viernes, 7 de febrero de 2020

Crítica: EL TÚNEL


Inmersión en la soledad

De lectura obligatoria, El túnel (1948) del reconocido escritor y pintor Ernesto Sabato es una curiosa novela corta que comparte elementos de narración psicológica, relato policial y crisis existencial, a través de la historia del también pintor y personaje de ficción Juan Pablo Castel, quien desde el inicio de la trama nos revela en primera persona que es el asesino de su amante María Iribarne. Desde que conoce la existencia de esta mujer, quien acude a una de sus exposiciones y queda consternada con una de sus pinturas, asistimos al progresivo desmoronamiento del equilibrio emocional del pintor, que termina en un irracional acto de violencia. Celebrada por muchos y criticada por pocos, el libro ha sido adaptado al teatro por el colectivo argentino La Cuarta Pared (con el visto bueno del mismo Sabato) y estrenado con éxito desde el 2003, con la actuación de Horacio Rafart y la dirección de Guillermo Ale, cosechando elogiosas críticas durante sus continuas giras. Actualmente, viene presentándose en el Centro Cultural Ricardo Palma.

Con tantos años en constantes presentaciones internacionales, el trabajo en conjunto de Rafart y Ale se muestra sólido y efectivo. Acaso sea la itinerancia del espectáculo el motivo por el cual el apartado escenográfico sea austero pero funcional: un cuadrilátero en el piso con el nombre de María escrito repetidamente en los lados, varios lienzos, potes de pintura y una máscara blanca que hace las veces de la infortunada víctima, recayendo el mayor peso del montaje sobre los hombros del intérprete. En ese sentido, Rafart, adueñado ya del personaje de Castel, se pasea a sus anchas sobre el escenario y maneja sus propios tiempos (ora acelerados, ora pausados), sus silencios, sus contenciones, sus desfogues y sus múltiples gestos para involucrarnos en esta triste y desafortunada historia, de la cual ya conocemos el final. El eficiente diseño de luces y el ajustado apoyo musical permite que el trabajo del actor luzca fluido y creíble. De agradecer también la adaptación realizada al escenario, muy respetuosa del material original.

Pertinente en estos tiempos violentos de necesarios cambios y reflexión, la puesta en escena de la historia de este feminicida permite escrudiñar la mente retorcida y perturbada de un asesino, para entenderlo, jamás disculparlo y siempre condenarlo. Por otro lado, es acertada también la mirada interior al pensamiento de un artista, que solo tiene como compañeros a la soledad y a la vanidad (“Los críticos son una plaga que nunca pude entender”, exclama Castel en determinado momento). Así como en su momento lo consiguió La metamorfosis (2014) de Kafka, El túnel en versión teatral es la valiosa y recomendable experiencia sensorial de una lograda adaptación del género narrativo al dramático, muy ajustada al texto base, y que nos introduce en ese solitario, neurótico y esquizofrénico túnel existencial hacia la locura.

Sergio Velarde
7 de febrero de 2020

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