No es libre quien no puede consigo mismo
Maquinal es una obra inspirada en la historia de Ruth Snyder, la primera
mujer ejecutada en silla eléctrica en 1927, New York. Josué Méndez, el director
en esta ocasión, nos presenta un completo drama expresionista abordado desde una
propuesta experimental tanto del uso del espacio como de las técnicas
dramatúrgicas para explorar ideas de feminismo, igualdad, crimen; pero, sobre
todo, libertad en una sociedad opresora y mecanizada que, a pesar de estar
lejos de tiempo y lugar al nuestro, no es tan diferente a la realidad que
afrontamos día a día. Hace poco en La Libertad una mujer fue acusada de haber
quemado vivo a su exesposo, jugando aquí un papel fundamental las manos de la
justicia. Así pues, la historia de Snyder, finalmente, resuena en cada una y
uno de nosotros desde el cuestionamiento sobre qué tan libres somos y podemos
ser, a pesar de todo.
Para ello se vale muy bien de la
composición de una perspectiva negativa de la realidad donde la protagonista se
expone como una individua impotente frente a distintos hilos de poder presentes
en su vida: familiar, laboral, sentimental. Desarrollándose así la subjetividad
del personaje que en el transcurso de la acción logra la expresar sus
sentimientos muy individuales, pero a la vez humanos, en relación a la soledad,
el hastío y la miseria humana. Además, me arriesgaría a señalar que, desde la mirada
expresionista, se respira una sensación y atmósfera de improvisación muy bien
realizada por Jely Reátegui, quien en su máximo esplendor y metida en el drama del
personaje, obtiene momentos muy potentes con la madre, esposo, amante y todo el
tiempo consigo misma. Sin perder el valor de la intuición escénica que viene
bien con el mismo sentir expresionista, ya que, desde un silencio, suspiro o el
detalle del cabello que comparte con la madre, indagaría sobre los sentimientos
primarios o instintivos de su personaje, así como el mundo onírico y lo
grotesco de su universo.
Por otro lado, la dirección escénica de
actores como de elementos, utilería, luces, proyecciones y en general la escenografía,
permite la tensión entre la realidad y lo percibido de la obra. Las formas
angulosas en el escenario y las superposiciones de escenas, las deformaciones y
pausas del video proyectado en plena confesión sostendrían la potente imagen de
opresión y vigilancia. De esta manera podría inferirse que, todos y cada uno de
los personajes son cautivos bajo el ojo de un alguien que los observa y hasta
persigue por sobre la ventana del techo, sea un remordimiento, culpa,
arrepentimiento, el instinto o la simple luz de la luna que no les deja quieto
en ningún momento el pecho. Conociendo así cómo estos personajes viven presos
del trabajo, de la pareja, la familia, de los celos, envidia incluso de los
propios sueños, siendo capaces de traspasar la delgada línea entre su libertad
y la del otro. Asimismo, los personajes sin nombres o que solo son nombrados
por sus iniciales, complementarían el estilo de este tipo de dramaturgia, donde
con frecuencia las figuras no tienen nombres individualizados, sino que
responden a denominaciones de tipos, potenciados por los comportamientos y las
actuaciones no naturalistas muy bien ejecutadas por todo el elenco en cada uno
de sus respectivos personajes.
Conny
Betzabé
16 de mayo de 2023
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