La jaula de la masculinidad
Cuando un hombre se ve al espejo, ¿ve a una
persona o ve a un hombre? No pregunto esto con ninguna misandria, sino
señalando la manera en la que, como sociedad, le hemos robado a los hombres su
humanidad y su capacidad para sentir. Esta misma pregunta se hace XY,
una propuesta escénica en la que dos androides aprenden lentamente a “ser
hombres”.
Aquí no es abundante el texto, sino sobre todo
el cuerpo y el ambiente. Este último, opresivo y cubierto de humo, logra que
nos sintamos tan apresados como los dos androides frente a nosotros. Da la
impresión de que no existe mundo más allá de ese cuarto, salvo por una distante
luz de “libertad”. Breves momentos de texto intervienen en la acción, los
cuales nos contextualizan en el futuro postapocalíptico en el que estos dos
seres están forzados a aprender a ser hombres. No humanos, hombres: las
acciones físicas, sus rutinas y los retos que tienen que cumplir están todos
marcados por la demostración de la hombría, la fuerza, el poder y la
resistencia. La dirección deja esta diferencia muy en claro, y la coordinación,
limpieza y humanidad en las acciones físicas de los androides la complementan.
Soy de la opinión de que la obra, incluso,
pudo haber contado con menos texto. No porque los textos presentes, muchos de
ellos precisos y bellamente poéticos, sean pobres o sin propósito. Sino porque
en XY lo que más abunda es represión. Cuando los androides intentan
hablar, es un intento masticado y casi doloroso. Ellos, como muchas veces los
hombres, jamás fueron entrenados para comunicarse o expresar. Solo para ganar.
Realizar una propuesta alrededor del teatro físico y la danza no es solo una
decisión estética, sino una parte inseparable del mensaje. Momentos más
puntuales y aislados para el diálogo, ayudados de esas acciones físicas que se
sienten como monólogos en sí mismos, habrían ayudado más a sentir ese nudo en
la garganta de los personajes.
Que la confusión inicial de XY no les
desanime: la obra utiliza todo el bagaje físico de sus actores para dar un
mensaje potente y claro. No es muy difícil imaginar un futuro en el que,
buscando rehacer la humanidad, nos basemos en el modelo base que nos destruyó:
el de la masculinidad violenta y autodestructiva, que desprecia su humanidad.
Esperemos que, en ese futuro, los hombres puedan también aprender a bailar.
José Miguel Herrera
26 de agosto de 2024
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