Imposibilidad constante del amor
Las vacaciones de verano, un contexto
perfecto para un viaje entre amigos. Este es precisamente el escenario de Vóley, dirigida por Aldo Miyashiro, una
obra que cuenta la historia de un grupo de chicos y chicas en una casa alejada
de la ciudad, donde se terminarán por desatar y exponer sus sentimientos e
inseguridades. Los personajes representan el sentir juvenil y todos los líos
que implican pasar a la adultez.
El montaje nos propone espacialmente el
interior de una casa en el escenario. Se usaron los corredores correspondientes
a las butacas para crear la convención de estar en los alrededores del lugar
donde se hospedaban. Este recurso fue certero, pues provocaba la sensación de
cercanía entre el público y lo que los personajes estaban pasando. La solución
del diseño escenográfico fue precisa para poder aprovechar lo que sucedía en
cada espacio de la casa: ocurrían escenas en todas las habitaciones, lo que
provocaba en el espectador la sensación de ser testigo íntimo de lo que acontecía
en dos habitaciones distintas a la vez.
El trabajo del texto por parte de los
actores tuvo una apropiación particular. Esto fue apoyado con el hecho de que
se trataba de un lenguaje extremadamente honesto y sin censuras. Esta cercanía del
lenguaje provocaba empatía directamente con el público, por lo que había mucha
interacción entre lo sucedido en escena y los asistentes a la función. Sin
embargo, hizo falta un poco más de manejo en las pausas realizadas por los
actores cuando el público reía bastante fuerte. Es necesario esperar a que la
bulla de las risas pare, para poder continuar la obra; si no es así, se pueden
dejar de oír textos importantes para la obra.
Vóley provoca mucha empatía debido a la temática que engloba: la muy de
moda incompetencia para mantener una relación adulta. Habla de temas muy
actuales, sin necesidad de llegar a estereotipos didácticos. El lenguaje que
encierra la obra, además de los sucesos que pasan los personajes, provocan
empatía desde el primer momento. Este tipo de vínculo entre la obra
representada y el público le da más dinamismo a las puestas en escena.
El
espectador no solo va a ver una obra en otra convención, sino que tiene la
posibilidad de verse a sí mismo y, por qué no, burlarse de una situación parecida
a la suya. Ese tipo de relación vuelve más cercano al teatro: a eso debemos
apuntar desde las artes escénicas en general.
Stefany Olivos
8 de febrero de 2020
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