Tres miradas íntimas sobre la vida en El Dragón de Barranco
El Dragón de Barranco presenta Confesiones de Invierno, una propuesta escénica producida por Escena Dragón y Fátima Producciones. Se trata de una experiencia compuesta por tres microobras que, a través de seis intérpretes, ponen en escena confesiones íntimas con el público como cómplice y testigo. La premisa resulta prometedora: acercar al espectador a la fragilidad de los vínculos humanos desde formatos breves, frescos y cercanos.
La primera representación, Agregar Servicio, escrita y dirigida por Gerardo García Frkovich, plantea una escenografía clara. Asimismo, la iluminación cálida construye de inmediato un ambiente íntimo y reconocible. Los intérpretes demuestran escucha y conexión, reaccionando a las propuestas del otro con naturalidad. Sin embargo, la obra pronto se ve limitada: el uso de la voz carece de matices y se vuelve monótona, lo que resta dinamismo a la acción. A nivel dramatúrgico, el conflicto no termina de consolidarse, y el espacio donde ocurre la obra no es verosímil y coherente con la acción de los personajes, la cual rompe con la narrativa. Las reiteradas bromas —que no impulsan a la narración de los eventos dramáticos— interrumpen con el ritmo y desvían la tensión dramática. El vestuario acompaña con acierto, pero el desenlace resulta predecible y no logra impactar. En escena: Gabriel Ledesma y Silvana Oblitas.
La segunda obra, Peluches, escrita por Gimena Vartu y dirigida por Diego La Hoz, inicia con una atmósfera clara y estimulante: música festiva y colores de una fiesta infantil que nos llevan a un ambiente específico. El vínculo y la construcción física de los personajes es coherente, pero vocalmente los intérpretes enfrentan limitaciones: una voz aireada en la actriz y se percibe tensión en el actor ocasionando que la ejecución vocal carezca de precisión. El conflicto no se logra definir sino hasta la mitad del montaje, dificultando que nos mantengamos conectados desde el inicio de la trama. Aun así, la dirección propone una composición escénica que aporta a lo narrativo, aunque no se logran unificar los elementos artísticos con precisión y eso no aporta a la representación. En escena: David Almandoz y Camila Yong.
Finalmente, ¡Ah, qué terapia!, escrita por Mario Soldevilla y dirigida por Dante del Águila, marca el punto más alto de la velada. Con un espacio bien utilizado y un estilo de actuación definido, la pieza ofrece claridad en su convención y logra mantener un buen ritmo. La paleta de colores logra potenciar la composición escénica y la construcción de personajes; también se visualiza un correcto aporte desde el simbolismo. La actriz despliega un trabajo vocal versátil y conectado con el cuerpo, mientras el actor se mantiene con escucha activa, generando un contrapunto dinámico. El uso del espacio es variado y la dramaturgia mantiene coherencia y tensión hasta el final. Incluso la interacción con el público, potencia la complicidad. El resultado es un montaje vivo, fresco y sostenido en intensidad. En escena: Mario Soldevilla y Katherina Sánchez.
En conjunto, Confesiones de Invierno ofrece una velada heterogénea: momentos de sinceridad escénica que a veces se pierden en repeticiones o por la falta de un conflicto definido, pero que encuentran en su última pieza una resolución vibrante. Una temporada que, pese a sus altibajos, refresca la cartelera limeña con propuestas íntimas y cercanas al espectador.
Rubén Aquije
3 de setiembre de 2025
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