Seguimos caminando en las noches oscuras
Ante estos tiempos de trascendencia vivencial, de temor e incertidumbre, cada vez se hace más reiterativo el pensar en la manera que podamos salir de este declive, de este agujero que cada vez ahorca y ahorca con más y más vileza y en ese buscar, encontramos como refugio las diferentes y múltiples maneras de pensar, de reinventarnos, de podernos conducir ante tales incertidumbres en ese camino crispado.
Somos artistas, somos los que no alcanzaron la tarjeta de invitación membretada y brillante, somos aquellos que no estarán en la lista de los elegidos para las reuniones y los brindis políticos, somos el adorno simpático de un conjunto de actividades de ciertas instituciones, grandes y pequeñas, de poco poder o de grandes poderes, somos la clase que no quiere meterse con nadie porque nuestra esencia y alma es libre, pero es cierto que también somos la parte sustancial de la sociedad, la que mueve, la que agita mentes, almas y conciencias, la que denuncia, la que ejerce en el anonimato muchas veces, pero que también resuena como los truenos cuando de algo se tiene que declarar y exigir en voz en cuello y con el puño endurecido.
Sentimos la soledad, sentimos el abandono, estamos viendo cada vez más de cerca el aislamiento y la impotencia, vemos el atardecer en las pupilas de nuestras miradas en tiempos y fechas que ya no tienen significancia, más que un solo nombre pérfido llamado “pandemia”, solo eso, que está ya en nuestra mente constante; sin embargo, no nos resignamos, ni nos dejamos vencer, ante la inminente y pesada avalancha descontrolada de información y prohibiciones que cortan las alas creadoras de nuestro ser.
Estamos también con hambre de escenario, con hambre de querer salir de detrás de esa puerta, de decir y gritar que necesitamos trabajar, que necesitamos vivir, porque en estos tiempos hermanos, nosotros no estamos abrazando nuestro aire, no estamos abrazando nuestra pasión, no estamos abrazando nuestro oficio, solo estamos sobreviviendo del poco sueño que subexiste y nada más.
Somos la clase de personas que se resisten con fuerza a no perder sus sueños, sus metas, a su oficio humano, estamos en estos tiempos que nos tocó caminar, tiempos que quizá nos haga fuerte o nos derroten, nos reinventamos; sí, claro que sí, con medios no oficiales de nuestro quehacer, medios que nos quitan la esencia del contacto humano, eso que somos, contacto humano, puro y sincero, en las tablas, en el escenario, sí, en ese escenario que nos extraña y nosotros a él.
Seguimos en la lucha, en reuniones en conversaciones, en agrupaciones, en sindicatos, en grupos, en ellos, para poder decir: ¡Aquí estamos!, ¡estamos presentes!, ¡no hemos muerto!, necesitamos atención a un poder o a un arlequín que es el todopoderoso Estado, ese que tal vez nos pueda auxiliar, pero no siempre responde a lo que queremos, responde de manera burocrática y fría, muy fría, y nosotros somos humanos y estamos hechos de pasión y vida.
Estamos presentes y casi nadie nos oye, estamos aquí, y el tiempo pasa y pasa, cada día, cada hora, sin compasión, sin temor, sin dulzura, sin amor de nuestro público, de nuestra gente, de nuestros abrazos de cada fin de temporada, de cada presentación, de cada encuentro, nos queda solo un momento para poder escribir, respirar nuestro oficio, estamos ahí para decirnos: Vamos, compañero, sumemos, sumemos más y más, ya podremos ver la luz al final; sigamos, hermanos, sigamos, compañeros, que todavía hay mucho que caminar, esto es solo una pausa; tranquilo, hermano, no dejes tu vestuario, que el escenario está aún presente, él está ahí aún…
Edgar Palomino
Ayacucho, 1º de agosto de 2020
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