Inmersión en la soledad
De lectura obligatoria, El túnel (1948) del reconocido
escritor y pintor Ernesto Sabato es una curiosa novela corta que comparte
elementos de narración psicológica, relato policial y crisis existencial,
a través de la historia del también pintor y personaje de ficción Juan Pablo
Castel, quien desde el inicio de la trama nos revela en primera persona que es
el asesino de su amante María Iribarne. Desde que conoce la existencia de esta
mujer, quien acude a una de sus exposiciones y queda consternada con una de
sus pinturas, asistimos al progresivo desmoronamiento del equilibrio emocional
del pintor, que termina en un irracional acto de violencia. Celebrada por
muchos y criticada por pocos, el libro ha sido adaptado al teatro por el
colectivo argentino La Cuarta Pared (con el visto bueno del mismo Sabato) y
estrenado con éxito desde el 2003, con la actuación de Horacio Rafart y la
dirección de Guillermo Ale, cosechando elogiosas críticas durante sus continuas
giras. Actualmente, viene presentándose en el Centro Cultural Ricardo Palma.
Con tantos años en constantes presentaciones internacionales, el
trabajo en conjunto de Rafart y Ale se muestra sólido y efectivo. Acaso sea la itinerancia
del espectáculo el motivo por el cual el apartado escenográfico sea austero
pero funcional: un cuadrilátero en el piso con el nombre de María escrito repetidamente en
los lados, varios lienzos, potes de pintura y una máscara blanca que hace las
veces de la infortunada víctima, recayendo el mayor peso del montaje sobre los
hombros del intérprete. En ese sentido, Rafart, adueñado ya del personaje de
Castel, se pasea a sus anchas sobre el escenario y maneja sus propios tiempos
(ora acelerados, ora pausados), sus silencios, sus contenciones, sus desfogues y
sus múltiples gestos para involucrarnos en esta triste y desafortunada historia, de la cual ya conocemos el final. El eficiente diseño de luces y el ajustado
apoyo musical permite que el trabajo del actor luzca fluido y creíble. De
agradecer también la adaptación realizada al escenario, muy respetuosa del
material original.
Pertinente en estos tiempos violentos de necesarios cambios
y reflexión, la puesta en escena de la historia de este feminicida permite
escrudiñar la mente retorcida y perturbada de un asesino, para entenderlo,
jamás disculparlo y siempre condenarlo. Por otro lado, es acertada también la
mirada interior al pensamiento de un artista, que solo tiene como compañeros a
la soledad y a la vanidad (“Los críticos son una plaga que nunca pude entender”,
exclama Castel en determinado momento). Así como en su momento lo
consiguió La metamorfosis (2014) de Kafka, El túnel en versión teatral es la
valiosa y recomendable experiencia sensorial de una lograda adaptación del
género narrativo al dramático, muy ajustada al texto base, y que nos introduce
en ese solitario, neurótico y esquizofrénico túnel existencial hacia la locura.
Sergio Velarde
7 de febrero de 2020
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