martes, 25 de marzo de 2025

Crítica: TRAGAFORTUNA


La ludopatía en escena

En el marco de los últimos meses he tenido la oportunidad de conocer que en nuestro país existen buenos dramaturgos y directores de teatro, sobre todo que realzan la reducida industria teatral peruana que tenemos en el Perú. Este año, el teatro Británico apuesta por lo lúdico y nos presenta Tragafortuna, su más reciente producción bajo la dirección de Ernesto Barraza y la inteligente dramaturgia de Angelo Condemarin. Es que, sin duda alguna, en Tragafortuna hay mucho que aplaudir, desde la elección del texto que fue ganador del 9° Concurso de Dramaturgia Peruana 2024 “Ponemos tu Obra en Escena”, la selección del vestuario que muestra la interioridad de cada personaje, diseñado por Dania Granda, y la impecable escenografía a cargo de Raúl Arrospide. Asimismo, mencionar que cuando el texto es potente, este debe ser sostenido por un cuerpo actoral que dé la talla, y en este caso fue así, conformado este por Liliana Trujillo, Anaí Padilla, Brian Cano, Claudia Berninzon y Augusto Mazarelli.

En primer lugar, la historia nos habla un poco de la buena moral y la suerte a través de Carolina, una mujer de 48 años dedicada al amor por las tragamonedas. Para conseguir su objetivo de ganar el premio mayor, intenta convencer a Leonor, una mujer funcionaria pública que rescata ludópatas. Por un momento puede sonar un poco forzada esta introducción; sin embargo, me parece que la dirección de Barraza le da vuelta al texto, es coherente y acompaña de forma caricaturesca el timing del libreto.

Me parece interesante el diálogo que propone en escena la obra, puesto que es un montaje reflexivo que, a través del juego y personajes ocurrentes, habla de los vicios y las adicciones ludópatas. Lo hace, pero con mucho cuidado y sin caer en acciones forzadas o repetitivas. Por este motivo, es muy acertado que el símbolo de los “tragamonedas” se haya trasladado a la interpretación del personaje de Camilo mediante el cuerpo. Permite ver el lenguaje abstracto que el propio objeto quiere comunicar y la relación obsesiva que Carolina y Leonor llegan a tener con las máquinas. A partir de lo mencionado, destaco la buena expresión corporal de Cano, que por un momento llega a aparecer como un stripper, a través de los movimientos corpóreos que realiza. Pero sin duda alguna, es una de las máquinas que está en escena.

En las tablas existen personajes femeninos que son muy potentes. Desde Trujillo, interpretando a Carolina con una correcta exploración y construcción de personaje, actuando totalmente como una mujer amante del mundo de las tragamonedas, dispuesta a utilizar cualquier estrategia para convencer a quien sea con tal de su propio beneficio. También, Berninzon, que por un momento nos muestra esa inocencia que la caracteriza como persona y los personajes que ha interpretado, pero en otro momento nos muestra la otra cara del personaje, que es ocurrente y adictivo. Por otro lado, cuando aparece Padilla en escena interpretando al personaje de Martha, se puede observar que su trabajo es muy atinado para la selección de este personaje, puesto que logra mostrar al espectador ese coraje del propio personaje que es hambriento por el dinero. Sin embargo, también se observa a la misma Padilla en escena, como siempre con la buena presencia escénica que destaca en todas sus interpretaciones.

Los vicios y las adicciones son algo que nos pueden llevar a tomar muy malas decisiones, pero es interesante cómo Condemarin, a través de su escritura, nos cuenta un poco más de eso, es decir, la profundidad que tuvo el personaje de Carolina para caer en la ludopatía. Barraza aprovecha esta pintoresca historia para hacer una dirección que le dé forma al texto, mediante lo contemporáneo y lo realista. En general, un montaje fresco e innovador, lleno de personajes pantagruélicos que están listos para arrasar a todos los espectadores.

Juan Pablo Rueda

25 de marzo de 2025

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