jueves, 20 de febrero de 2020

Crítica: EX, QUE REVIENTEN LOS ACTORES


La historia de una persona siempre es la historia de muchas personas

En esta ocasión, los estudiantes del octavo ciclo de la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas (FARES) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) presentan la obra “Ex, que revienten los actores” del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón. Este montaje lo dirige Alejandra Guerra con la colaboración de Jorge Armas, ambos de la misma casa de estudios. El espectáculo tiene como locación el espacio escénico del Teatro del Centro Cultural PUCP y presenta una temporada corta del 14 al 21 de febrero del 2020.

“Ex, que revienten los actores” es la historia de una familia que se reencuentra en Navidad tras un largo periodo de distanciamiento. Algunos de sus integrantes ya están presentes; otros irán llegando a través de una máquina del tiempo. Además, los visitantes guardan algunos secretos que podrían cambiar el rumbo de la situación, en la que una muchacha es clave en esta reunión. Sobre la dramaturgia, el título guarda poca relación con el eje central de la acción dramática. Pues, el título proviene de una frase que inspiró a Gabriel Calderón a escribir dicho texto. Así,  Calderón afirma lo siguiente: “… quise buscar la frase tal cual la había dicho Mujica… había quedado resonando, rebotando. Vaya sorpresa al encontrar la verdadera frase que no solo me dio el empujón final para la escritura, sino que definió totalmente su motivación central”. La frase era del ex presidente uruguayo José Mujica, que decía lo siguiente: “Ya lo dije, tienen que reventar Bordaberry, yo, todos los actores para que las cosas trasciendan en su justa medida. Todavía falta un tiempo pero no mucho”. Toda la frase mencionada por Mujica repercutió en Calderón: todo estaba claro para él. Pues comprendió que no bastaba con que mueran, tienen que reventar los actores y personajes. Para entender esto, es necesario saber que una parte de la obra está ambientada en el contexto de la dictadura de Uruguay, así como la frase que motivó a Calderón a escribir la obra.

Por otro lado, la obra no presenta un tiempo lineal. Resulta interesante observar cómo el dramaturgo intercala las escenas entre el pasado y el presente. Así, el dramaturgo expone una atmósfera de caos también en el espectador, al colocar una situación dentro de otra. Estamos en el tiempo presente; luego, aparece José como presentador y congela la escena para ir al tiempo pasado. Así, cada paradigma de los personajes se revela como efecto sorpresa y  muestra por qué cada personaje está en esa situación en el tiempo presente.

Respecto al hecho teatral, el montaje inicia con las luces apagadas, todo oscuro. Una luz se enciende y alumbra el lado izquierdo de las butacas. Aquí, aparece el primer personaje, desde el público. Su primer monólogo lo dirige al público. En el escenario, aparecen los intérpretes cada uno iluminado por una luz  y se dirigen hacia unos calzados. Ellos se los colocan y toman existencia. Su corporalidad indica eso, porque con sus manos autoexploran su cuerpo como si fuese la primera vez. Sobre esto, el elenco nos muestra que esa historia, que están a punto de contar, no solo les pertenece a ellos, sino que nos pertenece a todos. A pesar de que una parte del contexto pertenece a la dictadura de Uruguay, esta historia también nos acerca. Pues uno de los temas de la obra también es la memoria y la verdad.

En cuanto a la creación de personajes, las edades de estos oscilan a partir de los veintinueve años. Sin embargo, en general, en el espectáculo no se pudo apreciar eso. Sobre esto, es un gran reto que actores y actrices interpreten personajes que no bordean sus edades, pero, aun así, se entendía sus edades porque en sus textos lo mencionaban. También, quiero resaltar la buena proyección y el correcto uso de los resonadores por parte de los intérpretes. Además, jugaron con la intensidad, volumen y velocidad de la voz. Todo esto se observó en las inflexiones que colocaban a la voz para realizar su acción.

Respecto a la escenografía, llamó más la atención el hecho de que las patas de la mesa tuviesen pequeñas ruedas para su fácil movilidad por parte de los actores y actrices. Esto no es verosímil en la realidad en la vivimos. Pero la obra señala otro mundo, uno en el que existe una máquina del tiempo en el que viajan personas que ya no están en el mundo terrenal. Entonces, sí existe ese objeto teatral, porque no puede existir una mesa con pequeñas rueditas. Es otra realidad.

El espectáculo que dirige Guerra es muy interesante a nivel de composición, interpretación y dirección. Tal vez, las edades de los actores no proyectaban los verdaderos años de los personajes, pero es una puesta en escena que se puede recomendar y es interesante de ver.  

Elio Rodríguez
20 de febrero de 2020

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