Terapia de hipotéticos hiperbólicos
Uno de los procedimientos más difundidos y, de alguna manera, seguros de la impro teatral es la creación a partir del público: los artistas reciben insumos aleatorios de la gente y crean una historia a partir de estos. Improanalistas, dirigida por Juan Velazco, parte en principio de esta modalidad, pero da el giro sobre esta propuesta hacia escenas que, en su caos y absurdismo, enternecen desde lo que debiera ser, según mi creencia, base de la experiencia improvisadora: la humanidad del performer.
El planteamiento parte de un supuesto psicoanálisis (de ahí el Improanalista) realizado por uno de los cuatro improvisadores a una persona del público voluntaria. La dinámica es exhaustiva para poder obtener la mayor información y estímulos del espectador (ya sea palabras, anécdotas o movimientos), pero logra realizarlo de una manera que no resulta invasiva ni agobiante para la persona. Es más, la improvisación que sigue está orientada a ayudar a la persona con algún problema personal, como el querer hablar en público o ser constante. Como los datos son parciales y con otros elementos aleatorios añadidos, la representación se vuelve naturalmente caótica y exagerada de la realidad. Aquí destaco un gran trabajo de los cuatro improvisadores para mantener la energía y ritmo de las propuestas sin perder nunca de vista el punto de partida de las escenificaciones: aconsejar y acompañar los deseos de mejora del público.
Como va a ser común en la mayoría de impros, algunas consignas terminan implementadas de manera más natural y efectiva que otras. Los improvisadores, sin embargo, logran su objetivo principal, de alguna manera, de enlazar todo el caos visto a una lección al espectador que se siente genuina y no solo parte del número cómico. Logran una progresión de la historia efectiva y que te mantiene sonriendo durante toda la puesta, aunque ya no por ver las consignas aplicadas y combinadas, sino por un genuino aprovechamiento de la comedia y de las energías de cada performer. Destaca en este aspecto Edward Vega, con una energía que eleva cada segmento en el que aparece. Igualmente, cada improvisador logra su cometido en la puesta. Aplausos en particular también al manejo de luces y sonido, pues capta con una rapidez y efectividad envidiable los cambios de tono que surgen en cada propuesta. Debo decir que no terminé de entender la idea de los improvisadores en traje formal al inicio de la propuesta: se quitan los trajes por comodidad casi de inmediato, pasando a un neutro que funciona, pero me confundió de esa impresión inicial.
Algo que quizás ayudó a mi experiencia fue que Nicolay Romero, uno de los improvisadores, me llevara a ver los altares del equipo antes de la función. Un pequeño rincón en un estante que puede pasar desapercibido, pero que me dio el contexto humano de quiénes eran las personas adelante mío en la propuesta. Hay este entendimiento común en la impro de que quienes se ponen delante tuyo son personas valientes: creo yo que la valentía del arte escénico en general está en encontrar humanidad dentro del caos, verdad dentro de la consigna, y la sensibilidad que estalla cuando se abandona el miedo al ridículo. Improanalistas es una experiencia divertida y compenetrante. Me hubiera gustado poder ver más de dos historias, aunque quizás esta crítica venga de mi piconería por no haber llegado a participar (e igual tenían otra función en diez minutos). De momento, gran trabajo y a seguir expandiendo y jugando.
José Miguel Herrera
2 de marzo de 2025
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