La anarquía de lo absurdo
Escrita y dirigida por Rafael del Silencio, Anarquía en la oficina es una puesta en
escena que tiene lugar en el Teatro Racional. El gerente general de una
importante empresa encuentra un papel sucio en su escritorio, lo que
desencadena una crisis y una serie de situaciones absurdas que desestabiliza a
todos los empleados de la empresa, sin importar el cargo dentro de la
organización. Este montaje cuenta con la participación de Aldo Leveroni, Carlos
Fernández, Marco Saldaña, Carlos Reynafarje, María Elena Acuña y Rubén
Bardales.
La puesta en escena se desarrolla en las irreverentes
instalaciones de “Esta empresa importante S.A.C”, una oficina sucia y
descuidada. El hecho de que el lugar esté lleno de basura y el gerente se
desespere por encontrar basura en su escritorio es lo que desencadena el resto
de hechos en la obra. Es claro que, tanto desde la dirección como desde la
dramaturgia, hubo una intención de criticar a toda voz temas como la
explotación y el desarrollo organizacional de las empresas hoy en día, donde la
jerarquización de las corporaciones hace que las jornadas de trabajo sean cada
vez menos amables con el ser humano. Sin embargo, en un montaje es necesario
equilibrar todos los recursos escénicos para poder lograr uno potente e
interesante de ver. La obra se basó en estrategias muy evidentes de denuncia:
maquillaje clownesco, situaciones engorrosas entre los personajes, estilo de
actuación grandilocuente y exagerado, incluso con un texto que estaba elaborado
sin dar lugar a la metáfora en escena. La mezcla de todos estos elementos hizo
que la puesta en escena resulte grotesca, con información redundante y manejada
sin cuidado. Era agotador ver cómo se desarrollaba la obra donde todos los
personajes “actuaban la crítica social” o “actuaban lo absurdo”, en lugar de
tener el objetivo de manejar lo absurdo o el humor negro como un resultado del
trabajo en escena, mas no como una característica que se deba actuar –o sobreactuar,
para tal caso-.
Las puestas en escena que quieran indagar en estéticas como
el absurdo, o abordar la sátira, deben tener en cuenta toda una serie de
herramientas artísticas que ahora no entraré a enumerar, pero hay una cuestión
básica: no se puede tratar una obra “absurda” absurdamente. Es decir, no se
puede pretender actuar lo absurdo como característica de un personaje, o pensar
lo absurdo como una cualidad que se debe notar en escena como un adorno. Lo
absurdo o lo satírico de una obra debe ser el resultado de un diálogo entre la
interpretación, la dramaturgia, la dirección y la estética que un montaje se
proponga tener. Si se separa cada uno de estos ítems y se trabaja por separado
para que sea absurdo sin ninguna justificación escénica, entonces estamos
hablando de un trabajo a medias tintas. Es necesario repensar cómo puede llegar
un mensaje de manera más potente: evidenciando la información de manera incluso
panfletaria, o dejando lugar a que el público pueda atar cabos a partir de la
puesta en escena.
Stefany Olivos
15 de septiembre de 2018
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