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lunes, 26 de agosto de 2024

Crítica: XY


La jaula de la masculinidad

Cuando un hombre se ve al espejo, ¿ve a una persona o ve a un hombre? No pregunto esto con ninguna misandria, sino señalando la manera en la que, como sociedad, le hemos robado a los hombres su humanidad y su capacidad para sentir. Esta misma pregunta se hace XY, una propuesta escénica en la que dos androides aprenden lentamente a “ser hombres”.

Aquí no es abundante el texto, sino sobre todo el cuerpo y el ambiente. Este último, opresivo y cubierto de humo, logra que nos sintamos tan apresados como los dos androides frente a nosotros. Da la impresión de que no existe mundo más allá de ese cuarto, salvo por una distante luz de “libertad”. Breves momentos de texto intervienen en la acción, los cuales nos contextualizan en el futuro postapocalíptico en el que estos dos seres están forzados a aprender a ser hombres. No humanos, hombres: las acciones físicas, sus rutinas y los retos que tienen que cumplir están todos marcados por la demostración de la hombría, la fuerza, el poder y la resistencia. La dirección deja esta diferencia muy en claro, y la coordinación, limpieza y humanidad en las acciones físicas de los androides la complementan.

Soy de la opinión de que la obra, incluso, pudo haber contado con menos texto. No porque los textos presentes, muchos de ellos precisos y bellamente poéticos, sean pobres o sin propósito. Sino porque en XY lo que más abunda es represión. Cuando los androides intentan hablar, es un intento masticado y casi doloroso. Ellos, como muchas veces los hombres, jamás fueron entrenados para comunicarse o expresar. Solo para ganar. Realizar una propuesta alrededor del teatro físico y la danza no es solo una decisión estética, sino una parte inseparable del mensaje. Momentos más puntuales y aislados para el diálogo, ayudados de esas acciones físicas que se sienten como monólogos en sí mismos, habrían ayudado más a sentir ese nudo en la garganta de los personajes.

Que la confusión inicial de XY no les desanime: la obra utiliza todo el bagaje físico de sus actores para dar un mensaje potente y claro. No es muy difícil imaginar un futuro en el que, buscando rehacer la humanidad, nos basemos en el modelo base que nos destruyó: el de la masculinidad violenta y autodestructiva, que desprecia su humanidad. Esperemos que, en ese futuro, los hombres puedan también aprender a bailar.

José Miguel Herrera

26 de agosto de 2024

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