender la propuesta, pero la voz todo el tiempo estuvo en un solo ritmo, el cuerpo era pesado y opaco, la presencia escénica se desparramaba sin lograr concretarse en el ambiente.

La utilización del micrófono de vincha puede ser una elección técnica adecuada, pero la voz no consigue elevarse, en los momentos estruendosos se genera ruido, Salvini mantiene solo una tonalidad y el micro parece una limitante más, que una amplificación de las capacidades de interpretación.

No obstante, hay momentos y decisiones que se pueden rescatar, como por ejemplo la elección de los textos, los audios que se entrecruzan con los monólogos del intérprete y la propuesta escénica en general que parece muy bien ideada, pero que ha tenido complicaciones para ser interpretada.

La presencia del padre y cómo esto genera huracanes en la conciencia del hijo es directa y clara, el viajar hacia las profundidades del ser también es notorio desde el inicio de la puesta, la atmósfera es el mundo interno de Hamlet, su soledad y su delirio.

Salvini consigue buenos momentos cuando juega con la pintura y dibuja sobre el cristal; cuando se embriaga e inhala cocaína, logra exaltar su alma y con ella, la de quien lo observa. Son las pasiones humanas revolcándose en un mundo de colores. Uno de mis momentos favoritos es cuando suena una música punk y el actor coge un micro y expresa todo lo que siente, caen como dardos las expresiones y hay un cuestionamiento hacia algo, sobre algo.

Finalmente, la fisicalidad del actor me parece un elemento que puede ser aprovechado para generar el caos del hijo con el recuerdo del padre; el vestuario es atractivo y compone muy bien con el aura del personaje y la estética de la composición, los pasajes sonoros han sido bien colocados, los textos que van apareciendo en la parte posterior del escenario también funcionan, como si fuera una conversación con nosotros mismo, con nuestro ser. Las luces y el humo conducen al espectador hacia una introspección y evidencia la descomposición de la era, que son muy bien acompañados con la violencia del intérprete y su performatividad.

Moisés Aurazo

29 de mayo de 2023

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