miércoles, 3 de junio de 2020

Crítica: FANTASMA


Ensayo de una crítica a un teatro fantasma

El teatro como parte de muchas actividades culturales restringidas por la pandemia detuvo sus proyectos. Esta recesión conflictuó a todos los artistas, no solo a nivel económico, sino a nivel artístico. Sobre todo, a los escénicos que nunca habríamos imaginado, el año pasado, el preguntarnos por la existencia de un “teatro virtual” Ante todo ello y en medio de miles de preguntas que aún no terminan de responderse, empiezan a aparecer los primeros “prototipos” de propuestas teatrales vía web. Luego de unos meses de para creative, los artistas escénicos decidieron resolver algunas cosas. Como siempre, sin ayuda del Estado, que los últimos días está ocupado descubriendo algunos recientes enigmas del Ministerio de Cultura.  

Luego de este pequeño context, solo me queda decir que “ensayaré también cómo criticar una obra virtual”; pues sí, ninguno de nosotros está tan preparado para estas propuestas. Sin más, centrémonos en la obra:

Fantasma es una obra de Mariana de Althaus, proveniente de un texto suyo, escrito para micro teatro que fue adaptado y actualizado consiguiendo esta “performance virtual”. La sinopsis de la obra es muy sencilla: una actriz (reconocida en la televisión) y su directora de teatro ensayan el pronto estreno de su obra, todo por vía virtual dada la cuarentena establecida por la emergencia sanitaria. En el transcurso del desafortunado ensayo, nos vamos chocando con fragmentos de sus propias experiencias durante la cuarentena, dejándonos ver un poco más sobre la psicología de estos personajes. 

La obra tuvo su trasmisión a través de la plataforma virtual de Joinnus, teniendo lugar los días viernes 29 y sábado 30 de mayo del presente año, a las 9.00 p.m. y cuya duración fue de 20 min.  En las actuaciones estuvieron Denise Arregui y Jely Reátegui.

La propuesta busca darnos la sensación de observar un ensayo teatral virtual, con todas las dificultades que esto acarrea. La simplicidad de una cámara frontal colocada en sus respectivos espacios establecidos para trabajar por ambos personajes desde sus casas no permite mayor sorpresa ni recursos para contar. Pero sí consigue acercarnos a la carga emotiva de la psicología de estos dos personajes.  En gran parte de la performance, observamos el rostro de las actrices, con excepción de dos momentos en donde ellas se alejan de las computadoras. La obra nos invita a un juego con “meta-teatralidades” si podemos decirlo así. Como parte del ensayo teatral del personaje de la actriz, observamos intentos fallidos de una representación teatral, con convenciones de actuación “más exageradas” o a un registro de actuación teatral, a manera de adaptarse a los nuevos medios.
Sin embargo, lo que mejor funcionó fueron los momentos emotivos, donde los personajes se conectaron con la realidad de hoy en día, a la que nadie puede ser indiferente; es decir, el juego con la “hiperrealidad” es lo que causó mayor impacto.

Por otra parte, el nombre de la obra hace referencia al tema central de esta: “la vulnerabilidad humana ante la (s) ausencia (s)”. Vulnerabilidad a la que nos hemos visto sometidos estos casi ochenta días de cuarentena. El nombre de la performance, Fantasma, es el juego de la actriz que constantemente debe hablar con un fantasma (el otro receptor, público, etc.), pero al mismo tiempo puede hacer referencia a los muertos por el Covid que han empezado a dejar vacíos en la mayoría de las familias.

La ausencia corpórea que generan las tecnologías reclama orgánicamente que se hable sobre las ausencias y presencias. Temas que han estado circulando dentro de las nuevas estéticas que algunos grupos teatrales experimentales han ido abordando ya, en los últimos años anteriores a la pandemia. La virtualidad de los cuerpos, y la ausencia & presencia es centralmente el tema de debate actual entre los teatristas. La pregunta sobre si la aparición de estas propuestas online ¿son teatro o no?, es muy compleja. La complejidad de esta reside, como menciona Koss (2019), en que la virtualidad del cuerpo y desmaterialización de este chocan con una de las características más importantes con las que hemos definido el concepto de teatro: “la presencia”. Este cuerpo virtualizado (ausente) carece de aura y está liberado de su realidad. La pregunta que Koss se realiza es: ¿Podemos seguir llamando “teatro” a eso que acontece sin cuerpo? A pesar de que esta señala la carencia de convivio en ausencia de los cuerpos, y por lo tanto, la dificultad de considerarlo teatro.  Nos habla del intento tecnovivial, término que proviene de una escena neotecnológica que hace referencia al intento de generar un acontecimiento liminal entre la presencia- ausencia del cuerpo diluido (virtual) del artista.  Por el momento, no seguiré ahondando en la búsqueda de respuestas concretas, ya que el fenómeno reciente se encuentra aún en observación, y continuaré analizando algunos detalles sobre la performance virtual Fantasma, que es de nuestro estudio.

Aun cuando esta, una obra sencilla, sin mayor artilugio ni sorpresa, cumple con contarnos las dificultades, miedos y dolencias de los personajes durante la cuarentena. Logra conmover e identificar al espectador con la vulnerabilidad a la que todos estamos expuestos, en circunstancias de emergencia como las que vivimos.

A manera de reflexión, pienso que las exploraciones virtuales deben tener en cuenta que “el espectador” no está comprometido a sentarse a mirarlos como en el teatro, y por ello se debe ver las formas en las que se puede capturar la atención. Por ejemplo: “¿El qué se cuenta? Es decir, la historia.” Una historia simple puede funcionar mejor en teatro, donde se suele jugar mucho más con la estética, pero no tanto en el caso de una pantalla. Y mucho menos, con la elección sencilla de dos simples primeros planos.

Si bien la obra mantiene una estética “hiperrealista”, donde la ficción de los personajes se mezcla con nuestra realidad, lo cual funciona, creo que el medio audiovisual invita a tomar mayores riesgos y a aprender a jugar con otros lenguajes. Por lo que considero que las obras online que continuarán apareciendo tienen mucho por hacer en cuanto a exploración del lenguaje audiovisual. Plantearse el jugar con los planos como con las luces del escenario, o como medio para ampliar los espacios ficticios posibles, etc.  Me es imposible abordar todo lo que genera la aparición de estos intentos, que podrían o no convertirse en una forma liminal proveniente de la performance escénica, performance visual, cine, TV, pero sobre todo, las plataformas virtuales.

Como menciona mi compañera Stefany Olivos en su crítica Empanada parisina: “Todo el gremio artístico está probando herramientas para que el teatro no pare a pesar de la coyuntura.” Ella se pregunta: “¿Podemos decir que estas experiencias son teatro per se? Definitivamente, no.” Y estoy de acuerdo momentáneamente con ello; sin embargo, me mantengo atenta, observando la evolución de esta nueva corriente. Considerando que el teatro contemporáneo había ya ampliado tanto sus posibilidades desde las recientes liminalidades escénicas. Que como diría un maestro hoy en día: No se puede hablar de “Teatro”, sino de teatro(s), puesto que el término está referido a todos los híbridos y exploraciones que se encuentran en los márgenes en mayor o menor medida del concepto teatral.

Asegurar algo sobre esta tan nombrada pregunta es limitar y como crítica, lo que me gustaría es promover e invitar a que se siga explorando y arriesgando. Ya que la respuesta de si es o no teatro se irá construyendo en el proceso de realización durante el tiempo.
Conversar con las formas que exige nuestra nueva realidad es una de las principales tareas del artista, diría que hasta mayor que saber qué está haciendo. Es necesario ser sincero y en hablar desde la vida, esta vida virtual a la que nos ha arrinconado la pandemia.

La respuesta de la posibilidad de hablar o no de “un teatro virtual” dependería, según mi punto de vista, del cumplimiento de dos premisas: la primera, es la persistencia en la búsqueda de un lenguaje o en otras palabras, de sus propias reglas del juego; y la segunda, depende de su duración en el tiempo; es decir, que a pesar de que se regrese a las formas regulares, estas continúen siendo una opción. Solo así, esta podría establecerse como una posibilidad más de hacer presente un teatro liminal. ¿Por qué no? Yo, por mi parte, no cambiaría la experiencia de ir a un teatro; sin embargo, si hay un público que asista a estas propuestas, no veo por qué negar lo que está sucediendo.

El tema es extenso e invita a volver a revisar conceptos tan antiguos y perseguir las etimologías conocidas, contrastándolas con conceptos del teatro contemporáneo, que en esta pequeña crítica no da para la discusión. Podrían o no estar de acuerdo con mi pequeño ensayo de crítica, pero lo que sí propongo es que nos enfrentemos cara a cara a estas propuestas y saquemos nuestras propias conclusiones. Por el momento, estos intentos son aleteos a poder gritar “Hey, el teatro sigue vivo” y sé que está intentando renacer.
Para empezar, Fantasma tendrá dos nuevas funciones, a las cuales invito a asistir: los días viernes 5 y sábado 6 de junio a las 9 pm por Joinnus live. Sigamos asistiendo, por el momento, virtualmente a estas experiencias, para continuar debatiendo sobre el futuro teatral.

Kiara Castro
3 de junio de 2020

1 comentario:

dany ky skudero dijo...

Muy buena crítica...
El teatro jamás morirá...

Solo
Es
Tema de reinvencion..

Exitos
Siempre