sábado, 13 de septiembre de 2025

Crítica: EL BARBERO DE SEVILLA


La inútil precaución

Imagínate ser una chica joven, linda y con mucho dinero en el S. XVIII, pero vives prácticamente encerrada dentro de cuatro paredes, no tienes derecho a decidir sobre tus propias acciones ni a cómo gastar tu dinero; encima estás obligada a casarte con alguien a quien no amas, sino todo lo contrario, lo desprecias. Básicamente esta es la situación de Rosina (Amaranta Kun), una de las protagonistas de El barbero de Sevilla, obra que llega gracias a la compañía de teatro Éxodo, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra.

En esta oportunidad, el colectivo nos invita a formar parte del inicio de un ambicioso proyecto: traer al escenario la trilogía de Beaumarchais, iniciando con El barbero de Sevilla, obra bastante lúdica que trata de retratar la decadencia del ser humano, pero no de manera deprimente o para lamentarse, sino para reírse de uno mismo (sin omitir la autocrítica), identificarnos en nuestros momentos más humillantes o de mayor humanidad, en el sentido de seres imperfectos que recurren a actos poco nobles muchas veces, pero no por ello caen en el adjetivo de “malos”. 

Se nos sitúa en una España de la época caballeresca, con una escenografía sencilla -teniendo en cuenta que el tamaño del escenario de la Alianza Francesa no es muy grande-, pero se aprovecha cada centímetro hasta con el más mínimo detalle: un perro guardián que capta la atención de inmediato, muebles de la época, un balcón del mismo estilo, todo muy bien ambientado, incluso el interior de la casa que, dicho sea de paso, fue una sorpresa cuando se desplegó la escenografía de tal manera que un abrir y cerrar de ojos entramos en el hogar de Rosina. Esto, sumado al acompañamiento musical de canciones de la banda Estopa le dan a la obra un toque de frescura.

Si bien los personajes no son muy complejos -es evidente la intención pedagógica del autor original-, eso no le resta valor como obra ni los méritos de la dirección. Igual se siente como algo muy contemporáneo: la corrupción sigue y más viva que nunca, personajes como Don Basilio (Martín Aliaga) y Don Bartolo (Alonso Cano) abundan, y aún esperamos conocer o tener en nuestras vidas a personajes como Fígaro (Stefano Salvini), cuyas ocurrencias dan vida y sentido a la historia. Cabe destacar también el carisma del Conde de Almaviva (Oscar Yepez); él junto con Fígaro serán cómplices y harán del público su aliado para lograr su cometido.

Sin duda, es una obra que merece ser vista, incluso más de una vez, y cuyos actores, así como el equipo que trabaja detrás del escenario, merecen un gran reconocimiento por el esfuerzo y dedicación, sobre todo por tratarse de volver a poner sobre las tablas obras que, de otra manera, quizás quedarían empolvándose.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

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