miércoles, 18 de octubre de 2023

Crítica: LAS HEMBRAS NO LLORAN


Amor Muerto

Desde el inicio se aprecia una buena atmósfera, los personajes aparecen bailando con un buen juego de luces. Pese a haber asistido al ensayo general, considero que la obra está bien dirigida y que los actores tienen una buena interpretación del ritmo, de la acción de la palabra y de todos los elementos constitutivos de la escena.

La temática es realista, muy cercana a lo que se vive día a día, constantemente se habla de la ruptura del racismo, de las diferencias sociales, pero en realidad ¿se está logrando algo? Esa es una pregunta que podría ser respondida desde distintas aristas. Porque dentro del mundo artístico he podido observar muchas propuestas que tienen como objetivo la denuncia de estos fenómenos sociales, pero dentro de la realidad observo que existen estigmas que están enraizados muy profundamente y que el cambio, hasta cierto punto, parece ilusorio o en todo caso un proceso muy lento.

La elección de los artistas ha sido coherente, cada uno le aporta una peculiaridad a los personajes: Owen (Aric Bernal) tiene un carisma y encanto natural que rima con la belleza de Mica (Gia Rosalino). Valentino (Gustavo p. Billinghurst) encarna un cuerpo que rompe con la sutileza de los demás, es el personaje que está encargado de ser el antagonista, su energía debe ser la que desestructura los lazos que se van construyendo. Y Sol (Aria Ravines), que lo acompaña hacia su desborde, ayuda con la composición escénica y la dirección de la historia. Yani (Andrea Brissolese) es como el reflejo de Owen: están listos y preparados para increpar al mundo, defenderse, solventarse y levantarse si es que es necesario; pero es en ella donde reside la maldad de todo el contexto, es la victima de las malas decisiones y del choque entre estos mundos. La actriz sabe manejar el cambio de acción que tiene su personaje, se la muestra valiente y atrevida; y al final, se destruye su ser, sufrimos junto a ella, el peso de sus decisiones. Mariela (Javiera Arnillas) es un personaje muy peculiar, porque es una mujer trans, me gusta que los personajes trans sean hechos por personas trans, esto me parece muy acertado y le da un plus a la presencia de la obra. La madre es un personaje muy atractivo dentro de la escena porque es el sostén del mundo de Yani y Owen y desde su ternura y esfuerzo consigue darles un sentido.

Los artistas responden bien a las necesidades del texto, considero que esto es debido a la dirección de Tania López y de Aldo Miyashiro, que han tomado en cuenta aspectos puntuales dentro de la interpretación escénica. La obra en ningún momento se cae, constantemente hay un impulso que permite que el espectador no se duerma, las canciones son precisas, quizá debieron ser entonadas un poco más fuerte, pero funcionan, consiguen que la sensibilidad del que observa y escucha acompañe la sensibilidad de los personajes. De esta manera, nos sumergimos en todas las sensaciones que ellos viven, nos enamoramos, nos ilusionamos, nos excitamos, también sufrimos al exponer las desigualdades y las brechas que llevan a una reflexión fuera de la escena, y también tenemos ganas de luchar, de defenderlos de atacarlos. Es muy interesante como la empatía se genera con el espectador y esto es un gran punto a favor.

El músico en vivo aporta a la sonoridad de la puesta, las voces son precisas para lo que quieren decir. Las luces pueden estar mejor, pero cumplen con lo necesario para la construcción de atmósferas. Las escenas sexuales también son muy interesantes, se las ha manejado con mucho cuidado, sin perder el erotismo necesario, pero cuidando a los artistas y también al espectador. Las escenas de violencia se quedaron un poco chicas, el palo con el que Mariela es golpeada pierde fuerza y presencia al doblarse denotando poca rigidez y fuerza; sin embargo, la construcción levanta y ensombrece estos pequeños detalles, porque los involucrados responden desde un cuerpo comprometido y desde una psique segura de lo que está haciendo.

Es una historia tierna, con mucho de sufrimiento en el fondo, que nos deja conmovidos y con ideas en la cabeza, un ritmo constante y capacidad para atrapar al que observa. La escenografía es sencilla, pero permite la construcción de espacios, que se tornan reales, familiares y con mucho sentimiento de por medio.

Moises Aurazo

18 de octubre de 2023

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