De lo poético a lo festivo: la obra que acerca las artes escénicas a niños y adultos
El Centro Cultural de la Universidad del Pacífico presenta La Ópera de los Monstruos, un montaje creado desde la colaboración entre la Compañía Flotante (Perú-Argentina), STAGE of the ARTS (México), con la dirección artística de Natalia Chami, Azul Borenstein y Yuriria Fanjul, con música original de Rodrigo Cadget. La propuesta se plantea como una puerta de entrada poética y festiva al universo de la ópera, pensada para un público familiar, con especial énfasis en los más pequeños.
Desde el inicio, el espacio escénico establece un lenguaje claro: los músicos ocupan un sector visible, tocando en vivo, mientras el resto del escenario se convierte en territorio de lo poético y sensorial. Una gran tela transparente en el proscenio introduce un recurso visual de fuerte valor poético, anticipando la relación entre lo tecnológico, lo musical y lo dramático. Los músicos marcan el código sonoro desde el inicio con una sinfonía dulce que abre paso al relato: la luz descubre al protagonista y, con él, un mundo onírico poblado de seres singulares.
La composición escénica se sostiene en una combinación eficaz de lo visual, lo sonoro y los elementos de diseño escénico que potencian el argumento. Este diseño sugiere que los personajes centrales son niños, reforzando la identificación del público infantil. Colores y materiales construyen un universo simbólico donde conviven criaturas fantásticas, cada una definida por su propia corporalidad y propuesta vocal. La iluminación delimita el tiempo y espacio, mientras las proyecciones multiplican los estímulos sensoriales, logrando mantener la atención de los espectadores.
La música constituye un elemento importante en el montaje. La composición desarrolla un motivo central que conecta con la estética visual y sostiene las transiciones entre escenas. Los músicos en vivo mantienen una escucha precisa con los actores, generando un diálogo fluido entre gesto, canto y movimiento. Los intérpretes de canto lírico, además de cantar, participan como tramoyistas y en la creación de ambientes sonoros, aportando variedad y dinamismo. Esta interacción logra que cada transición sea ágil y que la atmósfera se mantenga coherente de principio a fin.
En el plano actoral, se aprecia un trabajo sostenido de escucha y movimiento. Los intérpretes construyen imágenes claras a partir de tonos musculares y cualidades de movimiento, transmitiendo con el cuerpo lo que las palabras no dicen. El uso de objetos es preciso y cargado de metáforas, mientras que los tramoyistas aportan ritmo y, en ocasiones, gestos que refuerzan las dinámicas lúdicas del montaje.
La dirección acierta con incluir al público como parte activa de la experiencia: los niños cantan, interactúan con los personajes y participan de una obra que rompe la barrera entre escenario y público. Si bien el desarrollo narrativo presenta momentos de estancamiento —algunos eventos se perciben redundantes—, el resultado final sostiene un mensaje claro y una transformación verosímil del protagonista.
En síntesis, La Ópera de los Monstruos es un montaje cuidado, visualmente estimulante y musicalmente sólido. Más allá de ciertas repeticiones narrativas, cumple con su cometido: acercar a los niños al mundo de la ópera desde la experiencia sensorial, integrando juego, música y poesía en una celebración escénica memorable.
Rubén Aquije
4 de setiembre de 2025
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