Juguemos a algo diferente
Juguemos una vez más es una obra que llega gracias a Navega Producciones, y escrita y dirigida por Piero Moroni, que maneja correctamente tanto los conceptos de lo lúdico de la pubertad con la culpa que siente uno rememorando estos momentos. Nos presenta la historia de Victorio (Francesco Bacilio), un hombre que se rehúsa a madurar, quien llega a un universo onírico. Aquí se encuentra con su mejor amigo de la juventud, Valerio (Inti Carbajal), quien compartió las mismas experiencias en la infancia, pero que viene de un mundo privilegiado en el que él no tuvo la oportunidad de vivir. El juez de este mundo de sueños y pesadillas (interpretado por Walter Escobar) lo cuestionará por actitudes y eventos que hizo a lo largo de su vida. Acciones que tendrá que reflexionar para saber cómo salir de ese lugar.
Juguemos una vez más cuenta con una puesta en escena bien construida, con buenos momentos, en el que nos mantiene constantemente con la pregunta de qué es lo que está ocurriendo exactamente. Nos lleva a un viaje donde los errores de Victorio están presentados en un salón de clases. Decisión acertada para balancear estos momentos dramáticos con los más lúdicos (haciéndonos partícipes de ese mismo juego) que nos dicen que en la infancia no conocemos la historia de todos y que la procesión se lleva por dentro. Las actuaciones de todos, y especialmente la de Bacilio como Victorio, son de gran nivel, aportando en esta atmósfera agridulce, en el que la juventud se topa con la crudeza que implica crecer en el mundo real.
Pero el problema creo que radica un poco más allá: la obra se torna un tanto esquemática al apelar a lugares comunes de otras que tratan esta temática. ¿Cuántas veces hemos visto el viaje de la introspección y figuras creadas en sueño, a manera de conciencia para salvar la culpa? Juguemos una vez más está bien contada y es un gran espectáculo poder verla, pero no logra escapar del cliché de este tipo de historias. Victorio nos resulta predecible, por ciertos momentos, esperando una redención de sus culpas, buscando una segunda oportunidad y aceptándose en un avisado monólogo final.
Gabriel Calderón
24 de enero de 2025
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