domingo, 24 de agosto de 2025

Crítica: FRENESÍ


Sueños de libertad

Antes de ingresar al teatro, el público se encuentra con policías armados que custodian el lugar, generando desde el inicio un clima de tensión y expectativa. Ya en la sala, un hombre interpela directamente a los espectadores: cuestiona la ficción, la libertad y el deseo mismo de hacer teatro, abriendo un juego constante entre realidad y representación.

Acto seguido, ingresan dos actores que representan escenas de La vida es sueño. Pero no son únicamente actores: son reclusos que, como parte de un programa de rehabilitación penitenciaria, han ensayado un montaje teatral. En la función fuera de la cárcel, uno de ellos se entrega con entusiasmo y pasión, mientras que el otro participa con evidente desgano, enfado e incomodidad. ¿Qué lo atormenta realmente: los ensayos, el teatro o su propia vida? Esa incomprensión lo desborda hasta estallar: toma a una joven del público como rehén para intentar escapar. Su verdadera intención siempre había sido esa: usar el teatro como estrategia para huir y alcanzar su anhelada libertad.

La obra se estructura con saltos temporales que permiten adentrarse en las vidas de cada personaje. El primero es un hombre maduro, encarcelado por homicidio involuntario, interpretado por Mario Velásquez. En prisión descubre en el teatro una vía de transformación, un camino hacia la esperanza y una segunda oportunidad. Su interpretación transmite humanidad, y se reconoce ya como un profesional que, al recuperar la libertad, sueña con dedicarse por completo a la actuación. Su relación con su hija (Yaremis Rebaza) revela la fuerza del afecto familiar y la fidelidad de quienes no abandonan a los suyos pese a las consecuencias de decisiones dolorosas.

En contraste, el segundo reo (Walter Ramírez) encarna la resistencia a la redención. Manipulador, egoísta y sin escrúpulos, utiliza a los demás como instrumentos de sus fines personales. El actor le otorga una presencia dura y violenta, con un trabajo corporal y vocal que refleja la crudeza de un hombre incapaz de cambiar.

El giro de la historia se produce con la irrupción de la rehén, interpretada por Lía Camilo, quien revela un secreto oculto que involucra directamente a uno de los actores. Su personaje se transforma: de víctima pasa a ser alguien que busca venganza. La actriz asume este tránsito con gran fuerza expresiva, llevando la acción a un punto de tensión máxima.

Asimismo, aparece el director del montaje de La vida es sueño, encarnado por Martín Velásquez, un hombre apasionado que cree firmemente en el poder del arte para transformar vidas. Su entusiasmo al enseñar teatro a los internos refuerza la convicción de que la escena puede ser un medio de reinserción y humanidad.

El desarrollo se complementa con un coro integrado por Juan Pablo Mejía, Cristhian Gonzáles, Santiago Espinoza y Giancarlo Almonte, quienes generan atmósferas cargadas de tensión y realismo. Con gestos mínimos, miradas y acciones precisas evocan los pabellones de la prisión, transportando al espectador al universo opresivo del encierro.

Frenesí es una propuesta teatral intensa, urgente y profundamente necesaria. Nos recuerda que el teatro puede irrumpir incluso en los lugares más oscuros y convertirse en herramienta de resistencia, redención y esperanza. Bajo la dirección y dramaturgia de Herbert Corimanya, la obra ilumina vidas que suelen permanecer invisibles y, mediante el realismo, los saltos temporales y el trabajo escénico con internos penitenciarios, construye un relato en el que conviven la violencia, la pasión y los sueños de libertad, planteando la posibilidad de una segunda oportunidad en la sociedad.

Edu Gutiérrez

24 de agosto de 2025

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