Nueva dramaturgia en el Teatro Barranco
Se dio inicio el esperado ciclo de teatro en formato breve Kortas, una singular propuesta que fusiona entretenimiento cultural con la experiencia de bar y fiesta. En esta oportunidad, nos ofrecen cuatro microobras de entre 15 a 20 minutos con intervalos de diez minutos, lo que permite a los asistentes disfrutar no solo de las representaciones, sino también de una variada carta de piqueos y bebidas. Cada una de las microobras expone textos de nueva dramaturgia peruana que, a través del humor, la sátira y la crítica social, abordan temáticas que logran resonar de maneras diversas. Algunas obras se destacan por su sólida ejecución, mientras que otras dejan espacio para reflexionar sobre su desarrollo.
La primera pieza, ¿Dónde está Chabuca?, escrita y producida por José Manuel Benites y dirigida por Christian Paredes, presenta una historia de superación y amistad entre los personajes Antonio y Jacinto, interpretados por José Manuel Benites y José Manuel Castillo. A lo largo de la trama, estos personajes exploran, con humor, los conflictos sociales recurrentes en nuestra sociedad. La interacción entre ambos actores estuvo bastante equilibrada, destacando especialmente la naturalidad de Benites, sobre todo en los monólogos y en su interacción con el público. En cuanto al personaje de Jacinto, un joven proveniente de la sierra, se percibió un esfuerzo notable por parte de Castillo en mantener el acento característico del personaje, lo cual, sin embargo, afectó la fluidez dramática de su interpretación. A pesar de esto, cabe resaltar el acierto del momento musical, en el que la interpretación de Castillo contribuyó a crear un ambiente festivo y reflexivo, transmitiendo de manera emotiva un mensaje de migración, lucha y esperanza.
La segunda obra, ¡Soy inocente!, escrita por Regina Limo, dirigida por Rafael Mora y producida por Darte Arte, nos presenta una historia cargada de sátira política y dobles sentidos. En ella, un cínico congresista, José Espíritu (interpretado por Mario Rengifo), huye de la justicia y se refugia en su gran compinche, el excéntrico padre Marrani (a cargo de Paul Beretta), un cura que, lejos de ser convencional, es un predicador doble moral e hipocresía. La obra despliega un texto mordaz y bien aprovechado, donde el conflicto se establece de inmediato, llevando al público por un camino de tensión y risas. El humor estuvo bien marcado, no solo por la situación límite en la que se encuentran los personajes, sino también por la acción precisa de los actores, lo que permitió al director sacar provecho del espacio escénico. Ambos actores mantuvieron una presencia teatral interesante y energía adecuada para la escena, aunque una mayor utilización de los silencios habría ayudado a intensificar la tensión, especialmente en aquellos momentos en los que la emoción parece desbordar el diálogo. La expectativa del público pudo haberse reforzado con más pausas para otorgar un mayor ritmo dramático en la obra, con el fin de generar una experiencia más impactante.
Por otro lado, La última nota, una comedia fantasiosa llena de sátira y suspenso, escrita y dirigida por Alejandro Alva, producida por La Nave Films, nos presenta la historia de un cronista sin gran relevancia en su medio (interpretado por Claudio Calmet), quien se encuentra con un presunto vampiro (a cargo de Nicolás Fantinato) que le ofrece una oportunidad que cambiará su vida. Desde el inicio, la obra cautiva gracias a su hábil manejo de la iluminación, que utiliza luces tenues para reforzar la personalidad enigmática y tétrica del "Vampiro", al mismo tiempo que acentúa la atmósfera de intriga que se desarrolla entre ambos personajes. En cuanto a las interpretaciones, Fantinato ofrece un trabajo memorable, deslizándose con destreza entre los géneros de comedia y terror mediante recursos gestuales y vocales, manteniendo una constante expectación en el público. Calmet, por su parte, logra transmitir la carga emocional del temor que atraviesa su personaje, conectando eficazmente con el espectador y sumergiéndolo en el conflicto central de la obra. La interacción entre ambos actores se mantiene vibrante durante toda la pieza, logrando que el público se convierta en cómplice del juego interpretativo que presentan, lo que refleja una dirección acertada. En cuanto a la musicalización, aunque se percibe como un elemento clave para dar ritmo a la obra, sería recomendable solucionar las fallas técnicas que surgieron durante la función, ya que interfirieron con la fluidez de la actuación, distrayendo la atención del público en momentos clave.
Finalmente, Socios de la conquista, con dramaturgia de Mario Soldevilla y dirección/producción de Dante del Águila, cierra el ciclo con una divertida comedia de enredos. La historia sigue a Roberto Rivas (Soldevilla), un jefe alterado, que descubre que su audaz empleado Manuel Luque (interpretado por Renato Pantigoso) está enamorado de su esposa. Este descubrimiento desencadena una serie de conflictos cómicos en los que Manuel, con gran destreza, logra mantener al público entretenido mediante diversos recursos humorísticos y gestuales. La interacción entre ambos actores fue generalmente buena, aunque hubo momentos en que uno de los personajes no respondió con la misma receptividad a los estímulos de su compañero, lo que restó algo de dinamismo a la escena. Por un lado, el personaje de Roberto Rivas tiene un acting más natural, mientras que el personaje de Manuel Luque se apoya en un código clownesco más marcado, lo que puede generar cierta disonancia. Para que la escena funcione con mayor fluidez, habría sido más interesante unificar los códigos actorales, o bien, llevar al límite el recurso clownesco de Pantigoso, destacando aún más el contraste entre ambos personajes.
En conclusión, las cuatro obras que conforman este nuevo ciclo de microteatro presentan enfoques originales y diversos en cuanto a dramaturgia e interpretación. Aunque algunas de ellas tienen aspectos técnicos o interpretativos que limitan su potencial, la mayoría destaca por su creatividad y la energía que cada producción aporta a la representación. Cabe destacar especialmente dos obras cuya propuesta dramatúrgica hace guiños a la crítica social a través de la sátira política y el humor, recursos que, aunque breves, resultan siempre pertinentes, especialmente en tiempos de censura y doble moral. En definitiva, el espectáculo cumple con su finalidad principal: entretener, y, a su vez, se presenta como una vitrina para la nueva dramaturgia local. Además, la fusión del teatro con el concepto de bar cultural crea un puente hacia nuevos públicos. Así, este ciclo de Kortas – Martes no solo ofrece una grata invitación a reír y salir de la rutina, sino que también contribuye al fomento y visibilidad de la actividad teatral en la ciudad.
Abigail Salvador Jaime
22 de enero de 2025
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