Qué difícil es escribir una columna sobre teatro en un momento como este
Sería muy fácil empecinarse en hacer una crítica sesuda al gobierno y su respuesta, y aunque sería totalmente merecida, sería también, completamente inútil. Antes de la pandemia ya había una desidia sobre el asunto cultural (y qué decir del teatral). Salvo algunas iniciativas fugaces, tanto el gobierno regional, provincial y la dirección desconcentrada de cultural, habían hecho bastante poco. Criticarlas ahora sería lo mismo que criticarlas antes, pues su accionar puede ser resumido en la misma palabra de hace un año: deficiente.
Algunos sintieron una alegría momentánea al enterarse de un bono cultural, nacido más que de una iniciativa consciente del ministerio, como una medida de apagar el incendio generado por el escándalo Richard Swing. Los que nunca habían visto beneficioso el presentarse a algún incentivo para proyectos culturales se pusieron manos a la obra, hubo un flujo mayor de información sobre el asunto, se buscó formación sobre cómo presentar proyectos y afines, pero la desilusión fue también rápida al no encontrar lo que creían que sería el ministerio: un organismo estatal deseoso de absolver dudas y promover la cultura.
Es verdad, el gobierno, en sus distintas personalidades locales y nacionales, es bastante deplorable en su actuar. No haber gestionado bien la crisis para el sector es enteramente su culpa, pero esto no es una noticia, no es una novedad, antes tampoco gestionaba nada.
¿Y nosotros qué? ¿Nosotros, los teatreros arequipeños, no tenemos parte de culpa en este acabose? Ni bien empezada la crisis caímos en cuenta que nuestro sector estaba desunido y sumido en la informalidad. Sobre la marcha, tuvimos que resolver problemas nacidos de nuestra propia desidia.
Desesperadamente, y con la ilusión de recibir un poco de ayuda, se intentó reactivar la Asociación de Teatristas de Arequipa, la que, de no ser por el contexto, seguramente seguiría desatendida y sin el mayor interés por parte de sus socios. Los padrones hechos a la volada son otro cuento. No teníamos idea cuántos éramos y lo que hacíamos, no sabíamos a ciencia cierta quién era el colega, el aliado en esta lucha.
No teníamos destreza en la presentación de proyectos para fondos concursables (algunos no sabíamos que existía tal cosa) y buscamos información en donde se pudo para poder presentar alguna cosita que termine financiada por el Ministerio.
Llenamos más de un padrón, sacamos cuentas de lo perdido en el año, buscamos asociarnos a como sea posible y todo esto, tras habernos dado en la cara con la realidad de nuestro mal.
Sí, es cierto que el gobierno tiene gran culpa en el manejo de la crisis, lo que ha hecho más profundas las grietas en el sector cultura; sin embargo, debemos reconocer que nosotros mismos ayudamos con inacciones a que esto sea peor de lo que ya era.
Algunos han tenido que cerrar casas culturales, mantenidas a punta de afluencia de público; otros, empezar a vender mascarillas o repartirlas en bicicleta: los de allá han regresado a sus ocupaciones principales; y aquellos han innovado y tratan de hacerse nuevos nichos de mercado con las bondades que nos brinda la tecnología; pero si en algo debemos converger todos es en la necesidad de cambiar nuestra actitud.
Planificar y precaver el futuro deben ser nuestras nuevas palabras favoritas, no podemos esperar más a que el Estado haga algo por nosotros, sobre todo en este momento en el que se nos viene la cresta de la ola de esta enfermedad. Aprendamos de lo que nos pasa para que mañana no repitamos estos mismos errores.
Buena suerte y fuerza para todos.
Mauricio Rodríguez- Camargo
Arequipa, 5 de agosto de 2020
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