viernes, 11 de septiembre de 2020

Crítica: 12 EN PUGNA


El tiempo y las adaptaciones

Convertida en película de culto, Doce hombres en pugna (Twelve Angry Men, 1957) fue un proyecto escrito originalmente para la televisión por Reginald Rose, pero que encontró en la pantalla grande (con un actor de la talla de Henry Fonda) un justo sitial, difícil siquiera de igualar. Las posteriores adaptaciones televisivas y teatrales de la pieza debieron y deberán conformarse inevitablemente con permanecer bajo la inmensa sombra de la cinta de Sidney Lumet. La historia es ya conocida: doce caballeros, la mayoría blancos, cuarentones y de clase media, forman parte de un jurado que debe decidir la suerte de un muchacho latino acusado de parricidio, dentro de una calurosa y claustrofóbica sala de deliberaciones; además, el veredicto debe ser unánime, sin embargo, el jurado 8 es el único que no está del todo convencido de la culpabilidad del joven, que podría ser condenado a muerte. Un texto extraordinario (que sirve incluso hasta ahora de modelo para estudiantes de Derecho), pero que ha perdido mucho de su fuerza inicial en las últimas adaptaciones a nuestra actualidad, principalmente por el inexorable paso del tiempo.

La Asociación Cultural Sinraztro, con la dirección general de Jhonatan Céspedes Roncalla había ya presentado una adaptación de la pieza original en 2012 y 2017, titulada sencillamente 12 en pugna, con el vocablo “hombres” dejado de lado, debido a la incorporación de actrices al elenco. Una decisión que, en su momento, fue alabada por nuestra colega Maria Cristina Mory, quien consideró que “se retratan características (valores, creencias, rasgos de la personalidad, etc.) que bien podría tener cualquier ser humano independientemente del género; sin embargo, la presencia femenina refresca el argumento y narrativa de la obra.” Este año, debido al cierre de salas, Céspedes se animó a llevar su versión a una plataforma virtual y además de ser mixto, con un elenco internacional. Una decisión que esta vez sí jugó en contra de la verosimilitud general de toda la puesta, de la que habría que rescatar únicamente el esfuerzo y entusiasmo en conjunto de los doce intérpretes.

Resulta inverosímil, desde el inicio, que un jurado de personas de diferentes nacionalidades y desde sus respectivos países deba decidir a través una reunión virtual sobre un caso de pena de muerte ¡en plena crisis sanitaria de este año! Pero además, el mayor problema que enfrenta esta nueva versión de Doce hombres en pugna sea acaso el de, paradójicamente, haber respetado en gran medida el texto original: si bien las formas se han modernizado demasiado, el fondo del texto original de Rose no lo ha hecho de la misma forma y luce hoy incluso hasta desfasado. Es muy improbable escuchar a varones, y ahora también a damas de nuestra época, despacharse a sus anchas sobre la real posibilidad de enviar tan cómodamente a la muerte a otro ser humano, no solo a pesar de todo el reciente avance de los Derechos Humanos a nivel mundial, sino considerando las lógicas deducciones de la (ahora señorita) jurado 8. Por otro lado, la creciente claustrofobia que se generaba conforme avanzaba la discusión, tan necesaria en el original, se encuentra aquí completamente ausente con los jurados en sus respectivos hogares. Y algunas caracterizaciones, seguro con el propósito de aumentar la edad de los actores, los convierten en peligrosas caricaturas.

El poderoso contenido político y social del original de Rose, con toda las diferencias culturales de la Norteamérica de los años cincuenta, se diluye en una versión contemporánea. El talento combinado de los actores Yamil Sacín, Eka Konysheva, Jesús Sasai, Jorge Luis Pérez, Luis Emilio Cerna Mazier, Diana Martínez, Nadia Teso, Mariano Vouillat Vindigni, Cony Fernández, Camila del Río, Mario Clavin y Manuela Menéndez merece una nueva oportunidad para aparecer juntos en escena, pero en una propuesta que se ajuste a la innegable realidad virtual en la que nos encontramos. Esta nueva actualización del clásico Doce hombres en pugna nos alerta sobre si es posible realmente adaptar cualquier tipo de texto a las ventanas en línea y sobre todo, con el tiempo avanzando a pasos agigantados.

Sergio Velarde

11 de setiembre de 2020

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