martes, 16 de mayo de 2023

Crítica: MAQUINAL


No es libre quien no puede consigo mismo

Maquinal es una obra inspirada en la historia de Ruth Snyder, la primera mujer ejecutada en silla eléctrica en 1927, New York. Josué Méndez, el director en esta ocasión, nos presenta un completo drama expresionista abordado desde una propuesta experimental tanto del uso del espacio como de las técnicas dramatúrgicas para explorar ideas de feminismo, igualdad, crimen; pero, sobre todo, libertad en una sociedad opresora y mecanizada que, a pesar de estar lejos de tiempo y lugar al nuestro, no es tan diferente a la realidad que afrontamos día a día. Hace poco en La Libertad una mujer fue acusada de haber quemado vivo a su exesposo, jugando aquí un papel fundamental las manos de la justicia. Así pues, la historia de Snyder, finalmente, resuena en cada una y uno de nosotros desde el cuestionamiento sobre qué tan libres somos y podemos ser, a pesar de todo.

Para ello se vale muy bien de la composición de una perspectiva negativa de la realidad donde la protagonista se expone como una individua impotente frente a distintos hilos de poder presentes en su vida: familiar, laboral, sentimental. Desarrollándose así la subjetividad del personaje que en el transcurso de la acción logra la expresar sus sentimientos muy individuales, pero a la vez humanos, en relación a la soledad, el hastío y la miseria humana. Además, me arriesgaría a señalar que, desde la mirada expresionista, se respira una sensación y atmósfera de improvisación muy bien realizada por Jely Reátegui, quien en su máximo esplendor y metida en el drama del personaje, obtiene momentos muy potentes con la madre, esposo, amante y todo el tiempo consigo misma. Sin perder el valor de la intuición escénica que viene bien con el mismo sentir expresionista, ya que, desde un silencio, suspiro o el detalle del cabello que comparte con la madre, indagaría sobre los sentimientos primarios o instintivos de su personaje, así como el mundo onírico y lo grotesco de su universo.

Por otro lado, la dirección escénica de actores como de elementos, utilería, luces, proyecciones y en general la escenografía, permite la tensión entre la realidad y lo percibido de la obra. Las formas angulosas en el escenario y las superposiciones de escenas, las deformaciones y pausas del video proyectado en plena confesión sostendrían la potente imagen de opresión y vigilancia. De esta manera podría inferirse que, todos y cada uno de los personajes son cautivos bajo el ojo de un alguien que los observa y hasta persigue por sobre la ventana del techo, sea un remordimiento, culpa, arrepentimiento, el instinto o la simple luz de la luna que no les deja quieto en ningún momento el pecho. Conociendo así cómo estos personajes viven presos del trabajo, de la pareja, la familia, de los celos, envidia incluso de los propios sueños, siendo capaces de traspasar la delgada línea entre su libertad y la del otro. Asimismo, los personajes sin nombres o que solo son nombrados por sus iniciales, complementarían el estilo de este tipo de dramaturgia, donde con frecuencia las figuras no tienen nombres individualizados, sino que responden a denominaciones de tipos, potenciados por los comportamientos y las actuaciones no naturalistas muy bien ejecutadas por todo el elenco en cada uno de sus respectivos personajes.

Conny Betzabé

16 de mayo de 2023

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