La magia de Óscar
Entre mis recuerdos tiernos, algo escondidos, está leer Cholito tras las huellas de Lucero de Óscar Colchado Lucio durante la primaria. Y aunque Aventuras en los Andes Mágicos de la Asociación Cultural Puckllay esté basado en su secuela, comparten un sentido similar de fascinación e inocencia al momento de viajar, junto a Cholito, por los parajes de la mitología andina.
Los diferentes elementos, desde las luces, el humo hasta la utilería, colaboran a darle al montaje una sensación de estar imaginando un cuento. Esta última, en particular, saca a relucir la gran creatividad con la que se manejan muchas de las imágenes más fantásticas de la obra. El trabajo con papel, telas, máscaras, marionetas y unos increíbles cerros habladores me atraparon desde adulto: imagine desde la inocencia de los niños en la sala. Para efecto, probé mirar a mi alrededor durante la puesta: y a mi alrededor, en efecto, veía buena cantidad de niños bien concentrados, que veían a Cholito siendo cargado por un cóndor o enfrentarse a un gigante.
El auditorio del Colegio San Agustín se presta para darle una mayor grandeza a la escena, y el equipo de Puckllay hace un genial aprovechamiento del espacio. Nuevamente, los elementos en escena crecen gracias a las luces del auditorio, bien aprovechadas durante varios momentos. Quisiera decir que todos estos elementos combinados me hicieron no poder despegarme de las imágenes de la obra y de su magia, pero sí es cierto que unos cuantos momentos quebraron mi atención. Los dos narradores tienen una increíble capacidad para cautivar al público con una voz y corporalidad de grandes cuentacuentos, con pasajes sacados directamente de la novela original, pero algunas descoordinaciones del coro que les acompañaba hacían que no siempre entendiera lo que decían. Su presencia es bienvenida, y se nota el ensayo y la confianza entre todos los jóvenes del elenco, pero esto es algo que destaca más en sus momentos móviles que en los quietos, donde la obra a veces hace mucha pausa como para poder seguir metidos en el cuento.
Los chicos se notan de lo más cómodos, siempre que pueden usar su cuerpo y sus elementos para contar la historia: el momento inicial, en el que el pequeño Ichic Ollcco se esconde en un baúl con una inolvidable sonrisa pícara, es una impecable introducción. Acompañar sus marcaciones de texto con más acciones físicas que les ayuden a seguir evocando los pasajes de la obra podría ser quizás la clave para terminar de cerrar la ya tan bien lograda labor de este joven elenco.
Estas Aventuras en los Andes Mágicos ya acabaron, pero vuelven por dos funciones en septiembre, y creo que sería un gran error no llevar a sus hijos si se la perdieron: Puckllay, junto a la memoria de Óscar Colchado Lucio, transmite con mucha sinceridad una fascinación por la cosmovisión andina que para muchos pequeños es importante cultivar.
Gracias, Óscar. Gracias, Puckllay. Por 20 años más.
José Miguel Herrera
5 de agosto de 2024
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