República de Ecuador
Es interesante que la
virtualización nos esté ayudando no solo a explorar lo artístico de este medio,
sino que nos da la oportunidad de conocer otros pueblos hermanos y en este caso,
tocó al Ecuador. País cuna de vanguardias de este arte como Teatro Sucre, Casa
Teatro Malayerba o dramaturgos como Peky Andino Moscoso o Arístides Vargas.
Recientemente, el Ministerio de Cultura de Ecuador y la Universidad de las
Artes (Uniartes), que promueven diálogos, identidades y la producción artística
intercultural.
Stage Perú nos trajo la
breve obra ¡Es tiempo de casarnos?
Así, con esos símbolos gramaticalmente incorrectos de exclamación e
interrogación. La espera fue breve y la función comenzó
con puntualidad. La primera impresión
que me dejó fue la escenografía sucinta: una ambientación de sala de
departamento bastante convencional, pero con una luz que lo diseminaba todo,
sobre todo el color. Durante toda la presentación era
muy difícil no pensar en ese detalle.
Por otro lado, las
actuaciones de Raúl Sánchez McMillan (quien también es el dramaturgo) y Daniela
Rodríguez me generaron mucha extrañeza. Posiblemente, la brevedad del montaje
(20 minutos) no me permitió darme cuenta de aspectos resaltantes, pero sí de
una baja energía y organicidad. El mes pasado miré un ensayo abierto de Alberto
Ísola sobre una escena de La profesión de
la señora Warren (Bernard Shaw) y mencionaba que cuando un actor responde a
la emoción de su compañero, pues eso vale oro. En este
montaje las emociones fueron muy lineales y los conflictos muy extraños. Incluso, cuando los personajes hacían monólogos
frente a la cámara, dejaba una sensación de no estar apreciando una actuación
con intenciones claras.
Quiero indicar que esta
crítica la narro desde un absoluto respeto por el trabajo de Sánchez McMillan y
su equipo, pero creo que el montaje pudo tener muchos más elementos de
creatividad y apelar a más herramientas tecnológicas. Al montaje le faltó más
emoción, más intriga y por supuesto, un factor fundamental de todo texto
dramático: el conflicto. Nunca quedó claro cuál era, es decir, ¿el personaje de
Daniela tiene miedo a que le proponga matrimonio? Es un
conflicto que personalmente me parece muy extraño. Por un momento, me imaginé que una infidelidad de
último momento habría funcionado genial y hubiese dado un interesante giro al
montaje.
Retomando al tema de la
integración, me pareció genial que este haya sido un montaje binacional. La
entrada estuvo a diez soles o tres dólares (la moneda oficial de Ecuador).
Finalmente, el montaje me hizo reflexionar acerca de que los formatos de microteatro
son potencialmente atractivos en estos contextos de virtualización y Stage Perú
ha sabido estar a la vanguardia con esta iniciativa.
Enrique Pacheco
1º de setiembre de 2020
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