Una velada sensorial
La Asociación Cultural Panparamayo fue la gestora de Velada Miserable, una propuesta teatral
que estuvo compuesta por cinco breves obras unipersonales, creadas especialmente
para fines de este montaje. Las historias tuvieron un eje temático en común: la
miseria humana tocada desde una perspectiva escénica conceptual. Esta obra contó con las actuaciones de Ares
Escudero, Sandro La Torre, Sheillah Gutiérrez, Mario Ballón y Michella Chale.
La pieza estuvo a cargo de Escudero con la obra Quebradura; luego se presentó Polen,
creación de Mario Ballón; posteriormente, Una
sola gota de Sheillah Guitérrez; Cúmulo,
de Michella Chale fue la penúltima pieza; y cerró Pelagato, obra de Sandro La Torre.
Cinco historias de quince minutos ubicadas en distintos
espacios del Club de Teatro de Lima permitieron la movilidad del público entre
escena y escena, dando lugar a lo que
parecía ser un inusual tour nocturno por las instalaciones del teatro. Hubo un
manejo óptimo de la movilidad del público, y rapidez en los cambios entre
obras, lo que permitía que el espectáculo continuara su curso. Cada unipersonal estaba compuesto por
recursos escénicos estimulantes sensorialmente hablando, pues no eran
construcciones convencionales: la palabra fue de los recursos menos usados. La
corporalidad en las cinco historias tuvo protagonismo debido a la especificidad
de movimiento y acción en escena; del mismo modo, los objetos utilizados por
los actores tenían un objetivo específico en escena, por lo que sumaban y
complejizaban el hecho escénico.
El aspecto más logrado de este montaje fue el hecho de haber
utilizado recursos actorales sensorialmente estimulantes. Había una estética
determinada en cada una de las obras: la mezcla de colores, incluso el uso de
elementos tenían en sus texturas un aporte visual distinto al espectador. En cada uno de los trabajos presentados en la
velada, se notó una estructura dramática establecida, de modo que se notó la
evolución de cada una de las obras de inicio a fin. Sin embargo, en el primer
montaje, a cargo de Escudero, hubo a mi parecer un agujero negro entre el uso
de huevos en escena. Fue la pieza que no terminó de concluirse sensorialmente
hablando. La que percibí más lograda fue la última, a cargo de La Torre, debido
a que desde el inicio se percibía qué universo temático iba a tocar gracias a
las bolsas de mercado colgadas en todo el espacio, al igual que gracias al
mecanismo de movimiento tan bien diseñado, interesante desde el primer momento.
Un espectáculo como Velada
miserable fue una propuesta con mucha apertura para el espectador: permitió
encontrarle un sentido “lógico”, un sentido sensorial, un sentido estético,
etcétera. Desde todas las perspectivas he podido notar cómo la noción de “miserable”
puede canalizarse de maneras distintas en escena, sin llegar a ser un
espectáculo panfletario del tema. Ha sido un buen trabajo en el que no ha
habido restricciones en cuanto a herramientas actorales, y que parece haber
cumplido el objetivo que Panparamayo le dio a este espectáculo: reflexionar
sobre lo miserable sin llegar a lo literal.
Stefany Olivos
21 de septiembre de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario