sábado, 21 de marzo de 2020

Crítica: SOFÍA EN EL TIEMPO


Tiempo del dolor

En el marco del programa de muestras de los talleres de formación actoral del Club de Teatro de Lima, se presentó Sofía en el tiempo. Un montaje que abordó la temática de la violencia contra la infancia, especialmente la de una niña, y los diversos estados de consciencia de la víctima y victimario. Los protagonistas fueron Iorana Gallardo, Cecilia Arias, Nayib Flores, Bryan Fernández, Carlos Cabrera, Belén Suárez y Stefany Ríos. La dirección y dramaturgia estuvo a cargo de Paco Caparó y Jhosep Palomino.

La acción dramática giró en torno a la búsqueda de una periodista (Gallardo) por explorar en su subconsciente y memoria el origen de su dolor. Es una periodista que dicta clases de teatro a un grupo de prisioneras (Arias y Ríos), pero a medida que enfrenta muchas frustraciones laborales que la llevan a hablar consigo misma, su conciencia (Suárez) la llevará a explorar en su historia personal, los diversos orígenes de su dolor. El escenario fue móvil e inteligentemente armado. Los chicos de utilería, totalmente cubiertos de negro, movieron los paneles que delimitaron los dos espacios en los que suceden los acontecimientos: una habitación donde la periodista cuida a su madre (Arias) y, por otro lado, la cárcel donde dicta sus talleres.

De las actuaciones, destacaron principalmente Gallardo y Arias; esta última, en el rol de una presa esquiva a la instrucción y la disciplina, en donde destacó su actitud hostil y autoritaria de manera muy creíble; personalmente, me pareció una actriz con mucha experiencia, pero sorprendió sobre todo, su segundo rol, como la madre de la protagonista, que es de un carácter radicalmente diferente. Esta madre fue parte de las muchas situaciones ficticias dentro del subconsciente de la periodista, pero se caracterizó por demostrar una personalidad cándida; fue realmente increíble el manejo del personaje por parte de Arias. Por otra parte, Gallardo destacó por la claridad de sus intenciones; no fue un personaje fácil, pues fue una periodista que se enfrenta a una actitud hostil y además, tiene que descubrir que su historia personal con su padre (Flores) está llena de abuso y dolor. En ese sentido, la actuación de Gallardo fue particular, porque mantuvo la energía, llegó a empatizar con el público y no se notó sobreactuación.

El resto de actuaciones, si bien no fueron convincentes del todo, sí destacaron por su claridad y por el gran esfuerzo colectivo y de sincronización. Fue impactante la escena final, por los efectos de las luces, que lograron simular un viaje por la memoria de la protagonista, el que demostró un buen entrenamiento en el arte del Teatro Físico. Felicitaciones a la producción y muchos éxitos para todos los intérpretes en sus carreras actorales.

Enrique Pacheco
21 de marzo de 2020

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