En el mar de Grau, muere un Barco
Pasa el tiempo y seguimos viendo que más
personas involucradas al arte se suman al reto de contarnos historias a través
de las plataformas digitales, pero esto no podría ser posible sin un texto de
por medio. Por ello, es mérito resaltar la decisión del dramaturgo César de
María, quien viene haciendo un gran aporte, al proporcionar varias de sus obras para ser interpretadas por medio de formatos virtuales, de los que aún no
terminamos de acostumbrarnos, pero por el momento es la manera más cercana que
tenemos con el teatro. En esta ocasión, Carnaval Colectivo es el encargado de presentarnos
la lectura interpretada El último Barco, precisamente del autor antes
mencionado, bajo la dirección de Neskhen Madueño y Ray Álvarez. Utilizaron la
aplicación zoom.
Esta historia es muy interesante y emotiva, pues está basada en el accidente que en 1987 costó la vida de los futbolistas del
club Alianza Lima. Los actores que nos llevan a sumergirnos en este drama son Augusto
Mazzarelli (primer actor de Uruguay), Matías Raygada, Andrea Montenegro, Paco
Varela, Gustavo Mayer, Omar Del Águila y el mismo Álvarez, bajo la producción de
Karen Guiselle Patiño. El texto está centrado en el personaje de Andrés
(Raygada), el protagonista, quien es un niño de 9 años, el cual tiene que enfrentar la
crisis económica y familiar motivada por la muerte de su padre en ese accidente.
El último Barco, nos lleva a un mundo imaginario e irreal, donde aparecen en
escena los fantasmas de los futbolistas, el de Miguel Grau y hasta del bíblico
Jonás.
En este montaje virtual, el uso de
distintas luces en algunas escenas fue de gran ayuda, transportándonos a diferentes
momentos dentro de este drama. Asimismo, el acotador cumple un papel de gran
importancia para lograr, mientras va narrando, la atmósfera que se necesita en
este tipo de formato. Por otro lado, la música dentro de la obra también
cumplió un papel indispensable. Sin embargo, en alguna parte de la lectura, el
acotador hace mención que el disco que pone la madre es el mismo que puso el
niño al comenzar la obra, pero nunca se escuchó dicha canción al inicio. Al tener
una duración de 90 minutos podrían haber utilizado algunos recursos sonoros,
para dar esos respiros que se necesita en una historia larga y precisamente, por este medio que aún no terminamos de adaptarnos.
Al ser este tipo de formato, es ineludible
mencionar que el actor tiene un trabajo corporal distinto, se podría decir,
que es más facial; en tal sentido, cabe resaltar la actuación que tuvo Montenegro (madre, bordadora de escudos patrios), pues ella logró un trabajo
impecable tanto en interpretación vocal como en interpretación facial–corporal,
así como las actuaciones de Mayer (profesor) y Varela (Moisés Barco, padre
fallecido); al primero se le sintió súper fresco y natural, mientras el segundo nos hizo vibrar en un monologo que tiene casi al final de la obra. A pesar de
ello, hubo una parte donde cuentan que Andrés Barco (el niño) rescata a dos
pescadores que estaban a punto de ahogarse, me llamó mucho la atención que uno
de ellos salga con el cabello mojado y el otro, no; tal vez deberían ponerse de
acuerdo para lograr una uniformidad.
Por otro lado, en algunas ocasiones
utilizaban recursos muy teatrales para un medio que aún no termina siéndolo del
todo, como el momento en que uno de los actores masca de manera exagerada un
chicle, o eso se percibió, lo cual podría funcionar en un teatro, pero esto
podría terminar desentonando con el medio que están usando o con la similitud
de lo planteado; asimismo, se percibió un silencio prolongado en un monólogo
final del niño.
Si bien es cierto, todo esto sigue siendo
una experiencia diferente, no se debe perder el cuidado que debemos tener con
el público, deben tomar en cuenta algunos aspectos para mejorar la transmisión
de esta. Tal vez, la persona que maneja el host, antes de iniciar la función,
puede mantener al público con una pantalla de instrucciones donde pidan que
apaguen sus cámaras y audios, evitando de esta manera que ocurra lo sucedido en
la lectura de El último Barco, donde por ciertos momentos el público se confundía
con los actores que estaban leyendo la obra. Podemos decir entonces, que ya no
debemos cuidarnos por si suena un celular en plena función, sino que aparezca
la cara de alguno de los espectadores, rompiendo así la atmósfera que todo
actor necesita para continuar con la función.
En general, El último Barco está muy bien
contada e interpretada por todos y te invita a sumergirte en la historia, a
excepción de algunos instantes en donde se evidenciaba por parte de algunos
actores el truco de apagar y leer en la pantalla, terminando por recordarnos que
no estamos viendo una historia, sino que la están leyendo.
Me quedo con dos cosas importantes que
percibí en esta obra: el presentimiento que siempre tiene una madre cuando su
hijo está en peligro; y la inocencia de un niño, quien no muestra maldad alguna.
A pesar de saber que su abuelo no lo quiere, es capaz de arriesgar su propia
vida por no poner en riesgo la del anciano.
La obra se ha extendido por dos funciones más (26
y 27 de junio).
Milagros Guevara
22 de junio de 2020
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