La duda razonable
Curiosa, por escribir lo menos, resultó la coincidencia de
haberse presentado en estas últimas semanas, y prácticamente en paralelo en
nuestra cartelera teatral, tres versiones de una misma pieza: la excelente Doce hombres en pugna (Twelve Angry Men,
1955), escrita por el autor norteamericano Reginald Rose. ¿Qué tiene esta obra,
acerca de la tensa deliberación de un jurado de doce varones blancos sobre un
caso de pena capital, que la hace tan atractiva para haber provocado esta
llamativa casualidad en tres diferentes colectivos teatrales capitalinos? Pues
no cabe duda que fue por la notable calidad del texto. En todo caso, estos tres
espectáculos en mención fueron los siguientes: Doce hombres en pugna, a cargo de egresados de la Escuela del Bardo
de Miguel Iza y dirigidos por su hijo Franco, en un juego escénico para seis
actores varones; Los 12, con la
dirección de Johan Robles, a cargo de La Escena Producciones, ambientada la
puesta en la Lima del 2022 y con un elenco mixto; y finalmente, Los 12 sin piedad, presentado por
D´Arcanus Producciones y dirigido por Víctor Eduardo Barco, cuyo mayor mérito
radica en haberse acercado con el suficiente respeto al material original, aunque
con ciertas particularidades que acaso no le jugaron del todo a favor.
Estos reparos tienen que ver con las muy pocas, pero
relevantes, modificaciones realizadas por Barco al texto original; cambios que por
cierto, el mismo Rose también realizó en su momento. Estrenada originalmente como
película para televisión en 1954 y luego llevada a la gran pantalla (con el
actorazo de Henry Fonda) tres años después, el autor adaptó su propio guion para
una nueva versión para televisión en 1997 (con otro actorazo como Jack Lemmon),
en el que incluyó como jurados a ciudadanos afroamericanos. Consultado sobre la
no inclusión de mujeres como parte del elenco para esta nueva versión, 43 años
después de la original, Rose respondió: "Entonces
el título tendría que cambiarse a Doce personas en pugna, y no sería tan efectivo". Al
margen de la insólita anécdota, esta respuesta sí que es significativa. Y es
que los derechos por los que vienen luchando las mujeres se están evidenciando recién
en las últimas décadas. Hasta finales del siglo XX, por ejemplo, las mujeres
estaban con frecuencia excluidas de ser parte de cualquier jurado. Barco
incluye en su versión a cuatro actrices como jurados y una más, como la
asistente del juzgado.
Pero quizás la mayor objeción que se le puede hacer al
montaje presentado en el Teatro Auditorio Miraflores sea el de no definir la
época exacta en la que transcurre. Y la razón es muy sencilla: no es lo mismo
discutir, como jurado, sobre si quitarle la vida o no a otro ser humano en los
años cincuenta que en los dos mil veinte. De acuerdo al portal Statista, en Estados Unidos, viene
observándose una tendencia decreciente en los condenados a muerte desde el 2009
hasta el 2021, pasando de 52 a 11 personas, respectivamente. Si la puesta fuera
ambientada en los cincuenta sería perfectamente entendible la naturalidad con
la que se habla de un condenado a la pena capital; sin embargo, la inclusión de
mujeres en el jurado, especialmente algunas luciendo muy empoderadas o con el
cabello decolorado como en la actualidad, nos remiten a tiempos muy recientes,
en los que el valor de la vida humana ha cobrado un nuevo y valioso
significado.
Pero dejando a un lado estas reflexiones, el producto final,
como se mencionó anteriormente, es bastante positivo, pues la historia se sigue
con interés y el suspenso va en aumento ante cada nueva revelación acerca del
crimen, mientras la duda razonable va apareciendo progresivamente. La puesta en
escena arranca de manera inmejorable, quizás rindiéndole homenaje a la
magnífica película original en blanco y negro, con el video grabado del juez (Pedro
Olórtegui) sobre el telón, anunciando el inicio de la labor del jurado. Tal vez
no del todo acertada la decisión de anticipar el voto del Jurado 8 (el siempre
sólido David Huamán), colocando al actor en primer plano desde el inicio. El
elenco, por su parte, es dispar en energía y experiencia, integrado por Patricia
Moncada, Miguel Agurto, Gio Poggi, Edgar Linares, Antonio López, Paola Vera, Ricardo
Morante, Daniel Zarauz, Dayana Vernazza, Luis Gaitan y el mismo Barco; no
obstante, en general todos defienden con bastante corrección sus personajes.
Mención aparte para la buena labor de Agurto, como el Jurado 3. Los 12 sin piedad fue un muy digno
acercamiento a este clásico drama jurídico de Rose, y deja abierta la polémica de
que toda modificación o agregado sobre el material original, por más pequeña
que sea, le sume al montaje final. En ese aspecto existe, por supuesto, una
duda razonable.
Sergio Velarde
10 de mayo de 2023
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