Un encuentro invisible y visible
Imaginemos que estamos en el Campo de Marte
o en el parque El Olivar. Tú y yo no nos conocemos, pero entablamos una
conversación. Tú escuchas mi historia, yo escucho tu historia. Tú me cuentas
aquello que te motiva decirme; y yo, también. Luego, en el transcurso de esta
interacción, conectamos tú y yo. Dadas las circunstancias nos podemos expresar
rápidamente sin ningún intermediario. Pero ahora, nuestro interlocutor está en
otro lugar y sus ojos se convierten en el lente del dispositivo que usamos para
comunicarnos. Pues su cuerpo o el nuestro pueden tornarse peligrosos si estamos
en convivio. Dadas las actuales circunstancias, ¿podremos crear la ilusión de
que el otro está realmente frente a nosotros y conectar de la misma forma? Esta
fue una de las preguntas que se planteó Sebastián Bellina, estudiante de artes
escénicas en la UPC, para realizar su proyecto escénico Viaje a la intimidad. Dicho trabajo es una creación en la que
participan su familia y él. Además, lo trasmitió desde su casa a través de la
plataforma Zoom.
Viaje
a la intimidad es un lugar para generar espacios de
conexión con el otro. Esta se funda en dos momentos claves para dicho objetivo.
La interacción invisible
Sebastián nos dice que le enviáramos un
correo para poder acceder a su espectáculo. Él responde nuestra petición del email
con “algunas cositas más”. Resulta que ha
enviado una fotografía de él y la información básica de la representación
teatral. Además, nos remite cierta información sobre nosotros mismos.
En su mensaje, intenta crear un espacio de
interacción. Pues la información pública -porque está en redes sociales- que
tiene de nosotros lo usa para entablar una conversación invisible entre él y el
espectador. Por ejemplo, si te dedicas al teatro y tienes una foto con algún
grupo teatral, él te enviaba esa misma foto comentándote que también se dedica
al teatro y que en ese mismo grupo conoció a su actual pareja. Así, a partir de
la observación virtual del otro, transforma una relación tipo actor –
espectador a una de persona – persona. En otras palabras, se presenta como él,
sin ningún personaje ni alguna etiqueta que diga que es el actor.
Este primer acercamiento con el público es
fundamental para generar una conexión con este. Pues el lazo con la otra
persona se crea a partir del reconocimiento de aquello que nos identifica. Y en
este caso, a partir de una fotografía o alguna publicación en cualquier red
social, el artista se identificó con el otro.
La interacción visible
La segunda parte de la interacción empieza
a las 17 horas del día domingo. Sebastián presenta varias escenas en la que nos
cuenta abiertamente un poco de él. Cada una versa sobre un aspecto particular
de su vida. Es decir, trata de llevar al
espectador por un viaje en la que el paisaje es la intimidad del artista. Los
momentos de cada escena presentan una temática en particular. En una escena
hablaba sobre su relación con sus abuelitos; en otra, sobre su primer encuentro
sexual, por ejemplo.
Al término de cada escena, llevaba al
público al plano real. El espectador, luego de haber visto una parte de su
historia, tenía la posibilidad de comentar algo que haya resonado en él. En ese
momento, se generaba la ansiada conexión entre todos. No solo entre Sebastián y
el espectador que contaba alguna experiencia análoga al del artista. Pues todos
eran parte de un mismo testimonio y dicha aseveración partía de algo verdadero.
Así, el creador pudo lograr abrir el corazón de cada espectador y generar
espacios para que cada uno cuente una parte de su historia.
Por otro lado, los agentes actuantes del
proyecto escénico presentaban los mismos roles que en la cotidianidad de sus
vidas. Además, contaban momentos que les había sucedido realmente. Pero cuando
mencionaban algunas frases de los parlamentos no parecía orgánico. Sin embargo,
su historia fue verosímil. Pues Sebastián creó la atmósfera de su obra momentos
antes de la función. En otras palabras, el espectador ya sabía que el artista
contaría una pequeña parte de su biografía y los agentes actuantes serían
miembros de su familia.
En resumen, Viaje a la intimidad no es solo un texto escrito y llevado al hecho
teatral. Es un espacio para revivir y contar momentos alegres o tristes de
nuestra existencia, además de conectar y empatizar con el otro.
Elio Rodríguez
31 de agosto de 2020
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