lunes, 29 de septiembre de 2025

Crítica: MELORAMAS DEL CORAZÓN


Adentrándonos en el corazón de la selva 

En el espacio de El Galpón siempre se nos ofrecen propuestas muy innovadoras, y dentro de lo que he visto allí, Meloramas del corazón es la que me ha parecido más especial. Con la idea de ofrecer una experiencia sensorial, Majehisa nos dirige por un viaje al mundo tropical, a través de olores, sonidos y sabores que nos recuerdan a las plantas, la lluvia y la vida que se desarrolla, renovándose una y otra vez, en el lado oriental del país.

Con el apoyo de Muhsun Producciones, Jimena Donayre, Marcelo Cuadros y Franzia Inocente convierten a la habitación, de cuatro paredes y cemento, en una selva infinita y llena de energía. Sentados sobre cañas, los espectadores éramos navegantes en una canoa atravesando el Amazonas; nos encontrábamos frente a palmeras, hojas y lianas que aparecían en el camino. Disfrutamos y nos sorprendimos de las voces que nuestros intérpretes emitían, transformándose en aves, mamíferos y reptiles. Nos reconocimos, así, como amistosos invitados del bosque, pero pequeños ante los estímulos de una naturaleza que tiene un orden en sí misma, a la que hemos tratado de dominar: solo somos una más de las gotas que recorren los ríos, otra huella que se pierde entre la tierra mojada. 

Por ello, espero que se pueda presentar nuevamente Meloramas del corazón, ya que plantea modos curiosos y dinámicos de conectar con el público. A través del oído y el olfato somos introducidos a un ambiente que está, en realidad, lejos de nosotros, pero que merece ser comprendido y respetado. Creo que son este tipo de proyectos los que logran generar más inspiración, con la experiencia, para cuidar el mundo que compartimos. 

Jimena Muñoz

29 de setiembre de 2025

Crítica: PRINCESAS EN CRISIS


Sátira, trauma y parodia

La obra Princesas en terapia, escrita por Luisito Fernández y dirigida por Marco Palomino, y protagonizada por Andrea Aguirre, Giuliana Muente, Alphie Pagano, Ale Carrasco y La Langosta, parte de una premisa sencilla: ¿qué pasaría si las princesas clásicas pasaran por un proceso terapéutico?

El montaje remite a la clásica obra Toc Toc, pero aquí los tics y obsesiones se transforman en impulsos desbordados de personajes femeninos que encarnan versiones distorsionadas y contemporáneas de las princesas. Entre los personajes se encuentran Blanca, con su agresividad verbal y cruel sentido de superioridad; Jazmín, que canaliza el estrés a través de la violencia física; Cindy, marcada por un trauma obsesionado con el tiempo; y Bella, que escapa a un mundo ficticio de rumores inventados. Cada una de ellas se sienta frente a Madame Chu Chu, terapeuta tan excéntrica como sus pacientes.

Un elemento en común recorre las historias de estas princesas: la figura masculina. Ya sea como culpable de sus desgracias, objeto de despecho o promesa de salvación, el hombre aparece constantemente como eje de los traumas. La obra explota este tema a través de clásicos musicales de despecho, que las actrices interpretan en momentos impulsivos y sorpresivos. Estas canciones funcionan como desahogo emocional, como guiño cultural y como comentario crítico al imaginario romántico que sostienen los cuentos de hadas. La exageración convierte la herida en humor, y el despecho en un código compartido con el público, que responde entre la risa y el reconocimiento.

El recurso de los estallidos musicales y la aparición de impulsos incontrolables mantienen un tono dinámico, cercano a la comedia absurda, y provocan que el público acompañe con risas y palmas a lo largo de la función. La recepción fue notablemente entusiasta, confirmando la eficacia de un humor que combina lo familiar de los cuentos con la sorpresa de lo irreverente.

El desenlace, inesperado, termina por consolidar la propuesta. Princesas en terapia no es solo una parodia ligera, sino también un espejo crítico de cómo seguimos entendiendo y consumiendo los roles de género en la ficción.

Daniela Ortega

29 de setiembre de 2025

domingo, 28 de septiembre de 2025

Crítica: CUARTA TEMPORADA DE TEATRO COMPANY


Un nuevo espacio para el teatro breve

Teatro Company, de la Compañía de Artes Escénicas, es un nuevo espacio para el repertorio de obras cortas ubicado en Miraflores. En su cuarta temporada, presentaron tres puestas con temática diversa, pasando por géneros como la comedia, el romance y el drama.   

La primera entrega, titulada Por algo pasan las cosas, producida por Pluma Og, escrita y dirigida por Brayan Vílchez, quien también actúa junto a María Belén Ochante, nos trae la historia de Alberto e Ingrid, cuyo encuentro casual los lleva a una franca conversación que revela dos realidades distintas; ella, con una crisis vocacional a punto de estallar; y él, tratando de encontrar la paz y el lado positivo de (casi) todo. Dicen que, a veces, es más fácil contarle a un desconocido lo que te inquieta, así la narrativa de Vílchez refleja esta premisa a través del baile y un diálogo sencillo entre los personajes, correctamente desarrollados por los actores. Además, se aprovecharon los efectos de luz y la música en momentos estratégicos. Siendo el desenlace más liviano para ambos, demostrándonos que los problemas o dolores que pasamos en la vida, aunque no sean los mismos, nos unen como seres humanos.     

Luego vimos Intrusos, escrita y dirigida por Miguel Cente, quien actúa junto a Berenis Cornejo, bajo la producción de Aranway Pukllaq. Una curiosa narrativa que gira en torno a Emma y Robert, cuyo encuentro fortuito en un departamento del que ambos afirman ser los dueños, acusándose mutuamente de ser intrusos en la propiedad. Entonces, deciden resolver la situación mediante preguntas, fotografías, etc. trayendo un hilarante final que no revelaremos en estas líneas. Por otra parte, la escenografía con elementos precisos jugó un papel importante en el desarrollo de la puesta, complementándose con las interpretaciones correctas de los actores, quienes formaron una dupla entretenida.

Por último, Encuentro casual, bajo la producción de Luani Linares, dirigida por Piero Vidal y escrita por Jean Carlo Rivera, quien también la interpreta junto a Héctor Quispe. La historia empieza cuando Julián recibe en su departamento a Leo, a quien conoció en una aplicación de citas, en medio de la conversación surgen coincidencias y confesiones que profundizan su encuentro; sin embargo, el comportamiento inquietante del invitado, revela sus verdaderas intenciones hacia el final de la obra. Escenografía sencilla y utilería justa para complementar las acciones de los personajes, ejecutados con aplomo por Rivera y Quispe. Sin duda, una narrativa intensa, que nos lleva a reflexionar sobre las nuevas formas de relacionarnos a través de las redes sociales, y los riesgos a los que estamos expuestos.  

Maria Cristina Mory Cárdenas

28 de setiembre de 2025

sábado, 27 de septiembre de 2025

Crítica: YANA, CRECER EN LA OSCURIDAD


Enérgica puesta juvenil de historias cruzadas

Siempre es grata la presencia de valiosos experimentos teatrales realizados por jóvenes actores, que buscan encontrar su propio camino de la mano de sus propias voces. Tal fue el caso de Yana, crecer en la oscuridad, puesta en escena escrita y dirigida con brío por Carlos Orbegozo Reyna, que tuvo una breve temporada en el CAFAE de San Isidro y que por cierto, no se escapa de ciertos excesos y carencias, pero que aparecen como resultado de una arriesgada propuesta urbana que luce honesta en su afán de transitar por diversos géneros (como lo anticipa su material promocional), como el realismo mágico, el teatro experimental, el social, el político y el antimusical, así como el no convencional y la parodia.

Los jóvenes intérpretes Diana Veliz Castro, Francis Vega, Daniela Segura, Angel Vera y Braulio Pérez, acompañados por el mismo Orbegozo Reyna, encargado también de la composición (anti)musical, le dan vida a un puñado de personajes que podemos fácilmente reconocer dentro de nuestra caótica ciudad: desde la jovencita que debe lidiar con la ambigua presencia de su madre, mientras trata de abrirse paso en la venta de chocotejas; pasando por el joven soñador que busca trabajar solo porque quiere tener un auto; la universitaria rebelde y contestataria que participa activamente de las marchas; hasta el profesor universitario y el presentador televisivo, ambos ubicados en los extremos opuestos de nuestra realidad nacional. Todo ellos retratados en escena con honestidad y solidez.

El espacio del CAFAE es intervenido con una pasarela en el medio con dirección al escenario; esto permite una interesante propuesta de desplazamiento que suma al producto final, así como la inclusión de instrumentos musicales en los extremos del escenario que acompañan ciertas escenas en vivo. Por otro lado, la dilatada duración del espectáculo en general, la excesiva combinación de estilos de actuación, así como el recurrente desorden en las secuencias narrativas sí que juegan en contra. Sin embargo, hay algo en Yana, crecer en la oscuridad, con la producción del Centro Cultural Casa Perejil, que disculpa cualquier exceso: es la firme y comprometida propuesta de dirección de Orbegozo Reyna, que retrata con acierto aquella convulsionada ciudad en la que deben (sobre)vivir muchos jóvenes que cargan a su vez sus propios dilemas.

Sergio Velarde

28 de setiembre de 2025

Crítica: EL CAMINO DE LOS PASOS PELIGROSOS


El tiempo oculto y misterioso

Ingresamos a un espacio oscuro, lúgubre como un bosque en la noche. Al centro, los cuerpos de tres jóvenes reposan moribundos apoyados en los restos de un árbol. La función empieza con sus voces repitiendo en coro una letanía: 

“¿Cómo terminé regresando al mismo lugar? ¿Cómo pude dar vueltas en círculo si fui por un camino recto, por una línea recta? Justo ahí, en la curva, fue donde sentí una sensación de déjà vu".

El teatro circular se presta para representar las vueltas entre la vida y la muerte. Nosotros alrededor de ellos. Ellos alrededor de un árbol o lo que queda de él, pero que representa al bosque que nos rodea. El bosque alrededor de nosotros. A nuestros pies, las fotos de personas - acaso familiares - desperdigadas como las hojas que cayeron con el otoño. De cuando en cuando, ellos las toman, como asomándose a algún recuerdo.

Son tres hermanos: Víctor, el mayor (Gian Asejo); Ambrosio, el intermedio (Sergio Lescano); y Carl (José Soto), el menor, por cuyo matrimonio planearon reunirse y para ello debían pasar por el camino donde su padre falleció en un accidente. Tres hermanos con sus rivalidades y rencores expuestos, pero también sus afectos y vulnerabilidades, sus ilusiones y sus frustraciones. El retorno a su infancia, en el mismo lugar, los lleva a su padre, cuyos versos de amor paternal repiten igualmente en coro, compartiendo el dolor por su muerte en un accidente, en ese mismo lugar.

El tiempo es el personaje oculto y misterioso que se muestra de modo distinto a cada hermano, a distintas horas, pero en el mismo momento, en el destino común de ese abismo en un rincón del bosque. Todos sospechamos desde el principio lo que ha ocurrido, porque el dramaturgo canadiense Michel Marc Bouchard nos da pistas claras, pero la poesía está en su narrativa. Más importante que confirmar los hechos es descubrir las verdades interiores de los personajes.

Sorprende gratamente el manejo de tiempos, espacios y movimiento escénico conducido por Hebe Sánchez, actriz formada en el taller de Fernando Luque y que debuta como directora. Precisamente hace diez años Luque debutó como director con esta misma obra y ahora lo hace Sánchez, con gratos resultados. Vi a la directora a comienzos de este año en La importancia de llamarse Ernesto, en este mismo teatro, secundando bien a la experimentada actriz Pilar Núñez. Su rol de directora merece una alta calificación. Sé que le gusta la danza y logra que el movimiento de los actores alrededor del árbol solitario se sienta como una que no cesa, que se detiene apenas para marcar los hitos de la historia, pero continúa como una permanente y angustiante búsqueda de la verdad que cada uno carga y ha ocultado tanto tiempo; hasta que llegó ese momento que resulta difícil de aceptar, en el que cada cual debe confesar antes de despedirse.

El desempeño de los actores permite que la obra transcurra con equilibrio, cuidando que la singularidad de los personajes y cierta diferencia a nivel actoral no provoque el desbalance. Cada cual tiene su momento en el conjunto y su interrelación resulta por eso armónica. Desconozco la versión original (en francés) y quién hizo la traducción, pero se disfruta los textos, tanto en los diálogos como en los coros en verso en las letanías.

La temporada en La Vaca Multicolor ha sido corta. Ojalá puedan reponer.

David Cárdenas (Pepedavid)

27 de setiembre de 2025

viernes, 26 de septiembre de 2025

Crítica: EL RINCÓN DE LOS MUERTOS


La lámpara ayacuchana que brilla en Lima 

El rincón de los muertos inicia con la imagen de un joven tendido en el suelo, torso desnudo. Desde ese gesto inaugural, la obra propone un tránsito entre la historia personal y la memoria familiar, articulado desde un cuerpo que se expone con vulnerabilidad y potencia. Ricardo Bromley sostiene el escenario en solitario y se convierte en testigo y heredero: evoca a su abuelo periodista encañonado, a su abuela que canta mientras la memoria se le escapa, a un tío oculto tras un alias, y a sí mismo, actor y danzante de tijeras que intenta comprender qué legado recibe y qué puede transformar.

La dirección de Sebastián Rubio y Yanira Dávila apuesta por una dramaturgia que trasciende lo verbal. El relato se fragmenta para dar paso al canto (Flor de retama), al violín, a la danza, a la máscara del “Huerajo”. Estos elementos no aparecen como ornamentos, sino como dispositivos que permiten que la memoria se encarne. En ese sentido, la obra sugiere que recordar no es solo un ejercicio intelectual o discursivo: la memoria también se baila, se canta, se respira. Es decir, se manifiesta a través del cuerpo, del ritmo, del gesto, de la musicalidad que conecta lo íntimo con lo colectivo.

Bromley despliega una versatilidad escénica notable: actúa, canta, baila, toca instrumentos y transita con solvencia entre registros emocionales diversos que van del humor al dolor, de la intimidad al ritual. Cada recurso está integrado con precisión y sobriedad, sin caer en el efectismo, no hay victimismo ni grandilocuencia. Su presencia conmueve porque no busca imponer una verdad, sino compartirla. Por momentos hace reír, por momentos hiere, y siempre interpela: uno siente que habla por muchos, que encarna la voz de quienes venimos de provincia, de quienes hemos experimentado la fractura entre el país oficial y el país vivido, de los artistas que sostienen su historia mientras luchan por no quebrarse.

La puesta se construye desde una economía de medios que potencia su densidad simbólica: una mesa, una lámpara, proyecciones que rozan el documental. La lámpara, en particular, se convierte en emblema de lo que está en juego. Es la lámpara con la que su abuelo estudió, la que iluminó sus esfuerzos, y que al final se transforma en metáfora del Perú: frágil, lleno de sombras, pero todavía es capaz de alumbrar en momentos dónde la oscuridad amenaza con sobrepasarnos.

El rincón de los muertos no busca reconciliaciones fáciles ni discursos redentores. Se atreve a mirar de frente lo que duele y lo convierte en un acto de resistencia y de arte. Salimos con la sensación de que alguien sostuvo su historia, y al hacerlo, sostuvo también la nuestra. La ovación larga (de casi 10 minutos) no es un gesto de cortesía: es agradecimiento profundo, colectivo y puro.

Milagros Guevara

26 de setiembre de 2025

Crítica: KORTAS - MARTES DE SETIEMBRE


Historias breves, emociones grandes: Obras Kortas Martes

Los martes de septiembre, el Teatro de Barranco abrió sus puertas a Obras Kortas Martes: teatro, bar y fiesta, un formato que combina brevedad, frescura y diversidad creativa. Esta temporada buscó consolidarse como una vitrina para nuevas producciones y artistas independientes, ofreciendo al público cuatro propuestas que, desde distintos estilos teatrales, exploran el amor, la comedia y el absurdo.

La primera obra de la noche, Ahora lo entiendo, escrita por Richard Alvarado y dirigida por Rodrigo Romero, bajo la producción de PÚRPURA PRODUCCIONES, aborda los enredos de una pareja de amantes. La escenografía plantea un entorno claro y funcional, mientras que el humor conecta bien con el público sin interrumpir la narrativa. Sin embargo, la propuesta actoral pierde fuerza debido a una dicción poco clara y un manejo vocal limitado. La energía en escena tiende a dispersarse, dificultando una composición definida. Aun así, el cierre logra mantener buen ritmo y ofrece un final satisfactorio. En escena: Nathaly Alvarado, Pamela Lazo y Rodrigo Romero.

La segunda propuesta, Catocala nupta – La espera, escrita, dirigida e interpretada por Polilla (Paul Guerra), y producida por Sonrisa Seria, se presenta como un unipersonal clown. La escenografía y el vestuario construyen con eficacia la identidad del personaje y su universo poético. El vínculo con el público se establece rápidamente, aunque el ritmo inicial resulta lento y, en ciertos pasajes, la conexión se diluye. El recurso de interpretar sin voz, simulando hablar, es original, pero es un recurso que no potencia la representación. La dramaturgia transita del absurdo al romance con acierto, utilizando acciones físicas y voz en off para ampliar el relato. El desenlace, bien ejecutado, confirma la solidez de la propuesta.

En tercer lugar, llega Como si fuera cierto, dirigida por Rodrigo Falla Brousset y escrita por Caroline Comstock, producción de LA INTENSA PRODUCCIÓN. La obra apuesta por jugar con la ruptura de la ficción e incluir al público. Sin embargo, esta estrategia se siente forzada y apresurada, restando coherencia a la trama. El argumento carece de un rumbo claro y, pese a la interacción y las dinámicas en escena, la improvisación no logra explotarse a fondo. Desde lo actoral, si bien la escucha entre los intérpretes favorece el ritmo, no se percibe una construcción sólida de personajes ni circunstancias bien definidas. Escenografía y vestuario sugieren un entorno verosímil, aunque insuficiente para sostener la propuesta. En escena: Luisito Fernández, Pierina Parodi y Falla Brousset.

Finalmente, Cuando nos volvamos a encontrar, escrita y dirigida por Marco Huachaca y producida por TEATRO EN EL PERÚ, propone un concierto teatralizado con una atmósfera romántica. Aunque el uso de luces, proyección y canciones crea una atmósfera íntima, la historia carece de un conflicto sólido y se aborda de manera superficial, cayendo en clichés. Las actuaciones no alcanzan organicidad: la sobreactuación y la falta de vínculo real entre los personajes debilitan la verosimilitud. El final, con una imagen potente, resulta el momento más logrado del montaje. En escena: Héctor Parra y Valkiria Aragón.

En conjunto, Obras Kortas Martes refuerza la importancia de los espacios alternativos para el teatro independiente en Lima. Si bien cada propuesta evidencia áreas de mejora —particularmente en construcción actoral y claridad dramatúrgica—, el ciclo destaca por su ímpetu creativo y por sostener un espacio donde las producciones emergentes encuentran público y resonancia.

Rubén Aquije

26 de setiembre de 2025

Crítica: RÉQUIEM


Para manipular 

La palabra “réquiem” alude a la celebración de la misa católica por el descanso eterno de los difuntos. La obra Réquiem nos ubica en la antesala de un tribunal en donde se está decidiendo la aplicación de la pena de muerte a un menor de edad, en un estado norteamericano donde todavía se admite. Ante nosotros se desarrolla el debate a favor y en contra de la pena de muerte, entre una fiscal y un sacerdote, como representantes de ambas posturas. 

Un debate sobre este tema puede darse en dos planos: el del derecho o el de la fe. El problema se da cuando estos planos se confunden, como ocurre con esta obra donde un personaje representa al derecho y el otro, a la fe. La obra peca (valga la referencia) por manipulación: ella es abogada, algo neurótica y atea y su negocio es confirmar la pena de muerte del joven condenado; él, un cura encantador, que está en contra de la ejecución, con quien la obra quiere a toda costa que empaticemos. No hay medias tintas: son la mala y el bueno.

No obstante esta observación, la trama está bien elaborada, con giros de tuerca apropiados que mantienen la atención del público. La dramaturgia desarrolla con eficacia los intereses y vulnerabilidades de los personajes y trata tangencialmente temas como la discriminación racial o la migración (ella es de origen mexicano en el original y peruano en esta puesta). 

La publicidad indica que Réquiem obtuvo una nominación para el premio Metropolitano de México 2024 como mejor obra teatral. Viniendo de un medio de gran desarrollo cultural y de mayores exigencias en calidad que nuestro medio, extraña la nominación. Sin embargo, al leer los comentarios de la puesta mexicana, se hace hincapié en las actuaciones y la dirección, con lo que aun una obra deficiente en mensaje puede crecer gracias a una buena dirección y actuaciones que convenzan al público. Justamente ese es el punto flaco del Réquiem que vimos en The Basement.

Ella ingresa primero a escena y descubre su inexperiencia por sus movimientos marcados y gesticulación básica. Debe responder varias llamadas telefónicas, pero la descoordinación con el técnico de sonido destruye la credibilidad. Esa misma descoordinación la sufre el sacerdote cuando confiesa un recuerdo que lo atormenta, pero el cambio de luz entra tardíamente y, como para corregir, vuelve a luz plana de manera abrupta, interrumpiendo la escena. Además de que el texto inclina la balanza de forma deliberada a favor del sacerdote, la diferencia actoral completa el objetivo: él se esfuerza, le presta matices a su personaje y eleva la emoción en la última parte, pero ella no está a su altura, lo que nos distancia más aún de su discurso y por eso, la escena final no alcanza el dramatismo que requiere del involucramiento del público.

A propósito del público: jamás deben permitir el ingreso de niños en obra en la que - por el tema - con seguridad se van a aburrir y distraer a todos con ruidos o preguntas a la madre, impotente para contenerlos.

Novelas o películas que abordan el tema de esta obra se desarrollan en el campo de la argumentación. Una mala argumentación nos conduce al uso de falacias. Visto desde la fe, el mensaje de amor (perdón) frente al de odio (pena de muerte) nos puede regocijar. Pero una obra de teatro no es un acto religioso, salvo que su propósito lo sea y entonces debía producirse en ese contexto.

David Cárdenas (Pepedavid)

26 de setiembre de 2025

lunes, 22 de septiembre de 2025

Crítica: EL REY LEÓN


La apuesta de Chaplin Cultural con El Rey León

El pasado sábado, Oficio Crítico estuvo en la ciudad de Ica para asistir a la puesta en escena de El Rey León, a cargo del Chaplin Grupo Cultural y presentada en el auditorio del Colegio de Ingenieros. La dirección general estuvo a cargo de Josué Harold López, quien apostó por un montaje que combina talento local, creatividad y un notable esfuerzo colectivo.

La escenografía destacó por su paleta de colores y texturas bien logradas, capaces de generar una atmósfera sugerente. Sin embargo, el uso de la luz no siempre acompañó con claridad: faltó precisión para guiar la mirada del espectador y, aunque hubo imágenes potentes, su impacto no se sostuvo a lo largo de la función. Se evidencia poca claridad en la propuesta de composición a partir de la iluminación. El trabajo a partir del espacio tampoco alcanzó una acción definida, con problemas en la distribución espacial desde los distintos niveles, direcciones y profundidad. 

El vestuario fue uno de los grandes aciertos. Logró caracterizar a los personajes y se potenció gracias a la propuesta física de los intérpretes. No obstante, esa construcción corporal no siempre fue sostenida. El uso de máscaras no fue sólido, la falta de un código escénico claro generó dudas sobre si la mirada debía leerse desde el actor o desde la máscara, o de manera híbrida. Este recurso, interesante en lo conceptual, requiere mayor definición y consistencia desde la dirección escénica. La iluminación acompañó en ciertos momentos, pero sin un concepto sólido que permitiera crear atmósferas precisas. Algo similar ocurrió con los recursos tecnológicos: aportaron referencias de tiempo y espacio, pero su integración con la dramaturgia fue irregular.

En el plano musical, la dirección de André Bonifaz aportó solidez y ambientación efectiva, aunque el soporte técnico en sonido presentó altibajos que afectaron la proyección de voces y movimientos. La danza, si bien evidenció técnica, se mantuvo muchas veces en la forma sin conectar con la acción dramática. Escenas clave, como la estampida, carecieron de intensidad por falta de composición física y coordinación espacial.

En lo actoral, el trabajo grupal mostró cohesión, aunque con carencias en la escucha escénica y en la verdad. Hubo sobreactuaciones y rigidez corporal que redujeron la expresividad, así como monotonía vocal y fallas de dicción en algunos personajes. La escena de las hienas, por ejemplo, evidenció poca conciencia espacial, con actores que se cubrían o chocaban innecesariamente. Aun así, la construcción vocal permitió que varios personajes encontraran un esquema reconocible, con composiciones que sí lograron transmitir claridad y consistencia, por momentos. El uso de las cualidades del sonido y una mejor relajación puede ayudar a que no sea monótona la ejecución vocal, pues la tensión se manifestó en la expresión.

La adaptación del texto literario dramático respetó la línea argumental de la obra original, pero careció de convicción dramática. Algunas escenas no potenciaron el conflicto central, lo que diluyó la tensión narrativa. La dirección escénica logró integrar elementos valiosos como vestuario y escenografía, aunque sin sostenerlos con firmeza. La propuesta, ambiciosa y creativa, es interesante para el crecimiento del teatro local, pero demanda decisiones más claras en códigos actorales y en técnica, construcción de personajes y coherencia narrativa. 

En conjunto, El Rey León representó un esfuerzo de Chaplin Grupo Cultural, que refuerza la visibilidad del talento escénico en Ica. Si bien el montaje enfrentó tropiezos técnicos y dramatúrgicos, la propuesta refleja un camino en construcción hacia montajes más sólidos y consistentes.

Rubén Aquije

22 de setiembre de 2025

Crítica: CENIZAS


Más allá del amor

Dentro del auditorio del Teatro Británico en Miraflores se desprende un amor fantasmagórico desde un código realista que ha quedado en Cenizas, escrita por Eduardo Adrianzén y dirigida por Alberto Ísola. En escena: Yvonne Eyzaguirre, Pepe Bárcenas y Álvaro Pajares.

La mirada de Adrianzén al escribir Cenizas es exquisitamente poética, desde la introducción de canciones como parte de una narrativa melódica hasta la creación de diálogos entre los personajes. Y es que Cenizas es eso: un viaje de memorias y reencuentro para el amor. De pronto, observamos un setlist compuesto por canciones que remarcan la felicidad y la pasión.

En ese sentido, la dirección de Ísola le hace honor al texto. No solo compone una puesta en escena desde el movimiento y la actuación: en Cenizas, trabaja con las pausas y los silencios, con los bullicios que se esconden en el espacio del auditorio. Es de suma importancia que hoy en día se revalorice la practicidad en el rol del director. Ísola convierte el auditorio Británico en un espacio vivo que se suma a la historia, integrando al espectador como parte de este concierto escénico.

Por momentos se podría pensar: Cenizas está bien, pero hay más allá del amor. Y sí, la obra conecta profundamente desde lo auditivo con el público. Dispone de signos teatrales potentes, como el piano, que representa la memoria jovial de los personajes. Sin embargo, aquel instrumento también funciona como ruptura, evitando que la obra se quede solo en un concierto: su melodía introduce fragmentaciones necesarias para expandir la experiencia.

Sin duda alguna, se trata de una propuesta estética completa, desde la recepción hasta el repertorio del espectáculo. Eyzaguirre y Bárcenas merecen una mención especial: ambos complementan y sostienen un montaje que equilibra lo musical con lo teatral.

En conjunto, Cenizas destaca por su formato poético, por una dramaturgia delicadamente cuidada y por una dirección impecable. Las cenizas de sus personajes se encienden en cada bolero, desatando en el escenario recuerdos, emociones y una noche mágica donde el amor, lejos de apagarse, permanece en llamas.

Juan Pablo Rueda

22 de setiembre de 2025

Crítica: EL RINCÓN DE LOS MUERTOS


Aya - k'ucho: Rincón de los muertos

El nombre anuncia que vamos a sumergirnos en las heridas de este país, lo que nos lleva necesariamente a su historia.

La obra tiene dos partes: el contexto histórico y el testimonio personal, pero se entrelazan. Podría calificarse como documental/testimonial, pero va más allá de eso. En la primera parte, nuestro único personaje en escena expone, con eficaz uso de recursos visuales y escenográficos, los grandes hitos de dolor que marcan a Ayacucho: desde las disputas prehispánicas y durante la guerra por la independencia, hasta la matanza de estudiantes en Huanta en 1969; las masacres y desapariciones en la época del terrorismo, y los muertos al inicio del régimen de Dina Boluarte. Expone estas realidades de manera puntual, pero sin medias tintas. 

En la segunda parte, Ricardo Bromley desarrolla un relato testimonial que llega a conmovernos a todos por su relación directa con los protagonistas del conflicto, tanto por su historia familiar como porque él estaba en Lima cuando mataron a los jóvenes que protestaban en Juliaca y otras ciudades, y nos recuerda que Lima reaccionó cuando estallaron bombas en la calle Tarata, en Miraflores en el año 1992, luego de doce años en que ya habían muerto miles de peruanos en las alturas de la sierra, como si hubiera sido otro país. Así, nos interpela como ciudadanos: ¿qué estábamos haciendo mientras tanto?, ¿qué hemos hecho desde entonces? 

Bromley es parte de una familia ayacuchana que vivió el terrorismo de Sendero Luminoso, pero también del Estado. Como muchos en Ayacucho, tiene en su familia víctimas y victimarios de esa guerra. Su testimonio hace que sea una obra sincera hasta doler. Nos habla de esas tristes vivencias, del racismo, la marginación que vivió al llegar a Lima, pero también nos muestra su humor y picardía y nos concede un respiro con momentos que nos hacen reír, a pesar de todo. Además de actor, Bromley es danzante de tijeras, bajo el nombre Apu Pisqota de Huamanga y nos lleva, a través del rito, a la espiritualidad del hombre ayacuchano, como elemento vital de su identidad.

Un reconocimiento especial merece la dirección de Yanira Dávila y Sebastián Rubio, y la dramaturgia de Rubio, quienes fueron construyendo la obra en equipo con los elementos de la memoria que entregaba Bromley y aprovecharon sus talentos como actor, danzante, músico y principalmente, testigo de la historia. La obra resulta una suma de lenguajes (cuerpo, voz, audiovisuales, música). 

Al final, es inevitable premiar con una ovación de pie y por varios minutos esta obra, tan necesaria para entender al Perú y que, sin embargo, el Ministerio de Cultura (léase de Censura) se negó a calificar como espectáculo cultural por mencionar los asesinatos al inicio del gobierno actual. Por eso, el mejor apoyo a esta obra valiente y veraz es asistir a verla y difundirla.

David Cárdenas (Pepedavid)

22 de setiembre de 2025

viernes, 19 de septiembre de 2025

Crítica: JUEGO DE ROLES / MUDANZA


Masculinidades a prueba

Con el firme propósito de fomentar un modelo social más justo y equitativo, basado en la horizontalidad y en el respeto mutuo, es que aparece el concepto de la nueva masculinidad. Entendiéndose este como una serie de mecanismos (necesarios) para construir una sociedad más sana, igualitaria y respetuosa, en el que se deconstruyan los estereotipos tradicionales de fortaleza, dominio y represión emocional en el varón. En esa línea, el joven artista Blurryface, con la producción general de Caja Negra, escribió y dirigió dos piezas en formato corto en el Teatro Esencia, en las que se exploró la idea de que los hombres no deberían ser tan duros e invulnerables, sino que, por el contrario, puedan mostrar sus sentimientos, permitiendo así una saludable expresión de vulnerabilidad.

En Juego de roles, la relación entre dos buenos amigos, uno gay y el otro heterosexual, se pondrá repentinamente a prueba: el alborotado Andrés (Alexander Rodríguez) le propone al abatido Diego (Alfredo Motta) participar de un simple juego, para levantarle así el ánimo después de su ruptura amorosa. Con personajes bien delineados, la anécdota funciona en su planteamiento, con dosis de humor hábilmente dosificadas, dejando entrever que muchas veces entre la amistad y el amor solo hay un paso. O solo un sugerente juego para participar sin condiciones, con un poco de flexibilidad en la masculinidad. Buenas actuaciones, especialmente la de un carismático Rodriguez.

Por otro lado, Mudanza se convierte en el vehículo perfecto para explorar aquella sensibilidad latente en el varón, especialmente cuando se ha sufrido una dolorosa infancia con un padre tradicional, en el peor sentido de la palabra. El mismo Blurryface se reserva el complejo personaje de Miguel, un joven a punto de casarse, que encuentra, en medio de una mudanza, objetos de su niñez que le traen tristes recuerdos de abuso paterno y que deberá enfrentar junto a su paciente novia Carolina (Rosilú Osorio). Una conmovedora historia que invita al espectador a reflexionar sobre el bienestar emocional de los niños, especialmente de los varones, que deberían experimentar una mayor libertad emocional y así reducir la frustración ya de adultos. Ambas obras constituyen un valioso díptico teatral escrito por Blurryface, quien nos entretiene con dos historias contemporáneas que exploran estas nuevas masculinidades.

Sergio Velarde

19 de setiembre de 2025

Crítica: MAYOR QUE YO / AMNESIA


En búsqueda de espacios

Hace unos días fue clausurado el local Titanium Club de Miraflores, un espacio alternativo que funcionaba como restaurante-discoteca y en el que el colectivo Paso de Gato se encontraba presentando una temporada de teatro en formato breve en el horario nocturno. Situación que debería llevar a la reflexión sobre si, efectivamente, todo lugar vale para presentar un espectáculo escénico. Acaso la respuesta no sea tan sencilla de abordar: lo cierto es que cualquier espacio que se escoja para realizar alguna representación teatral no solo debería cumplir con las exigencias mínimas de seguridad y especialmente, de comodidad tanto para los artistas como para el público, sino que además la estética de la puesta en escena debería también adecuarse a las condiciones espaciales en las que esta será representada. 

En ese sentido, el amplio espacio del local mencionado, sumado a la oscuridad de las paredes, las luces de discoteca, con los asientos y las mesas repartidas para el consumo de alimentos y bebidas, pudiera haberse aprovechado mejor para espectáculos de otra índole, más corales o experimentales, y quizás no tanto para puestas más convencionales y de salón. Sin embargo, a pesar de las limitaciones técnicas y espaciales, el colectivo logró presentar una temporada completa el mes pasado, con dos simpáticas puestas breves que mantuvieron el interés y supieron sacarle provecho a las interesantes historias que abordaron.

En Mayor que yo de Elliot Marcos, dos veteranas amigas, interpretadas por Susan León y Janet Medina, se reencuentran en la casa de esta última, quien vive con su hijo engreído (Nicolás Bazán) y que será seducido por la primera. Con la dirección de Yamil Sacin y la producción de Grito de Calma, el estilo exagerado de las actuaciones en clave de comedia permite disfrutar de la anécdota, así como del carisma de los intérpretes. Por otro lado, en Amnesia de Chiara Roggero, una joven (Daniella Stornaiuolo) despierta en un lugar desconocido, habitado por un campechano señor (un sorprendente Fernando Pasco), sin saber cómo llegó a aquel lugar. La dirección de Ricardo Caffo maneja el suspenso con buen ritmo, mientras la muchacha desesperada intenta averiguar lo sucedido y la verdadera personalidad de aquel hombre permanece en el terreno de lo ambiguo. Bien por Paso de Gato en su afán de continuar en actividad, buscando espacios alternativos para seguir creando arte.

Sergio Velarde

19 de setiembre 

lunes, 15 de septiembre de 2025

Crítica: EL HAZMERREÍR


Lo que se hereda no se hurta

El teatro testimonial sigue siendo un formato interesantísimo de explorar como creador y de apreciar como espectador, ya que no solo conecta de manera personal con el artista, sino que además le otorga aquella carga adicional de “verdad” que cala, ciertamente, de manera más profunda en el público. No interesa realmente qué tanto de veracidad y exactitud tengan los sucesos que vemos en escena; debe ser la capacidad histriónica de los artistas ejecutantes los que logren crear la ilusión de aquella “verdad” sobre las tablas. Uno de estos últimos espectáculos fue El Hazmerreír, un sentido homenaje del actor Job Mansilla, con la dirección de Verony Centeno, dedicado a los tan menospreciados artistas callejeros, los cómicos ambulantes, que armados solo con su chispa incombustible, cautivaron y siguen cautivando a cientos de peruanos en nuestros parques y plazas.

Con una escenografía sencilla pero funcional, con un fondo de plástico que sirve de pantalla para imágenes y videos puntuales, y una media luna de cajas de cervezas amontonadas, Mansilla se mimetiza en el cuerpo del hijo de uno de estos cómicos, para contarnos su propia historia y la de su padre, vistiendo la guayabera de rigor. Creada en base a testimonios reales, Centeno y Mansilla consiguen una conmovedora y entretenida dramaturgia de autoficción, narrando la sacrificada carrera del cómico y el temprano talento de su hijo, integrando teatro, stand-up, improvisación y divertidísimas rutinas, tan propias de los programas noventeros, algunas de ellas rescatadas de los archivos televisivos. 

A destacar, cómo no, el comprometido trabajo de Mansilla, quien alcanza aquellas cuotas de “verdad” en su interpretación, conmoviendo y divirtiendo en partes iguales, cuando hace las veces del cómico con serios problemas de alcoholismo, y del hijo palomilla que pretende seguir sus pasos. Por su parte, la dirección de Centeno engrana con efectividad los diversos formatos en las secuencias, con ritmo y fluidez; además de extraer, por supuesto, una sobresaliente actuación de Mansilla. Más allá de conseguir un excelente producto de teatro testimonial, el mayor logro de El Hazmerreír, con la producción de Ovejas Negras – Humor & Sociedad, sea el de darle un merecido homenaje a aquellos artistas callejeros, que en medio de todos sus propios demonios, lograron arrancarle una sonrisa al peruano de a pie. Y eso ya es bastante.

Sergio Velarde

15 de setiembre de 2025

Crítica: IGUALADOS


Catarsis de una villana moderna

Con una propuesta fuerte y disruptiva, Panparamayo Teatro presenta las reflexiones de una mujer de la clase alta limeña, quien nos hace partícipes de su introspección a través del espacio de El Galpón. Bajo la dirección de Mario Ballón, nuestra intérprete Arés Escudero comienza con un monólogo sobre el sistema educativo, las expectativas sociales y los modos de relacionarse con aquellos que se encuentran en la base de la pirámide social: para personas como ella, el vínculo muchas veces estaría marcado por una verticalidad, la caridad o la condescendencia.

Pero el discurso individual se lleva más allá, al pedir la participación del público, quienes somos invitados a tomarnos fotos con la protagonista, ayudar con algunas tareas y jugar con los elementos del escenario, que se vuelve nuestro también. Considero que esto es particularmente consecuente con la propuesta, pues nos abre el espacio del teatro, convirtiéndonos en una especie de actores también, así como lo somos en nuestra comunidad. 

Las estrategias utilizadas para interpelarnos se hacen más potentes al contar, directamente, con la figura de una persona que identificamos con quienes consideramos tienen mayor poder, de modo que las preguntas, meditaciones, juegos y ejercicios no nos permiten mentir: hemos sido oprimidos, pero también fuimos opresores. En ese sentido, ya no solo tenemos la imagen de una pituca buena gente, sino de alguien que reconoce su privilegio y enfrenta su lugar de villana en nuestra historia.

Queremos invitar a nuestro público a disfrutar de Igualados, especialmente a quienes disfrutan de experiencias inmersivas y apuestan por un teatro diferente. El uso del espacio y los elementos fue constantemente marcado por la movilidad y el ingenio de los involucrados en su disposición. La música también tomó parte importante, jugando con ritmos de percusión, pasando por instrumentos de viento con notas andinas, hasta llegar a la electrónica; estos sonidos fueron acompañando las emociones e intensidades de nuestra intérprete. Consideramos que Igualados es una obra muy interesante, que pone temas complejos sobre la mesa, planteándolos de manera muy inteligente y siempre animando al público a pensar e involucrarse constantemente. Aún quedan algunas fechas para disfrutarla y esperamos que les inquiete como a nosotros.

Jimena Muñoz

15 de setiembre de 2025

Crítica: GOTERAS


Cuando el pasado y el futuro se filtran en el presente

El sábado 6 de septiembre en el Teatro de Lucía presencié Goteras, dirigida por Jesús Álvarez e interpretada por Miguel y Franco Iza. La obra nos introduce en la vida de Toni López, un guionista en sus 30s, que de pronto se ve forzado a encontrarse con distintas versiones de sí mismo en sus 60s. Cada gotera que aparece en el techo de su departamento es una grieta en el tiempo que lo acercan a estas diferentes versiones suyas del futuro.

La propuesta escénica parte de un registro realista, pero se abre paso hacia lo simbólico. Lo cotidiano se transforma en metáfora del desgaste, de lo inevitable, pero también de la oportunidad de revisar el propio destino. Las goteras marcan el inicio de un juego absurdo en el que el Toni joven mide su presente con la vara de lo que podría ser su vejez: frustración, cansancio, ironía, resignación.

Lo que sostiene la pieza es el trabajo actoral. Miguel Iza encarna con credibilidad camaleónica a múltiples Tonis mayores, todos diferentes, todos posibles, mientras que Franco Iza aporta el contrapunto enérgico y vulnerable del Toni joven. La complicidad entre ambos es innegable; el hecho de que sean padre e hijo en la vida real potencia la tensión escénica, pues cada cruce de miradas parece contener la experiencia compartida de generaciones.

Goteras conmueve porque habla de lo ingrato de la vida artística, de la soledad del escritor, de la sensación de haber apostado todo por una vocación que pocas veces devuelve certezas. Sin embargo, lo hace con un tinte absurdista, pues defiende que si lo que nos espera es una “vida de mierda”, que al menos sea la mejor vida de mierda posible. Y en ese viaje entre presente y futuros posibles, la obra se permite incluso un homenaje a Volver al Futuro, ese clásico que también imaginó la paradoja de encontrarse con uno mismo en otra edad.

Salí conmovida, sobre todo porque la obra desnuda lo que significa entregarse al arte, un camino donde el futuro nunca está garantizado. Goteras deja una pregunta que resuena mucho después de apagadas las luces: ¿podemos realmente cambiar lo que nos espera, o solo aprender a habitarlo?

Recomendaría verla no solo por su tema, sino por la experiencia de presenciar a este dúo en escena. Es un privilegio ver cómo dos generaciones dialogan en un mismo personaje, confrontándose y sosteniéndose a la vez, mientras nos recuerdan que cada gotera que cae es también un recordatorio del tiempo que se nos escapa.

Daniela Ortega

15 de setiembre de 2025

Crítica: VARGAS LLOSA EN ESCENA


Al encuentro del teatro vargasllosiano

Vargas Llosa en escena fue presentada gracias al esfuerzo de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Asociación Iberoamericana de Artes y Letras AIBAL. Esta extraordinaria representación de la dramaturgia del Nobel nos ofreció diez escenas de seis obras teatrales, que van desde una reescritura de los clásicos hasta personajes y situaciones ancladas en un contexto nacional y regional. 

Bajo la dirección de Percy Encinas y Maureen Llewellyn-Jones, los actores Willy Gutiérrez, Yasmine Incháustegui, Renato Medina-Vasallo y Liz Navarro dan vida a múltiples personajes: algunos tan conocidos como Odiseo y Penélope, e igual en otras escenas, ya a distintos protagonistas genuinamente del universo vargasllosiano, como Josefino, Meche y La Chunga. Destacamos la versatilidad de nuestros intérpretes, quienes con vestuarios diferentes y juegos con los textiles logran transformarse, una y otra vez, en los personajes imaginados por el literato. Ello, además, se convierte en una metáfora sensorial del trabajo de escritura, del hilar historias a la manera de la reina de Ítaca, tejiendo y destejiendo el destino. Así, tenemos una reflexión sobre la labor creativa, una discusión sobre el talento y las posibilidades que nos ofrece la vida para seguir expresándonos.

No quisiéramos dejar de destacar las particularidades de la puesta en escena, como la introducción de elementos con características evidentemente peruanas: la capa con patrones y colores, además del uso de música criolla y boleros, terminan por ayudar a dar un sello nacional, sin quitarle el carácter universal de las escenas propuestas. Consideramos que ha sido un proyecto muy interesante, y que seguirá desarrollándose, pues se busca que también pueda ser presentada en colegios. De este modo, se podría lograr que mayor público tenga contacto con el teatro de Vargas Llosa, que suele ser menos conocido que sus novelas u otros trabajos. Ello permite ver el mundo literario que ha dejado para nosotros, y que podemos seguir explorando en sus diferentes formas. 

Así, haciendo énfasis en el gusto del escritor por la actuación, la casa de estudios le dedicó este gran homenaje a uno de sus alumnos más ilustres. De esta manera, comprendemos que su legado se mantiene muy vivo, y que puede ser estudiado desde la academia, e igual representado teatralmente, para seguir generando emociones.

Jimena Muñoz

15 de setiembre de 2025

sábado, 13 de septiembre de 2025

Crítica: EL BARBERO DE SEVILLA


La inútil precaución

Imagínate ser una chica joven, linda y con mucho dinero en el S. XVIII, pero vives prácticamente encerrada dentro de cuatro paredes, no tienes derecho a decidir sobre tus propias acciones ni a cómo gastar tu dinero; encima estás obligada a casarte con alguien a quien no amas, sino todo lo contrario, lo desprecias. Básicamente esta es la situación de Rosina (Amaranta Kun), una de las protagonistas de El barbero de Sevilla, obra que llega gracias a la compañía de teatro Éxodo, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra.

En esta oportunidad, el colectivo nos invita a formar parte del inicio de un ambicioso proyecto: traer al escenario la trilogía de Beaumarchais, iniciando con El barbero de Sevilla, obra bastante lúdica que trata de retratar la decadencia del ser humano, pero no de manera deprimente o para lamentarse, sino para reírse de uno mismo (sin omitir la autocrítica), identificarnos en nuestros momentos más humillantes o de mayor humanidad, en el sentido de seres imperfectos que recurren a actos poco nobles muchas veces, pero no por ello caen en el adjetivo de “malos”. 

Se nos sitúa en una España de la época caballeresca, con una escenografía sencilla -teniendo en cuenta que el tamaño del escenario de la Alianza Francesa no es muy grande-, pero se aprovecha cada centímetro hasta con el más mínimo detalle: un perro guardián que capta la atención de inmediato, muebles de la época, un balcón del mismo estilo, todo muy bien ambientado, incluso el interior de la casa que, dicho sea de paso, fue una sorpresa cuando se desplegó la escenografía de tal manera que un abrir y cerrar de ojos entramos en el hogar de Rosina. Esto, sumado al acompañamiento musical de canciones de la banda Estopa le dan a la obra un toque de frescura.

Si bien los personajes no son muy complejos -es evidente la intención pedagógica del autor original-, eso no le resta valor como obra ni los méritos de la dirección. Igual se siente como algo muy contemporáneo: la corrupción sigue y más viva que nunca, personajes como Don Basilio (Martín Aliaga) y Don Bartolo (Alonso Cano) abundan, y aún esperamos conocer o tener en nuestras vidas a personajes como Fígaro (Stefano Salvini), cuyas ocurrencias dan vida y sentido a la historia. Cabe destacar también el carisma del Conde de Almaviva (Oscar Yepez); él junto con Fígaro serán cómplices y harán del público su aliado para lograr su cometido.

Sin duda, es una obra que merece ser vista, incluso más de una vez, y cuyos actores, así como el equipo que trabaja detrás del escenario, merecen un gran reconocimiento por el esfuerzo y dedicación, sobre todo por tratarse de volver a poner sobre las tablas obras que, de otra manera, quizás quedarían empolvándose.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: LA SUERTE


Cuando la igualdad es un privilegio

Estamos en una sociedad en la que la adopción no es muy común o es muy difícil por todos los procesos burocráticos, y si se trata de una pareja homosexual, el trámite se vuelve interminable; tanto así que durante el proceso hay muchas parejas que quedan afuera o se retiran al ser vencidos por el pesimismo, eso sin contar con el otro proceso difícil que viene después de la adopción: la crianza.

Bajo esta premisa, Love La Productora nos trajo la obra La suerte, escrita por la dupla española Pérez & Disla, bajo la dirección de Silvia La Torre Matuk. Esta es la historia de Juame y Juli, una pareja homosexual que, después de años de convivencia y encontrarse en una situación económica estable, deciden adoptar un niño, pese a saber que el proceso no será nada fácil y que prácticamente no hay nada asegurado.

Lo interesante de esta puesta viene de la combinación de las artes escénicas y elementos audiovisuales, como una gran pantalla de fondo que va contextualizando al espectador de la situación que afrontan las parejas homosexuales hoy en día para poder adoptar, recalcando que la historia se ambienta en España, donde las cosas han avanzado un poco más y una adopción homoparental, si bien es difícil, no es imposible, como parece serlo aún en países como el nuestro.

Las actuaciones de tanto Jesús Oro (Juli) como Joel Calderón (Juame) son bastante convincentes, vulnerables en los momentos precisos y lúdicos en otros, se refleja que interiorizaron bien los roles, la historia que estaban transmitiendo, e hicieron al público parte de ella, conmoviéndolo y haciéndolo reír.  Asimismo, se destaca que no solo nos muestran la parte tediosa del proceso de adopción, sino también unos meses después de tal proceso, lo difícil que puede ser la crianza, que el niño se adapte a un nuevo hogar y a una sociedad que probablemente lo excluya, a veces, por no entender que está bien ser diferente.

Es una de esas obras que mediante una historia sencilla logra hacerte reflexionar sobre una situación que quizás es poco usual, pero eso no significa que no sea universal o que no debería hablarse sobre ello. Hablar sobre cómo la posibilidad de adoptar, de ser padres, a veces se trata más de privilegios, que te hagan sentir que unos merecen más ser padres que otros, sobre todo si es por tu orientación sexual, o darse cuenta que un niño criado en un hogar así es igual de afortunado que un niño criado por una pareja “tradicional”.

Si bien su tiempo sobre las tablas fue de corta duración, esperamos que vuelva a reponerse, pues es en momentos como los de ahora que necesitamos de obras como estas, que más allá de entretener, buscan informar e involucrar.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: UN DÍA COMO CUALQUIER OTRO


Cuando la realidad supera la ficción

¿Alguna vez has sentido que estás atrapado en la monotonía de la rutina?, ¿quizás has tenido ganas de hacer algo distinto, pero no te atrevías por miedo a renunciar a esa “tranquilidad” que te daba tu zona de confort? Pues si la respuesta es un sí, Un día como cualquier otro es el tipo de obra que necesitas ver.

El colectivo teatral Telón Mestizo pone sobre las tablas del Nuevo Teatro Julieta la citada obra, protagonizada por el gran actor Mario Rengifo y con un talentoso elenco conformado por Sebastián Olivencia, Leny Luna Victoria, Alana La Madrid y Lucía Brozovich. La historia nos lleva a presenciar la vida rutinaria de Mario que, de un momento a otro, empieza a escuchar a una voz en su cabeza que le predice cuál es su próximo movimiento o qué estará por pasar. Vemos a un Mario que cada minuto que pasa se vuelve más paranoico por esta voz y por su incapacidad para convencer a las demás personas de que está pasando algo inusual.

Si bien el concepto remite un poco a la película The Truman Show, la puesta cuenta con sus propios toques personales. Stefani De Ruvo, quien escribió la obra y Gian Marco Valle, quien la dirigió, traen una propuesta bastante innovadora y que no se ha visto mucho en la escena limeña, con un maquillaje bastante creativo y escenografía que también suma bastante a la trama, nos muestran a un personaje bastante humano y con quien fácilmente nos podemos identificar desde un inicio.

A lo largo del relato vivimos junto a Mario una serie de sucesos cómicos, y otros no tanto, que lo irán desencajando poco a poco, hasta llegar a la conclusión de que hay alguien más controlando su vida en ese punto y debe hacer algo al respecto, de lo contrario, cosas malas le sucederán. Es así como nos enteramos, junto con el personaje, que forma parte de un libro, que la autora está en crisis porque no sabe qué desenlace darle a la historia, esto mientras la editora intenta convencerla de que acabar con la vida del personaje es un buen cierre.

Si bien el desenlace es quizás un poco evidente, eso no resta valor al mensaje que la obra intenta darnos: atrévete a hacer cosas nuevas, a vivir más, y que no necesariamente eso tiene que implicar sufrir o pasar por traumas; que toda experiencia vale la pena ser vivida, que la vida en general merece ser disfrutada en todo momento.

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

Crítica: UNA BOFETADA DE ROSAS EN LA GARGANTA


La sinestesia de las palabras

Imagínate una obra en la que los sentidos se confunden, oyes lo que sientes, ves lo que escuchas, pero todo de una manera no convencional; imagínate estar en un cuarto con unas cuantas personas más y tener al frente a un actor que parece estar al borde de un colapso constante. No entiendes nada, pero sientes todo. Algo así es lo que llegó a la escena limeña, gracias a Creación escénica sensorial: un unipersonal Paulo César Polo Chávez, basándose sobre la poesía de Leandro Salvatierra.

Cabe destacar que el lugar donde se llevaron a cabo las funciones, el centro Kracc, brindó un buen ambiente de bienvenida con Pink Floyd de fondo, poemas y papeles en los que podías escribir cómo te sentías y pegarlo en la pared, una experiencia bastante inmersiva de inicio a fin que apelaba a los sentidos, un espacio íntimo que te invitaba a conectarte contigo mismo.

Polo Chávez, la mente detrás de la obra, nos regala una actuación entregada; se sintió bastante personal cada movimiento, cada palabra, y justamente en una entrevista que dio hace poco a la Dramateca del Perú, habla un poco sobre cómo se inspiró para la elaboración de esta obra, qué lo motivó: la falta de concentración, factores externos como la pandemia, etc., pusieron al artista en una situación difícil, y plasma toda esa preocupación e importancia en el espacio.

Si bien no es una obra con una estructura convencional, ni que tenga una historia en sí o un hilo, al cabo de unos segundos es sencillo deducir que se trata de esas obras que no hace falta entenderlas o que no necesitan una historia en sí para contar o transmitir algo. Es de esas obras que te recuerdan lo importante que es sentir, simplemente estar, incluso si nada tiene sentido o si todo te hace explotar, si quieres retroceder o adelantar las cosas; el punto es sentir, permitirte sentir y fluir con eso.

Fue una obra fuera de lo usual en la cartelera limeña y que invitaba a la reflexión, sobre todo psicoanalítica, lo que la hizo aún más interesante, pues se mueve tanto en la esfera del entretenimiento como en la académica, es una mezcla precisa que podría ser aprovechada por el público para acercarse a ambos ámbitos. 

Barbara Rios

13 de setiembre de 2025

jueves, 11 de septiembre de 2025

Crítica: TITÁN


Polémico trabajo escénico sobre tragedia real

¿Existirá algún límite, consideración o parámetro al elegir el tema para abordar una obra de teatro? ¿Acaso habrá algún acontecimiento o suceso que, por motivos de ética o simple respeto, sería preferible evitar explorar para una puesta escénica? Tales cuestionamientos surgen cuando el punto de partida para la creación de un espectáculo teatral, encima uno en clave de comedia, es una tragedia en la que se han perdido víctimas humanas. Esta escueta reflexión viene al caso con la pasada temporada de Titán, presentada por el colectivo La Absurda Sociedad del Duende Romántico, basada en la tragedia ocurrida el 18 de junio de 2023 en el Atlántico Norte, en la que el sumergible Titán, como parte de una expedición turística para observar los restos del Titanic, implosionó, muriendo en el acto la totalidad de sus tripulantes.

Dejando de lado el aspecto mencionado y centrando la atención solo en el producto escénico, los resultados resultaron más que auspiciosos. Estrenada en el espacio Ares Teatro de Lince, la puesta de formato breve lució bastante cuidada en el apartado estético y especialmente, en la decisión de los directores Simón V. de V. y Angie Damacen Motta de recurrir a la Comedia del Arte, a través del uso de máscaras, la caracterización física del trío de estereotipados personajes y la sátira social de trazo grueso hacia los desprevenidos multimillonarios. En ese sentido, el joven elenco conformado por Gianella Soto, Germán Ojeda y Melissa Valverde estuvo a la altura de las circunstancias, logrando divertidas secuencias cómicas apoyándose en su ejecución física y vocal. Incluso el dramaturgo (el mismo V. de V.) se reserva el curioso papel del pez rape abisal (pez diablo) como presentador de la trama.

No obstante, luego de finalizar la puesta en escena, que esgrimía en su nota de prensa que  “burlarse de los multimillonarios nunca dejará de ser relevante; sin embargo, en la actualidad, resulta más necesario que nunca”, algunos espectadores podrían reflexionar acerca de lo atinado o no que pudo haber sido la creación de esta obra. Polémicas aparte, lo conseguido en Titán es un efectivo llamado de atención, en un formato visualmente atractivo, hacia aquellas personas que concentran el poder y que no siempre toman las mejores decisiones, en demérito de los más necesitados y a favor de la conveniencia con ellos mismos. El público ya decidirá si resultó oportuno el tomar una tragedia real para tales fines.

Sergio Velarde

11 de setiembre de 2025

sábado, 6 de septiembre de 2025

Crítica: CYRANO DE BERGERAC


Lúdica adaptación para los más pequeños

Las libertades creativas, ejecutadas con coherencia y creatividad, pueden producir, por ejemplo, notables adaptaciones de clásicos universales dirigidas para públicos específicos. En La Plaza Joven ya hemos podido disfrutar de espectáculos para toda la familia, a partir de obras de calibres y formatos tan diversos como Moby Dick o La vida es sueño, con excelentes resultados. En esta oportunidad, el popular drama heroico Cyrano de Bergerac (1897), escrito en verso por el poeta y dramaturgo francés Edmond Rostand, sobre aquel espadachín poeta con una enorme nariz y apodado como "ladrón de oxígeno", sirve como punto de partida para una muy entretenida adaptación teatral que celebra el amor, la honestidad y la valentía.

Tomándose la válida licencia de presentar en el escenario a cinco versátiles actores para contarnos la historia de Cyrano, el director Fito Valles se las ingenia para resumir con acierto las acciones y dibujar con claridad a los personajes principales del drama. Con contados y muy funcionales elementos de escenografía y utilería, como aquella estructura que sirve de balcón y a la vez para darle un toque épico a las escenas de batalla, la trama avanza sin tropiezos y además, se permite incluir números musicales, que hubieron podido ser todos cantados en vivo. El trágico final del original es modificado, sin mayores complicaciones, para así darle un cierre adecuado para el público objetivo al que va dirigida la puesta.

La ya conocida historia de Roxana, enamorada de las cartas que le entrega el galán Christian, pero escritas por Cyrano, encuentra nuevos bríos en la sólida y enérgica interpretación del elenco. En ese sentido, Roni Ramírez, Diego Pérez, Gina Yangali, Joaquín Escobar y Pedro Pablo Corpancho derrochan carisma y sensibilidad para abordar sus roles, permitiendo que esta historia de amor y amistad cale en los más pequeños. Esta lúdica adaptación y dinámica propuesta escénica de Valles, Cyrano de Bergerac, confirma que las libertades creativas, aplicadas con inteligencia y respeto sobre textos clásicos, pueden regalarnos excelentes espectáculos para nuevos públicos y de todas las edades.

Sergio Velarde

6 de setiembre de 2025

viernes, 5 de septiembre de 2025

Crítica: RETRATOS DE UN PERÚ DOLIENTE


Nuevas miradas, misma vigencia

Siendo tan riesgoso, muchas veces, el intervenir piezas consideradas ya clásicas de nuestra dramaturgia nacional, resulta reconfortante encontrarse con puestas en escena que, lejos de desdibujar el texto base, no solo saben encontrar una propia voz, sino que a la vez respetan y se apoyan en la fuente original. Tal fue el caso de la reciente temporada titulada Retratos de un Perú doliente, conformada por tres obras cortas de autores tan necesarios y vigentes, como lo son Hernando Cortés y Gregor Díaz, autodenominada como “una mirada cruda al país desde su infancia silenciada” y convertida por derecho propio en un más que necesario espectáculo de urgente reposición.

El joven colectivo Muertos de Arte explora e interpreta, con una sólida y creativa dirección a cargo de Alonzo Aguilar, tres obras en formato breve provenientes de la valiosa dramaturgia de los años sesenta: de La Ciudad de los Reyes de Cortés, Los niños están a la venta y Abuse usted de las cholas; y de Díaz, Con los pies en el agua. Todo ellas manejando problemáticas tan dolorosas y actuales, como la descarnada violencia y el cruel abandono a los que son sometidos los niños y jóvenes en nuestro país. Innecesario mencionar que dichas carencias no han cambiado prácticamente nada en nuestros tiempos, tomando en cuenta la década en la que las piezas originales fueron concebidas. Sin embargo, la ejecución escénica luce coherente, estilizada y enérgica, con tres jóvenes actores que les insuflan nueva vida a estas historias tan conmovedoras como vigentes. 

Los jóvenes Tais Villanueva, Aric Bernal y Christopher Cruzado se turnan los distintos personajes de manera intachable, con un muy buen manejo corporal y vocal. Quizás la decisión creativa de permanecer los tres actores en escena, en piezas escritas para uno o dos personajes, pueda lucir por momentos forzada; pero en la mayoría de las veces funciona muy bien y hasta enriquece la propuesta inicial. Cortés y Díaz son un par de dramaturgos que se encuentran más vigentes que nunca. Y montajes como Retratos de un Perú doliente les hacen merecida justicia, así como denuncian oportunamente la trágica situación de la niñez abandonada en nuestro país.

Sergio Velarde

5 de setiembre de 2025

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Crítica: LA ÓPERA DE LOS MONSTRUOS


De lo poético a lo festivo: la obra que acerca las artes escénicas a niños y adultos

El Centro Cultural de la Universidad del Pacífico presenta La Ópera de los Monstruos, un montaje creado desde la colaboración entre la Compañía Flotante (Perú-Argentina), STAGE of the ARTS (México), con la dirección artística de Natalia Chami, Azul Borenstein y Yuriria Fanjul, con música original de Rodrigo Cadget. La propuesta se plantea como una puerta de entrada poética y festiva al universo de la ópera, pensada para un público familiar, con especial énfasis en los más pequeños.

Desde el inicio, el espacio escénico establece un lenguaje claro: los músicos ocupan un sector visible, tocando en vivo, mientras el resto del escenario se convierte en territorio de lo poético y sensorial. Una gran tela transparente en el proscenio introduce un recurso visual de fuerte valor poético, anticipando la relación entre lo tecnológico, lo musical y lo dramático. Los músicos marcan el código sonoro desde el inicio con una sinfonía dulce que abre paso al relato: la luz descubre al protagonista y, con él, un mundo onírico poblado de seres singulares.

La composición escénica se sostiene en una combinación eficaz de lo visual, lo sonoro y los elementos de diseño escénico que potencian el argumento. Este diseño sugiere que los personajes centrales son niños, reforzando la identificación del público infantil. Colores y materiales construyen un universo simbólico donde conviven criaturas fantásticas, cada una definida por su propia corporalidad y propuesta vocal. La iluminación delimita el tiempo y espacio, mientras las proyecciones multiplican los estímulos sensoriales, logrando mantener la atención de los espectadores. 

La música constituye un elemento importante en el montaje. La composición desarrolla un motivo central que conecta con la estética visual y sostiene las transiciones entre escenas. Los músicos en vivo mantienen una escucha precisa con los actores, generando un diálogo fluido entre gesto, canto y movimiento. Los intérpretes de canto lírico, además de cantar, participan como tramoyistas y en la creación de ambientes sonoros, aportando variedad y dinamismo. Esta interacción logra que cada transición sea ágil y que la atmósfera se mantenga coherente de principio a fin.

En el plano actoral, se aprecia un trabajo sostenido de escucha y movimiento. Los intérpretes construyen imágenes claras a partir de tonos musculares y cualidades de movimiento, transmitiendo con el cuerpo lo que las palabras no dicen. El uso de objetos es preciso y cargado de metáforas, mientras que los tramoyistas aportan ritmo y, en ocasiones, gestos que refuerzan las dinámicas lúdicas del montaje.

La dirección acierta con incluir al público como parte activa de la experiencia: los niños cantan, interactúan con los personajes y participan de una obra que rompe la barrera entre escenario y público. Si bien el desarrollo narrativo presenta momentos de estancamiento —algunos eventos se perciben redundantes—, el resultado final sostiene un mensaje claro y una transformación verosímil del protagonista.

En síntesis, La Ópera de los Monstruos es un montaje cuidado, visualmente estimulante y musicalmente sólido. Más allá de ciertas repeticiones narrativas, cumple con su cometido: acercar a los niños al mundo de la ópera desde la experiencia sensorial, integrando juego, música y poesía en una celebración escénica memorable.

Rubén Aquije

4 de setiembre de 2025