sábado, 20 de mayo de 2023

Crítica: UN MALDITO SECRETO


...Y unas cuantas verdades

Aldo Miyashiro nos entrega en su obra Un maldito secreto un gran trabajo tanto de dirección como de texto. ¿Ponerse a escribir en rima a estas alturas del partido? ¿Para qué? ¿Para quiénes? Completa duda, pero un majestuoso juego.

Es una potente experiencia la que nos ofrece él y todo su elenco a cargo. Una tragicomedia en todas sus letras. La emoción se adueña del público, es inevitable salir del recinto dialogando sobre lo espectado, cuestionando, reflexionando, sonriendo, llorando, las palmas continúan hasta el baño. Probablemente nadie esperaba ni sabía de qué se trataría en sí la obra. Le viene bien el juego inicial, sembrarnos el morbo de que algo sucederá, nos atrapa y le termina haciendo honor al nombre de la obra. El material de multimedia bien manejado en relación a la convención del espacio, de igual manera las luces y ese pequeño guiño de los dos actores mayordomos para con el público. Sirviéndonos a todos el inicio de lo que nunca se va olvidar: el secreto, el maldito secreto.

Como bien ya se ha comentado: al mejor estilo shakesperiano, sí, es un espectáculo que conmueve al público, quizá podría hacerlo un poco más y llegar a ser memorable si algunas  partes de la historia, sobre todo aquellas donde existen rupturas de la cuarta pared -si es que las hubiese- porque por momentos pareciese y por otros, simplemente se nos obvia, y es más evidente cuando cada uno de los actores y actrices interpreta su pequeño monólogo, algunos actores nos miran y a modo de confesión, comparten aquello que los hace quienes son (el personaje) y los otros se ensimisman, caen en modismos de la emoción y nos pierden, no comunican.

Quizá la función a la que acudí tuvo sus imprevistos, como alguno que otro texto desfasado, sin embargo, bien solucionado a final de cuentas. Uno que otro silencio largo, quizá por falla técnica de entrada de luz o movimientos que generaron pequeños desastres que pudieron también ser enmendados en el acto. Por otro lado, no está de más mencionar que la acústica no parece ser favorable para los actores más jóvenes, puesto que eran quienes por largos momentos no se les entendía del todo lo que decían y en una propuesta donde se dialoga todo el tiempo en rima, ya se imaginan. La historia cae, pierde la atención del público, la acción se dispersa y no permite el goce pleno de la historia o la catarsis si gustan llamarle. Asimismo, la canción interpretada por el joven actor podría darle a la obra un grado de trascendencia, pero gran parte de lo que interpreta se pierde por su resonancia, la acústica o quizá solo la orientación en la que se encuentra ubicado el piano.

Finalmente, destacar entonces a Ximena Arroyo como ama y dueña del espacio, a su buen amante, Gilberto Nué con ese potente control y manejo escénico, además de la increíble demencia de Sylvia Majo para interpretar tremenda historia, componer incluso desde el silencio detalles entrañables y contener tanto desde su personaje.

Conny Betzabé

20 de mayo de 2023

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