martes, 16 de mayo de 2023

Crítica: LA MEMORIA DEL CORAZÓN


Los recuerdos en la piel

Cuando se acude al teatro, algunos espectadores buscan entretenerse, otros escapar de la rutina, muy pocos parten de la decisión de comprar una entrada para ir a reflexionar sobre la vida. Pero qué grato es encontrar espectáculos que además de entretener, contengan en su propuesta aristas que aborden a fin de cuentas estas, que son unas necesidades. Entretener, reflexionar y detenernos a mirar. Porque finalmente el teatro es un espacio de entrega donde cuerpo y mente de actores y espectadores conviven en una historia, independientemente del código con el que sea abordada esta; siempre y cuando se encuentre establecida, verosímil y continua, se puede disfrutar al máximo.

Siendo este espectáculo un ejemplo claro. Gina y Harold son una pareja con diez años de haberse casado. La acción inicia con una no tan agradable sorpresa para Gina: su marido se ha enterado sobre su embarazo y esta aún no sabe qué decisión tomar al respecto. Hasta ahí la historia es prometedora, hay un conflicto claro. Harold casi presiona a Gina para ser padres y esta huye ante tal situación que aparentemente se está escapando de sus manos. El drama llega a continuación. Gina sufre un accidente y cual tragedia de novela, pierde la memoria. Y del embarazo no se sabe más. ¿Lo tendrá, lo perdió? Cae un poco la acción.

No obstante, la magia aparece desde el ojo de la dirección escénica. Pues un texto que podría ser lúdico, pero caer en la inacción, coge ritmo, fuerza y presenta gracias a ambos actores que están metidos de tal manera en la situación que el pequeño espacio del Teatro Esencia se convierte en una pantalla gigante de cine cerca al público y la historia corre de maravilla. Entre recuerdos, el presente, bromas absurdas, juegos sexuales, canto y baile que juegan con gran desenvolvimiento los actuantes, se logra respirar la esencia particular de la pareja haciéndole honor al teatro en sí mismo.

Tal espectáculo viene acompañado de un par de monólogos, momentos oníricos logrados también por el manejo de la iluminación y sonido que permiten poetizar la dimensión y tiempo en cada una de las escenas, creando la atmosfera de ya sea tensión, diversión, ocurrencias altivas o la decepción y tristeza. Por otro lado, la pequeña coreografía entre actriz y actor, bien interpretada y sostenida, correlacionándose con los muebles y el espacio nos transportan no solo a lo real de la historia, sino a ver más allá de esta. Lo que cada objeto representa, lo que cada movimiento poetiza. Por ejemplo, lo deteriorada que puede estar una relación que ha pasado tanto durante diez años, independientemente de la existencia de una pérdida de la memoria y no únicamente eso, sino que nosotras y nosotros mismos concluimos en que nunca terminamos de conocernos. Pero, aun así, existe otro que, a través de su tacto, mirada, abrazo, besos o recuerdos, permite que la vida sea más agradable de vivirla. Sea por complementación, contradicción, deseo, admiración o simplemente entrega, con la esperanza de que sea recíproca y responsablemente afectiva.

Conny Betzabé

16 de mayo de 2023

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