Feliz traslado a la virtualidad
El reciente estreno virtual de la pieza Chami y la Ciudad Dorada (2018), lograda propuesta escénica del director de Teatro Esencia, Gerardo Fernández, sirve de marco perfecto para analizar (al menos, superficialmente) el panorama del Teatro para niños o Teatro para la infancia en cuanto a cuestiones de fondo y forma, al lado del estreno absoluto (este sí) de Las aventuras de mi hermano Carlitos y yo de Sergio Ota. La primera es la adaptación a una plataforma virtual de un texto escrito y estrenado previamente por el mismo Fernández, con dos exitosas temporadas teatrales a cuestas con público presencial; mientras que la segunda, una pieza escrita específicamente en tiempos de pandemia. Fórmulas y condiciones diferentes, es cierto, pero que dan como resultado, felizmente, interesantes y entretenidas propuestas para los más pequeños, aunque sus ensayos, planteamientos y ejecuciones hayan sido diametralmente opuestos.
Ya lo mencionaba Elio Rodríguez en su análisis de ¡A ver, un aplauso!: no es lo mismo tener a los actores interactuando entre ellos y compartiendo el mismo espacio físico (como en la propuesta de Ota), que dialogando a través de una videollamada y además, haciéndonos creer que están uno frente al otro. Es indudable que el hecho teatral “de antaño” exigía del espectador entrar en la convención de la gran “mentira” que estaba dispuesto a ver, pero acaso para el mundo virtual sea esta misma convención el triple de exigente y compleja. Para los actores y para el público. Sin embargo, el talentoso elenco de Chami y la Ciudad Dorada, en sus respectivos hogares y bien dirigidos por Fernández, se las ingenian para cautivar a los niños con la misma historia: la niña de origen andino, Chami (Katherina Sánchez), es víctima de bullying y discriminación por parte de un niño malcriado (Luis Golding); es entonces que escapa a un mundo imaginario de la mano de la Vicuña (Miluska Eskenazi) y el Cóndor (Elihu Leyva) en donde aprenderá grandes lecciones.
A destacar las convincentes actuaciones de Sánchez y Golding, así como la maestría musical de Eskenazi y Leyva para interpretar emocionantes canciones en vivo, creando la atmósfera adecuada para el desarrollo de la historia. Todos los temas que propone Fernández, como el racismo, la violencia psicológica a temprana edad y la importancia de la autoestima no pierden garra en su pase a la virtualidad, dejando un gran mensaje para los pequeños espectadores. Los obstáculos que pueden representar las nuevas herramientas de las plataformas tecnológicas son convertidos en oportunidades para este caso: Fernández logra demostrar con esta nueva Chami y la Ciudad Dorada en línea que sí es posible trasladar a las pantallas las historias escritas previamente para teatro de manera coherente y digna, sin perder el rumbo del objetivo original.
Sergio Velarde
5 de agosto de 2020
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