sábado, 21 de marzo de 2020

Crítica: LA COLECCIONISTA Y LA BUSCADORA PERDIDA


Esa niña soy yo

El montaje de La Coleccionista y la Buscadora Perdida se estrenó en el marco de un Segundo Festival de Teatro para la Infancia Alelí, junto a un público pequeño, pero fiel. Desly Angulo, gestora cultural del grupo La Cuarta Maraña y el director y encargado de la música Daniel Zárate  dieron la bienvenida al espectáculo.

Las actuaciones estuvieron a cargo de Ana Santa Cruz, reconocida por su exitosa puesta en escena de Máxima, protectora del agua, como la Abuela y Claudia Ripas Castañeda como la Niña; la primera, una anciana perdida en la imaginación de esta última. El montaje abordó los límites de la imaginación infantil y la necesidad de la identidad en contextos de alegría. La dramaturgia fue muy interesante por los recursos materiales y narrativos que usó. En primer lugar, el simbolismo de las diversas acciones fue muy atractivo durante toda la obra, así como la sorpresa que produce; la niña atraviesa una serie de obstáculos en su imaginación, antes de dar con su objetivo: buscar a su madre. La escena más emocionante se desarrolló durante el encuentro y sorpresa al encontrarse ambos personajes, pues fue realmente sorprendente y la manera cómo lo narraron las actrices con sus acciones fue hermoso.

Por el lado estético, Daniel tuvo a cargo de la música en vivo, la que consistió en una serie de herramientas de cuerda. Estas emitían sonidos muy onomatopéyicos básicos sobre el río, la piedra, la lluvia, la respiración etc., y si bien no fueron muy impresionantes, sí funcionaron en la obra. En cuanto a los vestuarios, estos mantuvieron una tonalidad verde algo tenue y poco resaltante. Pero la utilería sí fue original, pues el personaje de Claudia tuvo encuentros con diferentes seres, como una Piedra o un Río, y los materiales que se usaron para representarlos demostraron un gran trabajo de creatividad de la producción.

Lamentablemente, La Coleccionista y la Buscadora Perdida formó parte de un festival que tuvo que cancelarse por nuestra actual emergencia sanitaria; pero sí fue un montaje inteligente, lleno de simbolismos y una bella moraleja.

Enrique Pacheco
21 de marzo de 2020

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