Un testimonio poético
Cuántas veces, estando de duelo, nos han alentado a convertir el dolor en fuerza. Attilia Boschetti convirtió el suyo en poesía y testimonio, expuesto de la manera que ella sabe: a través de un personaje, que es el reflejo de ella misma.
Enterados de la línea testimonial de la obra y sabiendo de su larga trayectoria, podíamos esperar un recuento nostálgico, biográfico. Pero Attilia nos ofrece más que eso. Su texto es una exploración íntima y un homenaje a sus dos grandes amores: el teatro y su pareja, Carlos Tolentino, fallecido el 2020. En una entrevista (El Comercio) ella asegura que “esta obra es una confesión poética, un ritual de despedida y reencuentro y un acto de fe en el arte."
Con la firmeza que otorga la experiencia, dentro y fuera de las tablas, pero con mucha delicadeza, nos ofrece un personaje que llega accidentalmente a su universo, que es el escenario, para hablarnos (como público ficticio) de su vida. Sentimos, de inicio a fin, a un ser que se ha ido enriqueciendo a cada paso. Su humildad es una prueba de esa sabiduría.
Las hojas de papel caen como las de los árboles en el otoño, para cubrir el escenario con un manto de recuerdos gratos. El más importante es el reencuentro consigo misma, proyectado en un video de otro unipersonal: “Mujer, modelo para armar”, dirigido por Tolentino en 1988 y realizado a partir de versos de Marcela Robles. Esa obra revelaba el erotismo femenino y la hipocresía social frente a la situación de la mujer, lo que la convirtió en un bello, militante y emblemático manifiesto feminista de la época. Fue Attilia quien lo interpretó y lo recuerda, como reafirmándose en sus valores, por encima de todos los papeles que ha desempeñado en su larga trayectoria.
Ubicada en el presente, Attilia (o mejor, su personaje) llega con su traje azul. Sobrio, pero de fiesta, como para celebrar la vida. Algunas “fallas del sonido” interrumpen su discurso para impedir que la fantasía se apropie de la realidad. Pero ella persevera en ser feliz. Tampoco la detiene que la vejez limite sus posibilidades, pero la asume.
Todo es azul. El traje, la luz, un ovillo de lana que la conduce a momentos felices al desenvolverlo y que la acompaña como una mascota al marcharse finalmente, junto a una maleta, porque la vida no termina aquí, sino que el viaje continúa con las mismas ilusiones. Por eso el azul es infinito.
El azul, en la literatura, suele simbolizar la tristeza o la melancolía. En “Detrás de ti” el azul es serenidad, ternura, paz.
Después de ti, azul infinito está en el Teatro de Lucía solo por dos fechas más (26 y 27 de agosto). Vale la pena verla.
David Cárdenas (Pepedavid)
23 de agosto de 2025
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