Juegos de apariencias
A un año de empezar, Kortas tiene una situación curiosa respecto a otras propuestas limeñas que han abordado el microteatro. Cuatro obras cortas que no necesariamente guardan relación temática entre ellas, todas en el mismo espacio una después de la otra. Es algo que puede resultar riesgoso si la curatoría hace que las obras desentonen entre ellas en tono o calidad. La selección de los miércoles para este enero y febrero logra, aún con este peligro, mantener una línea de progresión interesante, aunque dejándome preguntas sobre el lugar y el futuro de Kortas.
En Mentiras blancas, vemos a Franco (Brayan Vilchez) y Gime (Leonela Alarcón) navegando por una primera cita en la que ambos están claramente mintiendo, para al final conectar en esa desfachatada deshonestidad. Ambos actores entran en códigos altos pero distintos, lo que hace que sus respectivas mentiras se sientan lúdicas y distinguibles. Vilchez, en particular, hace uso de un dramatismo extremo, entrando en desgracia cada vez que es descubierto, pero necesita confiar más en esta exageración para que se sienta resuelta. La propuesta funciona como un primer aperitivo con una propuesta sencilla, apoyada en una buena elección de fondos y vestuarios y en el carisma aún explorable de sus personajes.
El reencuentro, tratando también el tema de las mentiras y la infidelidad, se siente aún algo endeble. Aquí, Karlos Lopez Rentería y Miguel Cente interpretan a dos amigos reencontrándose por “sorpresa” en un parque. Lo más interesante aquí es la construcción del conflicto, estableciéndose el nudo principal sin necesidad de mucha explicación y manteniéndote en vilo a cómo se resolverá. Es una progresión dramatúrgica interesante, pero que se apaga por momentos por necesitar de mayor energía y conexión de los actores en escena para sostener la urgencia. Las revelaciones cerca del final son así el mejor momento de la obra, pues requieren a Cente concentrarse más en su compañero y a López Rentería reaccionar al primero.
Noche fake continúa la temática de las mentiras, esta vez centrándose en la falsedad de las redes sociales. La energía de Camila Medina en particular nos mantiene entretenidos desde el minuto 1, dándonos a una protagonista que se vuelve más patética (en el buen sentido) con cada línea. Aquí quizás la dramaturgia jugó un poco en contra al desarrollo, pues no permite que las actrices se centren de lleno y exploren más la premisa de fingir una vida falsa por redes. ¿Cómo seguir con la mentira? ¿Qué otras podrían las dos chicas idear?
Spotofai no continúa la línea temática, pero sí abraza sin tapujos el absurdismo, imaginando una realidad donde lo ads y canciones de Spotify son hecho en vivo, por turnos, con nalgadas espontáneas y con una de la voces perseguida por una maldición. Es una obra (¿concierto?) que se sabe estúpida y disfruta serlo, lo que curiosamente le da un gran encanto y funciona fantástico como cierre. Buena química y timing cómico de Tracy Alcántara y Pedro Ibañez. Buena elección para el jingle de la aplicación.
Cuando las obras de Kortas funcionan como unidad, lo hace muy bien. Pero las que más funcionarán serán aquellas que sepan arriesgarse y explotar su potencial, incluso dentro del formato chico y digerible. Así, la progresión de una obra a otra logrará este sentir de variada montaña rusa. A subir la apuesta.
José Miguel Herrera
18 de enero de 2025
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