jueves, 6 de agosto de 2020

Crítica: MI MUÑEQUITA – LA FARSA


Todas las promesas de mi amor se irán contigo

“La lucha por los derechos humanos y la igualdad de género no están en cuarentena.” Una aseveración de suma importancia en estos tiempos, que Butaca C Producciones y el joven director arequipeño Carlos Rudas esgrimen para presentar la puesta virtual de Mi Muñequita – La Farsa, texto del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón, estrenado en el 2004. Como bien se explica de entrada en el título, la pieza se basa en la sátira, la exageración y en los toques tragicómicos para contar una escabrosa historia dentro de una familia acomodada que vive de las apariencias y de su escandaloso egoísmo. La obra es presentada de manera adaptada para una duración menor que la original en la plataforma de Joinnus, acompañada de preocupantes estadísticas de violencia familiar en estos últimos meses (y que jamás deben dejar de sensibilizarnos) durante las tres llamadas de inicio de la función, mientras suena Porque te vas de Perales. Si bien se pueden observar detalles que pueden mejorarse en el producto final, la historia en general avanza sin tropiezos, muy bien ejecutada por su efectivo elenco.

Mi Muñequita – La Farsa puede parecer demasiado sencilla y superficial en su desarrollo, pero esconde un brutal trasfondo social que sigue vigente a casi veinte años de su concepción. Calderón explora las disfuncionales y abusivas relaciones entre los miembros de un clan familiar, con la madre alcohólica (Julia Thays) y el padre histérico (Claudio Calmet) a la cabeza. Le sigue el tío acosador (José Miguel Arbulú) y el mayordomo omnisciente (Jorge M. Moretti) que hace las veces de conductor de la historia para los espectadores. Pero Rudas parece centrar su atención en la relación entre la Nena (Fiorella Luna) y su Muñeca (Alejandra Saba), quienes se convierten en la mayor fortaleza de la puesta virtual, consiguiendo las mejores escenas con un acertado y creíble cambio de registro de víctimas y victimarias: ante la amenaza que pende sobre la Muñeca por ser la supuesta responsable de la inmadurez de la Nena, estas van perdiendo la inocencia y la ingenuidad, mientras que horrendos crímenes van planeándose y llevándose a cabo, en duro contraste con el sentimiento de pérdida de la composición de Perales.

Como se mencionó anteriormente, el producto final puede subir varios puntos siempre que abrace su condición de farsa de manera completa: el hecho de estar los actores privados de una interacción real en el mismo espacio les impide experimentar con el juego físico, tan propio del lenguaje escénico que se anuncia en el título. El texto está bien interpretado (especialmente Luna y Saba), pero se extraña un mayor vuelo creativo en el vestuario y especialmente, en el maquillaje, para así entrar en la convención del estilo elegido. El lenguaje procaz y grosero del texto se justifica ante la intensidad de la situación, mientras que las frases en medio de las llamadas iniciales merecerían una corrección ortográfica. Mi Muñequita –La Farsa, si bien se queda un poco corta para ser considerada como tal, sí que es un pertinente y descarnado retrato de una sociedad violenta, machista y frívola, y que se convierte en una acertada denuncia contra una preocupante realidad a la que no podemos darle la espalda. “Todas las promesas de mi amor se irán contigo, me olvidarás, me olvidarás, porque te vas...”

Sergio Velarde

6 de agosto de 2020

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