Angustias de adolescentes
El teatro peruano,
en el presente año, no deja de sorprender con puestas en escena valientes, bien
construidas y que establecen una visión propia de lo que un texto dramático
puede expresar. En ese sentido, Cachorro
está pedido no es la excepción. Bajo la dirección de Miguel Seminario, la
obra logra plasmar la angustia, las carencias y necesidades de un grupo de
adolescentes que tratan de encontrar un escape a la realidad que les ha tocado
vivir.
Un inicio potente,
que se vale de los símbolos para denotar la tensión con la que ya viven los
personajes. Una estética cuidada, con una iluminación pensada para cada
momento, realzando tanto el ambiente en el que se encuentran los personajes,
como para marcar sus dilemas internos, los espacios concretos de lo intangible.
Además, con actuaciones que logran sostener de manera destacable los momentos
de mayor drama, y que nos llevan por ese viaje emocional que es el texto.
Son contados
momentos en donde percibimos al actor buscando ciertas reacciones del público,
o envuelto en un drama interno difícil de desentrañar. Por lo general, hay una
entrega clara, donde se dan a la escena, permitiéndose estar en el ahora, y
obsequiándonos ese equilibrio entre la vulnerabilidad y la vertiginosidad de
las acciones. La comunicación que hay entre todos es innegable, y demuestra que
los personajes se encuentran, que tienen esa camaradería que es vital en el
montaje.
A medida que avanza
la obra, los personajes crecen en sus deseos, pero también en sus dudas y
complejidades. Ciertos aspectos de ritualidad se van dando a conocer, tanto en
su relación con los objetos, como con su ideas. Es así como llegamos a uno de
los gestos más resaltantes a mi parecer: la resignificación de los objetos,
dotándolos de una carga emocional, de una historia, de una realidad que no nos
puede ser ajena y que va más allá del valor simbólico que cada uno de los
personajes le otorga, ya sea desde el aprecio, sea desde la propia vivencia.
Cachorro está pedido termina siendo un montaje sólido, completo,
que no deja de lado elementos vitales en el teatro como el tratamiento de los
objetos, de la luz, que dotan de capas simbólicas y de cuestionamientos a
actuaciones destacables, cargadas de verdad y que expresan una realidad que
puede ser nuestra. Faltaría, quizás, mayor rigurosidad al tratamiento de los
símbolos. Se puede ir más allá, dotarlos de otros valores, sea desde lo
estético, sea desde el texto. Soltar un poco lo explícito de los momentos más
álgidos; dar ese toque de brillantez que, seguramente, la experiencia otorgará.
Omar Peralta
22 de octubre de
2023
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