¡Mírame, existo!
Es interesante que, hacia el final de la
presentación, durante los comentarios del público con los actores y producción,
Andrea Vásquez se refirió y aclaró que Cultura Ilegal es un proyecto y no solo
un montaje. Lo visto me hizo recordar las sesiones del taller de Dramaturgia
con Alonso Alegría, quien a este tipo de presentaciones las califica como
teatro abstracto y simplemente indicaba: Autores (así se refería a los
participantes del taller), eso es otra cosa, acá hacemos teatro que cuenta
historias. En ese orden de ideas, el proyecto de Andrea me plantea muchos retos
para comentarla, pues cada espectador puede interpretarlo de distinta manera;
sin embargo, sí puedo comentar algunos aspectos de espectáculo (proyecto) que
relativamente son más objetivos.
En primer lugar, Cultura Ilegal es una de
los muchos montajes (o proyectos) de los estudiantes de Artes Escénicas de la
PUCP en el marco su festival anual, Saliendo de la Caja. El público fue
numeroso y un aspecto muy positivo fue no solo la amabilidad de los
anfitriones, sino que se tomaban el tiempo de encuestar a los asistentes para
preguntar sobres las preferencias teatrales y otros aspectos por mejorar del marketing.
¡Esto es magnífico! Empezar a conocer al público es una manera de conectarse
con nosotros los que estamos al otro lado de la cuarta pared. Luego de que la
estudiante me hiciera la encuesta se me ocurrió un pensamiento: ¿Las compañías
teatrales están haciendo el teatro que esperamos ver, saben nuestros gustos? De
hecho, éxitos de otros tipos (exagero un poco) de producciones audiovisuales
como las plataformas de streaming ha basado su éxito en el uso de los datos de
los espectadores para poder realizar mejores producciones, como en el caso de
Netflix (1), pero esto es solo un comentario.
No existe una historia, pero los cuatro
actores María Ramos, Jordans Marchand, Ángelo Ramírez, Jerson Samir y Naomi
Calderón entra en el escenario mostrando movimientos sincrónicos, casi como si
se tratara de un musical, pero uno del subconsciente. Sus cuerpos narran
la historia de seres urbanos en búsqueda de conexión con el otro. De todas las
interpretaciones, la de María Guadalupe fue la que más me conmovió, pues en sus
escenas eran claros los sentimientos de congoja y tristeza, principalmente por
sus gestos faciales y la mirada hacia el vacío. Esa mirada y sus gestos
trasmitían una emoción de desesperanza dentro de una vida urbana.
La música escogida fue del género urbano-acústico con ciertos parecidos a un hip hop clásico de Bronx (barrio en Nueva
York) de los años setenta, al estilo del rapero Afrika Bambaataa, pero algunas
mezclas que también se cruzaban con el jazz de Louis Amstrong. Sin lugar a dudas
fue un aspecto muy importante y, en mi opinión, lo más potente. Mucho más
que el ritmo de los movimientos, que por momentos no fueron del todo
impactantes, pero sí se notaba que el proyecto demandó una serie de arduos ensayos
previos. Fueron muy atractivos artísticamente los movimientos de Jordans Marchand,
pues y como él lo comentó hacia el final del espectáculo, se inspiró en
movimientos de bailes afrodescendiente-peruano, especialmente el zapateo; fue
interesante cómo incorporó estos movimientos de la historia que narraba con su
cuerpo. El movimiento es un aspecto importante de lo visto, pero tampoco genera
una sensación de estar viendo algo único, pero sí se aprecia algo muy bien
ensayado, con disciplina y esfuerzo.
(1) Netflix y las estadísticas.
https://bombanoise.com/2019/01/11/netflix-estadisticas-contenido-decisiones-multimillonarias/
Enrique Pacheco
2 de febrero de 2020
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