Juguetes en distintos colores
Hay pocos indicativos tan claros para una buena obra infantil como ver a los niños de la audiencia señalando “¡Se escondió por ahí!” con desesperación por ayudar a la protagonista. El baúl de Circacia vuelve a Perú logrando nuevamente este efecto, además de marcar los 10 años de La X Productora y los 19 años desde su primera presentación en Bélgica. Soledad Ortiz de Zevallos trae con este espectáculo una hora tierna a la vez que pícara de teatro, música y circo, y despierta en los niños de su audiencia el asombro y la empatía.
La obra parece funcionar en base a fases, en las que cada una marca una unidad dramática a la vez que un enfoque artístico distinto. Pasamos de la acrobacia circense al teatro físico, del zapateo al momento tranquilo de música. No hay nunca un estancamiento o una sensación de repetición. Cada parte mantiene además una virtuosidad física impecable, resultado de la formación de sus tres intérpretes. Me cuestiono si es sencillo para los niños seguir el hilo de la historia (en esencia, dos niños que se encuentran a una curiosa marioneta y aprenden a convivir con ella) entre cada cambio de estímulo, pues es a veces fácil perderse entre cada acrobacia. Lo resaltante es la capacidad del elenco para mantener en la acrobacia la personalidad de sus personajes, lo que quizás en esta propuesta es la parte más importante a resguardar para las infancias. Asimismo, la escenografía y la iluminación tenues y limpias evitan también llegar a esta sobreestimulación.
Es notoria la cantidad de experiencia que guarda Ortiz de Zevallos realizando el espectáculo. Atraviesa cada parte con soltura y naturalidad, y su personaje mantiene siempre la energía de la obra arriba. Su vínculo con la marioneta interpretada por Nicole Carrión es lo que mueve la mayor parte del conflicto, y ambas se colocan a la altura para llevar este a cabo. El personaje de Bibi de Daniel Hanashiro no tiene tanta agencia en la debacle además de muchas veces tener que colocarse entre ambas, pero su energía más tranquila hace que pueda acompañar el proceso de la protagonista de entender a la extraña marioneta. En tiempos de extremas diferencias es quizás invaluable el poder recordarle a los niños la importancia de las diferencias, y que pueden coexistir en nosotros el cariño a más de una persona, más de una realidad.
Los colores en el vestuario de cada personaje, diseñados para expresar sus personalidad opuestas, junto a sus distintas maneras de llevar el movimiento al extremo virtuoso, parecen entonces diseñados no solo como una herramienta para entretener a los niños y asombrar a lo adultos, sino para expresar esta plasticidad única que cada ser humano tiene, como distintos juguetes que se mueven distinto o distintos instrumentos que se escuchan en armonía. En la diferencia está la variedad, y también el valor agregado de esta linda obra.
José Miguel Herrera
17 de marzo de 2025
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