Ventajas del formato breve
Así como el cuento y la novela tienen sus respectivas ventajas y desventajas, también lo tienen las obras teatrales de formato breve y largo. Si bien se corre el riesgo de no desarrollar correctamente ni la trama ni los personajes, las microobras bien escritas y dirigidas permiten condensar, de manera adecuada y coherente en tan solo quince minutos, temáticas y reflexiones muy diversas sin extenderse innecesariamente, capturando la atención del espectador y enviando su mensaje de manera clara y directa. Luego de la pandemia, el incremento de espectáculos de este formato es notorio y a pesar de las deficiencias que algunas propuestas puedan tener, la mayoría cumple sobradamente los estándares de calidad. Es el caso de dos puestas actualmente en cartelera, tituladas Dos actores se confiesan y Sonríe.
Producida por Contemos Historias, escrita por París Pesantes y presentada anteriormente en formato virtual, Dos actores se confiesan aborda el (para algunos, trillado) tema de ser artista en nuestro país, específicamente el de ser actor. Sin embargo, a pesar de las múltiples dificultades que se presentan en una sociedad como la nuestra, todavía anticuada y machista, Pesantes resume acertadamente en su pieza las principales vicisitudes que ellos atraviesan, muy bien ejecutada en los altos del Selina por los carismáticos Mellanie Elguera y Armando Salazar, quienes con mucho entusiasmo revelan al público parte de sus historias de sacrificio y superación. El director Nicolás Fantinato aprovecha el talento de sus actores, quienes sostienen con energía y solvencia la obra. Debe, eso sí, revisarse la parte técnica, ya que los efectos de sonido grabados no suman al producto final; estos se podrían realizar en vivo o simplemente prescindir de ellos, ya que la interpretación de la pareja es suficiente para regalarnos un espectáculo entretenido y simpático.
Por otro lado, el multifacético Yamil Sacin escribe, dirige y actúa en Sonríe, una interesante propuesta que, a estas alturas, ya no puede considerarse como ciencia-ficción: en un futuro cada vez menos distópico, los avances tecnológicos y científicos sirven a oscuros fines para controlar a la población, maquillando el muy conveniente estado de esclavitud con una sonrisa obligada. Solo bastan la iluminación y sonorización correcta, así como un par de pulseras con luces intermitentes, para entrar en la convención de estar en una sociedad en la que realmente nadie es feliz. El collage de videos reales sobre prácticas que atentan contra las libertades más básicas del ser humano es el atinado preámbulo de un día deportivo convencional para la pareja conformada por Sandra Mendoza y Sacin dentro de un estado totalitario, y su posterior intento de rebelión. Las buenas actuaciones se complementan con este sobrecogedor futuro que tarde o temprano nos podría alcanzar. El formato de teatro breve sí que nos puede regalar interesantes experiencias escénicas para reflexionar.
Sergio Velarde
13 de agosto de 2024
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